Claudia Huaiquimilla, directora de Mala Junta: “Que una mujer trate temas políticos y grabe escenas de acción, genera desconfianza”

Claudia Huaiquimilla, directora de Mala Junta, la película que se estrena este jueves 11 de mayo en todo Chile, nos contó sobre cómo la película más que abordar el conflicto mapuche (que igual lo hace) busca conectar con una sensación juvenil de desadaptación y de buscar una voz y un lugar en el mundo.

De fondo la celulosa, humeante e imponente, puesta en un lugar lleno de vegetación, que contrasta con el metal gris de una estructura invasiva. Dos adolescentes compartiendo unos chocolates; uno viene de Santiago y otro ha estado toda su vida en San José de Mariquina. “Oye, esta hueá es muy gigante, ¿qué es?”, pregunta el Tano. Es la celulosa, le responde el Cheo. “Bacán”. La respuesta automática que sale de la boca de una persona en formación que no comprende lo que tiene por delante. El Cheo es categórico: “¿Cómo que bacán? Tiene la cagá”.

Mala Junta es la primera película de Claudia Huaiquimilla (29), con la que ganó las últimas versiones del Festival Internacional de Cine de Valdivia y de Iquique. Formada como comunicadora audiovisual de la PUC, en lo profesional, y dicotómicamente mapuche, mujer y chilena, en lo personal, su cinta llega a las salas nacionales este jueves 11 de abril.

La opera prima de Huaiquimilla cuenta la historia de dos chicos: Tano (Andrew Bargsted), un joven con un carácter explosivo que robó un servicentro en Santiago y que está en la mira del Sename para pasar a ser uno más de la larga lista de residentes, por lo que debe cambiar de ambiente e irse a vivir a San José de la Mariquina con su padre (Francisco Pérez-Bannen), y Cheo (Eliseo Fernández), un chico mapuche que desconoce su verdadera identidad y que es atormentado por los matones del colegio. La llegada del personaje de Bargsted a la zona, grabada integramente en esa localidad de la Región de los Ríos, pone a ambos protagonistas en contacto, tanto como inesperados aliados como con sus sentimientos y urgencias propias de la adolescencia.

“Esta una película de amistad, de la lealtad y los encuentros de los lazos humanos con gente que pareciera que es imposible que crezca algo. Nosotros la llamamos un coming-of-age criollo, porque los protagonistas emprenden un viaje y no vuelven a ser los mismos al final de la película, aunque ellos no vean un gran cambio en su entorno, ellos si cambiaron y encontraron un aliado, ahí está la carne de la película”, dice Huaiquimilla.

A pesar de que la película toque en un par de aristas el conflicto mapuche, como lo son el medioambiental y como es cargar con el prejuicio de serlo, no intenta hacerse cargo de toda la problemática, comenta la artista: “Encuentro super tramposo decir eso, porque la película no va de eso. El conflicto mapuche tiene mil aristas y yo tomé las que son atingentes a mi sector, pero no toqué lo político. Está presente muy levemente, esta no película no se hace cargo del conflicto, si en cómo afecta a los personajes, pero no el total”.

Que Mala Junta se haga cargo de una edad tan tortuosa y definitoria para el ser humano como lo es la adolescencia tiene que ver con las pulsiones de Claudia, tanto como persona como directora: “Vuelvo mucho a una época que a mi me marcó porque tomaba muchas decisiones sobre mi y yo no tenía ningún poder para cambiar eso, y si yo hacía una mala acción era culpa mía, no de todo el entorno. Siento que esta etapa la estoy de cierto modo superando, todo lo que no logré comunicar cuando niña por tener una voz como de invalidada. El cine me permite decir todo eso que no dije de niña”.

Sus protagonistas son, en el fondo, dos marginados sociales, pero que no están lejos de todos esos otros que también se sienten de la misma forma: “Yo siento mucho de mi en el Cheo y el Tano. Yo elegí dos personajes, que es un niño del Sename y uno mapuche, que apelan a algo que pueda sentir cualquier chileno, que tiene que ver con que de pronto no calzamos en un modelo y no hay donde pertenecer. Estos dos niños están buscando ser quienes quieren ser y la gente les dice que no deben ser así y no les dan el lugar donde acogerse, que va más allá de que seamos o no mapuche, sino que que tan mala junta seamos. A todos alguien nos considera un poco mala junta. Todos pueden identificarse con esos niños”. 

Para Claudia es fundamente que Mala Junta llegue a los escolares de Chile, tanto de colegios públicos como privados. En Tolouse, Francia, donde su proyecto fue escogido para la selección oficial, hicieron un circuito por colegios públicos mostrando el film. Niños y niñas fueron preparados por sus profesores sobre el contexto del pueblo mapuche y la historia de Chile, y las preguntas que le llegaron a Claudia la descolocaron. “Llegan los niños y te hacen preguntas cuáticas y tu piensas la magnitud de ir a escuchar al otro lado del mundo a un niño de 14 años, que quizá vive una realidad muy distinta a la mía, pero que interpretó exactamente lo que yo quería decir. La idea de nosotros es que los niños chilenos la vean y tengan espacios para discutirla en la sala de clases”, explica Claudia.

Pero hay algo que no se puede obviar, que es la realidad de Claudia Huaiquimilla como directora mapuche, mujer y de pueblo originario. “Lo que a mi me molesta es que digan ‘la directora mapuche’ cuando en verdad hay más. Yo he sido validada por el sistema occidental, vine a la ciudad, estudié Cine en la universidad, mis trabajos van al modelo occidental de festivales. Hay millones de otros cineastas que están haciendo un montón de cosas y que quizás no tienen estudios formales, pero que están haciendo cuestiones muy bacanes. Ese es el pudor que da cuando te ponen solo “la”, porque no soy la única”.

“Y además siendo mujer, yo me he dado cuenta que en general trabajo con muchos hombres en mi vida y no sentí tanto la diferencia. Pero que una mujer esté tratando una juventud violenta, temas políticos, tenga que grabar escenas de acción genera una desconfianza, como de si será realmente capaz de hacer eso. Ahora lo miro muy hacia atrás, pero si alguno de los factores se hubiera modificado, como que yo tuviera un apellido un poco más rimbombante o no sé que, quizá algo sería diferente”, explica.

 

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