por Marcelo Ibáñez
Chile es un país violento, profundamente violento. Violento es su origen, violenta es su historia y violentas han sido sus condiciones de vida para la gran mayoría durante 400 años.
De pije a paje la violencia nos rodea desde nuestra infancia, sólo varía la distancia que nos separan de sus formas más brutales. Pero la violencia de Chile siempre está ahí, acechándonos como una enfermedad terminal que junto con la vida arrastra todo lo que pusiste sobre el mantel.
La violencia se incuba en un país con alarmantes cifras de abuso y maltrato infantil. La violencia respira y crece como una bestia en un país clasista, donde las clases se asemejan dramáticamente a un sistema de castas. Hay violencia en la infancia, teniendo su versión más cruda e inhumana en el Sename.
Hay violencia en la vejez, en las AFP, en la enfermedad y en las Isapres, hay violencia en el trato y las condiciones laborales. En Chile hay violencia en el mismo momento de nacer, no se ve desde una clínica pero ahí están los testimonios y las cifras de la violencia obstétrica.
Hay violencia en la represión brutal, en los saqueos, en los incendios, en los abusos a DD.HH., en las acciones y discursos del mal Gobierno. Hay violencia hoy en la tele, con gente llamando a los militares. La solución violenta por definición, cada vez que la violencia tiene grandes explosiones en nuestro violento país.
Esas explosiones que nunca son evitadas a tiempo a pesar de sus estallidos previos (¿por la ineptitud, la ignorancia o la indolencia de la clase gobernante que nunca ha sabido o nunca ha querido enfrentarla?) Chile es, por supuesto, mucho más que esto, pero la violencia parece ser nuestro karma. Uno que se arrastra, trepa, repta, nos rodea y de tanto en tanto, amenaza con acabar con todo.
Puede ser el momento de desarmar las estructuras que engendran un sistema violento. Puede ser el momento de, por primera vez en nuestra historia, encontrar una salida no violenta a la violencia. Puede ser pero no está siendo, el Presidente y su mal gobierno han apostado a azuzar el despliegue de distintas violencias. Va ganando su inhumana y traidora apuesta, otra vez.
Foto Portada: Agencia Uno