Primero quiero admitir que me gustó toda su crítica al marxismo, excelente y muy clara con sus puntos de conexión y desconexión, porque la señora aún se define -en parte- marxista.
Por RO Man, director de Trio Editorial y Agenda Kuir
No quiero hacer resumen de su charla, porque claro que habló de varias cosas, sólo me concentraré en lo que no estoy de acuerdo, que es la polémica viva por estos días posteriores del lunes.
Silvia nos dijo que no le interesan los partidos, cosa con la que estoy de acuerdo, luego dijo que es anti-voto con una frase de meme Si el voto cambiara algo estaría prohibido, y que en toda elección -ella piensa- sólo votan hombres y no mujeres para elegir a personajes como Bolsonaro en Brasil… y remata con que es anti Estado, con un teatro municipal aplaudiéndola.
Hilando fino, comenzaré por tratar de llevarles de qué forma configuró su relato en torno a estos temas. Porque soy mal pensada y detrás de todo discurso hay una estrategia.
Me saltaré los partidos, porque ella es feminista comunitaria y la verdad estamos de acuerdo con este punto ¿no? Por lo menos lo espero.
Cuando ingresa al tema del no-voto, Silvia dice que un voto no representa a una persona, lo dice de manera general como si todas las democracias fueran iguales; y para asustarnos toma de ejemplo a la peor de todas, la de EEUU, ella vive en esta democracia actualmente, o sea una experiencia situada desde el corazón de la desigualdad.
No sé si algunos estarán informados, pero el sistema de votación de EEUU se llama votación indirecta, explico a continuación brevemente porqué digo que es el peor de todos.
Existen dos ejemplos de votación indirecta, está el caso de EEUU, donde los votantes eligen a un colegio electoral que luego elegirá por ellos al presidente (una gran estafa, en resumen) y están los sistemas parlamentarios donde se elige a parlamentarios que después eligen al primer ministro, típico de países donde aún hay monarquías, o bien repúblicas parlamentarias, en su gran mayoría de Europa.
Ambas formas terminan por beneficiar y potenciar al partido político mayoritario en el parlamento (partidocracia) y su forma más estable termina siendo el bipartidismo.
Esta última forma bipartidista la recordamos muy bien ya que, por nuestra constitución pinochetista, durante mucho tiempo no pudimos salir de esta lógica; hasta hace muy poco gracias a la reforma de Bachelet que posibilitó el fin del sistema binominal y la entrada de otros representantes por votos directos.
En resumen, los dos sistemas señalados anteriormente están hechos para perpetuar el poder de determinadas clases; no tienen nada que ver con las democracias de votos directos por una sencilla razón: el voto popular. Mientras en aquellas formas indirectas el voto popular no puede elegir al presidente, por el contrario, las democracias de voto directo como la nuestra y las latinoamericanas, sí. No olvidar que al Chicho lo llevó al poder socialista el voto popular, ok.
Por ejemplo, para cerrar esta idea, en la última elección de EE.UU. Hillary Clinton ganó con el voto popular con más de 2.8 millones por sobre Trump, pero en su sistema eso no significa nada.
Así que Silvia nos hablaba de esto, para asustarnos muy bien. Ella, de procedencia italiana y actualmente estadounidense, no ha conocido otro sistema que no sea el indirecto durante toda su vida. Un sistema que vive en una lógica colonial hasta el día de hoy.
Para ir al otro punto sobre cómo las mujeres no eligen a candidatos como Bolsonaro, requiero rescatar que en algún momento de su intervención reconoce la existencia de feministas liberales y claramente se descarta de ellas tachándolas de mujeres que desean poder, y claro, lo entendemos, pero al reconocer esa existencia, echa por el suelo su posterior planteamiento sobre las mujeres que no eligen a fascistas ¿cómo? A menos que quisiera decir que son hombres atrapados en cuerpos de mujeres, cosa que no dijo, pero que seguramente quizás piensa.
