Todo comienza con Michelle Bachelet, Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, expresando su preocupación por lo que calificó como «una reducción del espacio cívico y democrático» en Brasil, en especial por los documentados ataques contra defensores de la naturaleza y de los derechos humanos.
Esto provocó una clásica respuesta bruta y psicótica del presidente de Brasil, que actuó, irónicamente, de manera muy poco cívica ni menos democrática.
Dijo así:
«Michelle Bachelet, comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, sigue la línea de Macron entrometiéndose en los asuntos internos y la soberanía brasileña, invierte contra Brasil en la agenda de derechos humanos (de delincuentes), atacando a nuestra valiente policía civil y militar», escribió el bruto presidente de Brasil en Twitter.

«Señora Michelle Bachelet: Si no fuera por el personal de Augusto Pinochet, que derrotó a la izquierda en 1973, entre ellos a su padre, hoy Chile sería una Cuba», bramó luego en una ronda de prensa. Cerró sus dichos con «nos acusa de que no estamos castigando a los policías que matan gente en Brasil», pero «está defendiendo los derechos humanos de los vagos», agregó.
No es necesario explicar lo miserable, inaceptable, poco diplomático e irresponsable que son las palabras de Bolsonaro contra la ex Presidenta Bachelet (aún cuando su ataque haya sido hacia ella en su rol dentro de la ONU, pues hizo alusión a la dictadura de Chile y se burló de sus víctimas).
Lo que resulta urgente saber es cómo se va plantear ahora el gobierno de Piñera, cómo va responder a semejante falta de respeto y humanidad. Esto, porque recordemos que mientras prácticamente todo el mundo está entendiendo la clase de persona y de presidente que es Bolsonaro, el presidente chileno no ha parado de defenderlo y de brindarle apoyo.
¿Seguirá haciendo lo mismo después de que Bolsonaro se manifestó explicitamente (DE NUEVO) como un admirador de Pinochet y sus crímenes?