Chilean Horror Story: dos macabros crímenes ocurridos un 31 de octubre

Con exactos 10 años de diferencia ocurrieron en Chile y justo en la noche de Halloween dos escalofriantes crímenes que conmocionaron al país.

Valdivian Twin Peaks

  1. Valdivia. Cynthia Cortez Pérez (arriba en la foto), 26 años, estudiante de primer año de arquitectura de la Universidad Austral, terminó tarde de maquetear junto a unos compañeros en su facultad. Luego de eso, se fue a la fiesta que esa noche había justamente en la U. Esa noche se celebraba Halloween.

Hace ya algún tiempo, Cynthia había terminado un pololeo con su compañero de curso, Carlos Nuñez Alvear, de 23 años. Los dos ya estaban pololeando con otras personas. Pero como suele suceder, las cenizas de ese fuego que alguna vez hubo empezaron a prender. Según testigos, la pareja bailó. Incluso se les vio besándose.

Esa noche Cynthia no llegó a su casa. Sus padres no la volvieron a ver hasta una semana después, cuando el cadáver de Cynthia apareció semidesnudo, golpeado y estrangulado, entre unos matorrales a orillas del río Cau Cau, en el jardín botánico de la UACH. A más o menos 50 metros de donde fue la fiesta.

Peritajes posteriores establecieron que Cynthia había sido arrastrada del cuello varios metros. Y lo peor, que había muerto sólo un par de días antes de ser encontrada. Que agonizó casi una semana antes de morir.

La semana que la estudiante de arquitectura estuvo desaparecida, la búsqueda de las policías estuvo apoyada por varios estudiantes de la UACH, entre ellos, casi a la cabeza, Carlos Nuñez. Pero una vez encontrada, las narices de los sabuesos policiales se dirigieron hacia él. Luego de intensos interrogatorios, confesó. Primero dijo que la había acompañado al baño y después le perdió la pista. Luego cayó en contradicciones. Luego habló. Confesó que le había pegado, que la había arrastrado por el cuello con una bufanda. Según él, Cynthia lo había amenazado con acusarlo de violación si él no abandonaba a su nueva polola y se volvió loco. Confesó. Después se echó para atrás. Dijo que los polis le habían sacado esa confesión a punta de sacadas de chucha.

El caso tuvo idas y venidas judiciales. Finalmente Nuñez Alvear fue condenado por la Corte Suprema a 8 años y un día por el asesinato de Cynthia Cortéz. Lo último que se supo de él es que ayudó a un compañero de reclusión, Jorge Baquedano (estudiante de ingeniería preso por tráfico de drogas) a estudiar para la PSU y que gracias a su apoyo Baquedano sacó un destacado puntaje.

Otro dato mentor: Este caso inspiró a Daniel Benavides a realizar su primera película, que tituló ‘El asesino entre nosotros’. “Cynthia es como la Laura Palmer chilena”, dijo en una oportunidad. Acá el tráiler:

Un crimen que acabó con tres generaciones

Noche del 31 de octubre de 1994. Denisse Eludwig (en la foto, junto a su hija Isadora), 46 años, secretaria bilingüe, sale junto a su amiga Nora Hernández a un pub en Providencia. Entre roncola y roncola conoció a un tipo de nombre Iván Aguilera. Mueblista. Temucano. Amor a primera vista. Terminan teniendo sexo esa misma noche. Aguilera embarazó a Denisse de una bebé que luego fue bautizada Isadora.

Corte directo. 31 de octubre. 1995. Un año después.

Mientras los niños del condominio Los Viñedos de Macul corrían de un departamento a otro pidiendo a gritos glotonas dosis de azúcar que hicieran palpitar sus pequeños corazoncitos más potentemente, Denisse, en el quinto piso del block H, gritaba por su vida. Una vecina dijo luego haber escuchado chillidos. Supuso que eran los niños del sector. Pero no. Era Denisse tratando de evitar las 10 heridas cortopunzantes, la profunda estocada en la garganta y la muerte.

Al día siguiente, a las 2 de la tarde, Orietta Venturini, madre de Denisse, entra al departamento de su hija. Habían quedado de almorzar juntas. Y se encuentra con el siguiente escenario: Denisse con las manos amarradas a la espalda. Amordazada. El cuerpo morado y tieso y lleno de profundos cortes. La garganta abierta. Todo el suelo bañado por un charco pegote de sangre a medio secar. El lugar estaba desordenado. Faltaban joyas, plata, y una chequera, una clásica maniobra de los homicidas para hacer pasar el asesinato por un robo que se salió de las manos. Pero la puerta no estaba forzada.

Isadora, de poco más de dos meses, estaba a su lado, en su cuna. Lo había visto todo. Isadora sostenía una mamadera con un té de orégano y estaba recién mudada. El asesino se había preocupado de tranquilizar a la bebé con la infusión y hasta le cambió el pañal.

Los gritos desaforados, la locura desatada de Orietta, hicieron que los vecinos llamaran a la policía. Que llegó a periciar el lugar. Se encontraron colillas de cigarro, huellas de pisadas, pero ni una sola huella digital. Se sospechó de Aguilera, pero jamás hubo pruebas. Aguilera de todas formas tuvo la cara de raja suficiente de preguntar a Orietta acerca de la posibilidad de quedarse con la herencia de Denisse. Se tuvo detenido al rondín del condominio. Pero tampoco se pudo establecer su culpabilidad.

Dos años después, 1997, Isadora murió de una encefalitis viral, según su abuela, Orietta, causada por el trauma de haber visto el homicidio de su madre. Isadora vivió en estado vegetal desde poco después del asesinato hasta el día de su muerte.

En 1998, murió Orietta, quizá cansada de exigir justicia.

Hasta el día de hoy, el crimen está sin resolver.

*Este post fue originalmente publicado en Disorder el año 2010.

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