Las mejores preguntas que cualquier buen periodista puede hacer, las más incisivas con el poder, los harán “parecer” de izquierda. La razón es obvia: el poder político y económico en Chile estaba (y está) concentrado en la derecha.

Comentando un extracto de la entrevista que Raquel Correa le hizo al fabricante de armas Carlos Cardoen en 1991 (y que circuló la semana pasada en las redes sociales a propósito de que Estados Unidos pidió su extradición), el periodista Daniel Matamala escribió:

“Maestra. En tiempos tan difíciles no se achicaba ante el poder”.

https://www.youtube.com/watch?v=YfY7gFnEuec

Luis Larraín, director del Instituto Libertad y Desarrollo -centro que publicita ideas favorables a la derecha económica-, le contestó: “Y nunca supimos la posición política de Raquel Correa!”

Sergio Ulloa, un tutiero emblemático de las causas de derecha más conocido como “Tu nueva conciencia”, aplaudió a Larraín: “Genial, touché a Matamala y Rincón”.

Varios otros tuiteros de ese sector hicieron notar la diferencia entre “la Maestra” y Matamala.

El extracto del video muestra cuando Raquel Correa le pregunta a Cardoen si no siente remordimiento por las muertes que causan sus bombas. Y él contesta que la pregunta es morbosa y que lo que le quita el sueño es el desarrollo de Chile.

No sé cómo interpreta Larraín ese dialogo, pero lo que yo veo es a una periodista que encara a un millonario por lucrar con la muerte, como hoy se encara a otros por lucrar con la educación o la salud. ¿No parece que Raquel Correa está tomando una posición política? O derechamente, ¿no parece una pregunta izquierdista?

Desconozco la posición política de Raquel Correa (en twitter los que siempre saben todo dicen que era decé, pero no me consta). Tampoco sé si Daniel Matamala o Mónica Rincón, que concentraron las comparaciones despreciativas de los tuiteros, tienen militancia.

Lo que sé es que las mejores preguntas que cualquier buen periodista puede hacer, las más incisivas con el poder, los harán “parecer” de izquierda. La razón es obvia: el poder político y económico en Chile estaba (y está) concentrado en la derecha. Y el periodismo de calidad no es ecuánime frente al poder, no puede serlo.

Por eso en Chile un periodista que quiere cumplir bien su tarea va a “parecer” de izquierda a quienes hoy detentan el poder, tal como en Venezuela un buen periodista “parecerá” de derecha a los poderosos de ese país.

Con esto no niego que haya periodistas de izquierda. Los hay, como los hay de derecha. Pero eso no es relevante en esta discusión, porque la etiqueta no cae sobre los que tienen militancia sino sobre los que desafían y cuestionan. A esos y esas colegas también se los llaman resentidos o ignorantes.

Esas etiquetas viene de los poderosos que están siendo examinados y hoy lo repiten sus bots.

De ahí surge, justamente, mi reparo con el trabajo de Raquel Correa y mi desacuerdo con su elevación a la categoría de “maestra”.

No conozco todas las entrevistas de Raquel Correa. Sin duda hizo cosas brillantes. Pero trabajó en El Mercurio durante la dictadura, cuando la gran historia para un periodista de calidad era la matanza sistemática de chilenos.

La investigación de Derechos Humanos fue la gran prueba de talento, capacidad investigativa, coraje y persistencia que tuvo esa generación de periodistas.

Para decirlo en términos tenísticos, no creo que sea un gran “maestro” alguien que no participó en ese terrible Grand Slam. No quiero trivializar como competencia deportiva lo que para muchos fue una tarea que hubieran preferido no hacer. Pero quiero fijar un estándar.

Aún más, creo que la imagen de ecuanimidad que destaca Larraín, y la nostalgia con que se refieren a ella dirigentes y militantes de derecha se debe a que Raquel Corea no hizo cosas relevantes en los derechos humanos.

No juzgo a Raquel Correa, que quede claro. Habría que ser muy imbécil para juzgar desde hoy lo que una colega hizo cuando había criminales sueltos en las calles.

Lo que cuestiono es lo que se busca, al sugerir que el periodismo “ecuánime” de Raquel Correa es lo que se necesita hoy. Se quiere olvidar que ese periodismo fracasó en el desafío más importante que se le puso al frente. Y se quiere etiquetar hoy a todo periodista que desafía al poder como partidista e ideologizado.

Al que cuestiona a los dueños de las AFPs, al que investiga las colusiones, a la que insiste en levantar el tema de la compra de parlamentarios a través del financiamiento de sus campañas.

Esa descalificación permanente ya se hizo con los y las colegas que, arriesgando sus vidas, nos informaron de los horrores de la dictadura.

Para mí ellos son los verdaderos maestros.

PD. La próxima vez que vea a un periodista cuestionando a un poderoso, más allá de si lo hace bien o mal, piense que esa es su tarea.