*****Alerta de Spoilers******

¿Se acuerdan del primer capítulo en la historia de Black Mirror? ¿Ese en el que el Primer Ministro Británico debía tener sexo con un cerdo en vivo para salvar la vida de una princesa secuestrada?

¿O de aquel en que una mujer intenta de todo para salvar su reputación y carrera, asesinando a cuanto personaje se interponga en su camino?

También es inolvidable Nosedive, donde quedamos sin ganas de usar Instagram por un buen rato al ver lo cerca que estamos de vivir una vida completamente controlada por lo que proyectamos en redes sociales.

Bueno, Black Mirror es una crítica hacia la forma en que nos comportamos frente a la tecnología y cómo esta crea corrientes perjudiciales para la vida humana. La serie se caracteriza por tener finales con giros tortuosos, inesperados y en buena parte, la sensación de angustia se queda hasta el final de los créditos haciendo que reflexionemos bastante.

Pero en esta quinta entrega hay poco de eso. Son sólo tres capítulos -cada uno de más de una hora- utilizando el máximo de presupuesto en tecnología, lo que explica quizás las razón principal de la brevedad de este tiraje; dos de ellos tienen finales felices que nos hace pensar que tal vez nos equivocamos de serie, porque la oscuridad de Black Mirror parece disiparse conforme el éxito de sus capítulos más optimistas.

San Junipero, episodio donde dos chicas lesbianas viven por la eternidad gracias a un sistema que recolecta millones de conciencias tras nuestra muerte, ganó el Emmy y se convirtió en el primer episodio de la serie en tener un final gratificante. San Junipero es, sin más, una historia de amor.

Le siguió Hang the Dj, que emula un Tinder a la perfección donde sus usuarios pasan por hasta mil algoritmos recreando diferentes tipos de realidades para ver si efectivamente, son el uno para el otro sin dejar espacio a dudas.

Quizás por eso la serie tomó esta dirección, y frente a la tibia recepción de Bandersnacht -su película sorpresa e interactiva- los productores decidieron cambiar por completo la esencia de una serie donde el plato fuerte era su giro y factor sorpresa hacia algo perjudicial.

Acá tenemos episodios donde la tecnología se convierte en un efecto catalizador que nos hace libres y no nos atrapa, contradiciendo años de discursiva argumental y que puede en efecto, desilusionar a los fans más acérrimos de la producción.

¿Es necesaria la continuidad de Black Mirror en Netflix? Por supuesto, mientras la tecnología siga siendo un factor imparable, necesitamos por lo menos de algún exponente cinematográfico o visual que nos haga reflexionar respecto a ella. Aunque en esta temporada pareciera como si nos invitaran a simplemente aceptarla.