Como cada año Berlín se convertirá en el punto de encuentro del cine mundial, en donde a través de estas películas se abrirá la reflexión a los grandes temas que enfrentan las sociedades del mundo entero.
por Juan Francisco Riumalló
Cada mes de febrero, la ciudad de Berlín recibe a cientos de directores, actores, productores, periodistas y estudiantes de cine, que llegan a la capital alemana para dar vida a la Berlinale, que en su edición número 68, se llevará a cabo entre los días 15 y 25 de este mes.
Es uno de los pocos festivales de cine de primera categoría que es abierto al público.
Cada día a las 10 de la mañana se abren las boleterías en la Potsdamer Platz, y es habitual ver largas filas de personas esperando poder comprar una entrada para alguna de las 277 películas que este año se presentan.
También es común encontrarse con estrellas y directores en la calle, caminando entre un cine y otro, o tomando café. Las primeras películas comienzan a exhibirse cerca de las nueve de la mañana y las actividades no terminan hasta entrada la madrugada.
Cada noche hay una fiesta distinta a donde ir, organizada por las distintas secciones del festival, o las casas productoras que estrenan sus películas. Es un shot de adrenalina en medio del largo y oscuro invierno berlinés.
La Berlinale es probablemente el evento cultural de Alemania con mayor resonancia internacional, y es también uno de los tres festivales de cine más importantes de Europa y el mundo, junto a Cannes y Venecia.
Es por eso que la inminente renovación en su organización ya ha empezado a generar controversias. En mayo del 2019 expira el contrato de su actual director, Dieter Kosslick, quien ha estado a cargo del festival desde el año 2001. Para algunos, el cambio de mando podría significar una oportunidad de reinventar el certamen. En noviembre del año pasado, un grupo de 79 directores alemanes, entre ellos Fatih Akin (“In the Fade”) y Maren Ade (“Toni Erdman”), publicaron una carta abierta en un diario alemán en el que pedían una reinvención de la Berlinale, que vuelva a posicionar su calidad a nivel internacional y que replantee sus criterios de programación.
Para ellos, el festival se ha ido quedando atrás. Lo que podría representar una oportunidad, en cuanto al gran número de películas que se exhiben cada año, para ellos es un riesgo, en el que un grupo pequeño de buenas películas, se desvanecen en un grupo mayor de trabajos mediocres.
En los últimos años, Chile ha tenido una presencia destacada en el festival.
En su versión 2017, se estrenó “Una Mujer Fantástica”, de Sebastián Lelio, en la sección más importante del certamen. En esa oportunidad quien se quedó con el Oso de Oro fue “On Body and Soul”, de la directora húngara, Ildikó Enyedi.
Sin embargo, la película protagonizada por Daniela Vega, ganó el Oso de Plata al mejor guión y el Teddy Award –premio al mejor film LGBT-, como mejor largometraje del año. Hoy, ambas películas se vuelven a encontrar en la carrera por el Óscar a la mejor película de habla no inglesa. El año 2015, dos películas chilenas participaron en la Competencia Internacional. “El Club” de Pablo Larraín, ganó el Oso de Plata del Gran Premio del Jurado, y el “El Botón de Nácar”, de Patricio Guzmán, se quedó con el Oso de Plata para el mejor guión.
Este año, Chile estará representado por la película “Marilyn”, en la sección Panorama. Se trata de una coproducción argentina-chilena dirigida por el argentino Martín Rodríguez y protagonizada por la actriz chilena Catalina Saavedra. La película transcurre en una zona rural argentina y trata sobre la historia de Marco, un joven tímido que explora su identidad sexual a puerta cerrada, en el seno de una familia modesta, tradicional y con problemas económicos. En la categoría Forum, se presentará “La Casa Lobo”, de Joaquín Cociña y Cristóbal León. Es un largometraje realizado en stop-motion que relata la historia de María, una niña del sur de Chile que ha logrado escapar de una colonia de alemanes.
El encargado de abrir la nueva edición de la Berlinale este 15 de febrero, es el director norteamericano Wes Anderson, con su cinta “Isle of Dogs”.
Es la primera vez que un film de animación inaugura el festival.
La historia transcurre en el Japón del futuro y se inspira en las historias del director Akira Kurosawa. La sobrepoblación canina se ha hecho incontrolable y ha comenzado a propagar peligrosas enfermedades. Las autoridades han decidido enviar a estos perros al exilio, en una isla basural. Un niño de doce años se revela y decide ir en busca de su perro. Anderson ya estuvo presente en el año 2014 en la Competencia Oficial de la Berlinale, con su película “The Grand Budapest Hotel”.
En dicha oportunidad consiguió el Oso de Plata del Gran Premio del Jurado.
La Berlinale se declara a sí misma como un festival abierto, que promueve la diversidad y la tolerancia. Tiene un rol relevante no sólo a nivel cinematográfico, sino que también político, en la capital europea más influyente en términos de políticas internacionales, y que hoy parece ser una respuesta a las alternativas populistas que cobran fuerza en Norteamérica y Europa. Este año veremos con qué calidad de argumentos responde a quienes la han criticado durante los últimos meses.
Nuevamente Berlín se convertirá en el punto de encuentro del cine mundial, en donde a través de estas películas se abrirá la reflexión a los grandes temas que enfrentan las sociedades del mundo entero.