Silvia Federici no quiere asumir que sí hay voto fascista entre mujeres, así como en cualquier género, raza, clase o diversidad sexual. No olvidemos la cantidad de gays de derecha que tenemos acá mismo en Chile.
Si miramos las estadísticas post-elecciones de Bolsonaro, claramente encontraremos a mujeres, a mulatos, a indígenas, a negros y a lgttb+ que votaron por él, aún cuando sabemos de sus mediáticas declaraciones contra cualquier minoría, o mejor dicho contra la dignidad humana. Y esto porque no basta proceder de una clase social o pertenecer a una identidad diversa para tener consciencia social y política sobre la vida comunitaria. Es sabido que no tenemos esta consciencia porque venimos de la orfandad social post-dictaduras, que se ha instalado como un proceso eterno desde la comodidad de las elites con la complicidad de una izquierda ignorante frente al feminismo.
Esto porque hoy en día ya no se trata del fascismo concentrado en contra de la izquierda, que digamos con todas sus letras: se suicido sola. Más bien el fascismo, hoy en día, está contra el feminismo. Porque toda esta nueva dignidad interseccional que nos hace reclamar, nos la ha otorgado el feminismo y no la izquierda, por esto es que las demandas sociales se han desplazado hacia demoler las estructuras patriarcales, que son el centro de la desigualdad, y claro, como era de esperar, no era el momento de la izquierda de enfrentar esto (que siempre utilizó como capital negociable electoral) sino de la derecha fascista, aquella que defiende los valores más criminales de la estructura patriarcal.
Sobre el punto anti Estado, es obvio que nadie podría defender una estructura como esa desde una perspectiva histórica, asumiendo que su procedencia greco-romana es esencialmente criminal y militarizada, pero el bucle se ha hecho grande y complejo a lo largo del tiempo, y en países con tanta miseria como los nuestros, pedir más Estado significa tener acceso a condiciones mínimas de existencia. Me pasan dos cosas con esto.
Compartí mucho tiempo en espacios autodenominados anarquistas donde el lema es ser anti-Estado; creer que se vive fuera de un sistema me parece falso pues es extraño para mí, pensar que estás fuera de un sistema cuando tu medio es una ciudad y que por más que se trate de invisibilizar el dinero, igual se usa de moneda de cambio para, por ejemplo, cobrar por una actividad o financiar una propaganda. Un abajísimo solapado, clásico de abanderados.
Me parece crucial la paradoja del discurso anarquista que se asemeja al de la derecha fascista en tanto anti Estado*. ¿Cómo estos dos grupos antagónicos pueden asimilarse en este punto? Pienso que, posiblemente, todas somos víctimas de un lenguaje de guerra y todavía no hemos encontrado nuestras propias palabras.
La verdad, admito ser ambivalente en esto, pues mientras no se transforme el conjunto de la sociedad no me queda otra que defender más Estado por el bien de un pueblo pobre que necesita condiciones básicas de existencia (como es el acceso a agua potable en las alturas de los cerros de la ciudad donde vivo, Valparaíso), y por otra parte, me encanta soñar con la posibilidad de algún día poder cambiar esa estructura, ya sea por otra, o por ninguna, alguna forma de organización integradora de todas las formas de existencia posibles, pero como digo, sueño con eso, pero soy consciente que hasta el momento son pocas cosas las que nos unen y muchas las que nos desarman para alcanzar algún día tal objetivo. Por eso no podría ser antiEstado, absolutamente. Lo admito.
Así que Silvia, siempre te llevare en mi corazón porque eres como la versión real de Violencia Rivas de Capusotto, pero de todo lo que escuché, prefiero quedarme con lo mejor de ti y sonreírle a tu imagen punk anarquista, mientras te devuelves a vivir, cómodamente me imagino, a los Estados Unidos.
- Todas las actuales propagandas políticas de derechas en Latinoamérica concentraron sus discursos en la necesidad de recortes estatales como justificación a la corrupción de la izquierda. En la práctica ha significado la eliminación de programas sociales en todas las áreas y al mismo tiempo un alto costo de vida.