Este año la revista Cáñamo cumplió 15 años y para celebrar a lo grande lanzó un libro coleccionable que recopila las mejores notas de su historia.
El libro con tapa dura y más de 250 páginas contiene las mejores entrevistas y editoriales de las 150 ediciones que han sacado durante este periodo.
En este “documento histórico” se agrupan conversaciones con personalidades del mundo
de las ciencias, la política, las artes o el activismo.
Entre los entrevistados más destacados se encuentran Jorge González, Boris Quercia, Calle 13, B-Real, Enrique París, Marcela Sabat, Carolina ‘Crespita’ Rodríguez, Karol Cariola, Anita Tijoux, y Patricio Fernández, entre otros.
“La idea siempre fue dar una panorámica completa de estos 15 años de trabajo, de los discursos y perspectivas y cómo estos evolucionaron. Y por lo mismo no es solo para quienes nos siguen desde el comienzo. Por el contrario: es un material invaluable para las nuevas generaciones que no conocieron las primeras ediciones y que crecieron en un Chile más normalizado en materia de cannabis, pero que no siempre fue así. Esta edición refleja eso”, señala Claudio Venegas, director de la revista,
Para conversar de esto y otros temas, entrevistamos a Claudio, quien nos habló del nacimiento de la revista, su visión de la “fracasada política de drogas” del país y la necesidad de un nuevo marco regulatorio en esta materia.
La percepción del país en torno al tema canábico ha cambiado bastante en los últimos 15 años. ¿Cómo lo ves?
Una distancia galáctica, pero no suficiente aún. Cuando nosotros sacamos la revista, que fue un mes y medio después de que se promulgó la actual ley 20.000 de drogas, tuvimos que limpiar las casas para que no quedaran rastros, ni un papelillo, una hojita de nada, una pipa loca por ahí, porque pensábamos que podía pasar cualquier cosa.
No era nada una cosa paranoica, era una realidad objetiva.
¿Pasó algo así?
Pasaron hartas cosas. Nos censuraron. Tuvimos los teléfonos pinchados (intervenidos), vivimos seguimientos. El banco nos cerró la cuenta.
Hubo agresividad…
Es particularmente agresivo cuando tú no eres nadie. Si tú ya tienes un nombre o algo en qué arroparte es distinto. Hoy día el tema de la discusión está más normalizado, el debate y el uso medicinal también. Si yo tuviera que resumirlo en una palabra este periodo fue el tiempo en el que se construyó esa normalización. Fue un periodo fundamental para lo que viene ahora y que es lo que falta, que es construir una verdadera nueva regulación.
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¿Ha cambiado el país?
Chile ha cambiado para bien, no así nuestra legislación y nuestras autoridades políticas.
En ese aspecto, ¿estamos congelados por decirlo de alguna manera?
Me atrevería a decir que algo más que congelados. Un poquito peor que eso. Nosotros fuimos testigos a partir del año pasado, a partir del famoso informe del Colmed, donde una instancia del Colegio Médico sacó un informe contra el cannabis medicinal y esto se dio en el marco de una arremetida bien agresiva y dura contra la Fundación Daya.
¿Se está agudizando la política anti-drogas?
Nosotros teníamos la lectura de que este Piñera 2 venía menos flexible que Piñera 1 en estas materias, pero la verdad es que cuando vimos cómo le estaban dando a Daya, nos urgimos. Que le peguen al usuario medicinal de cannabis es como que le peguen a la Teletón. De verdad, hay que tener mucha pica. Eso quedó interrumpido por el estallido social, pero venían duro. Estamos en una ola conservadora. El reflejo de eso es que Piñera está impulsando su ley antinarco que va a ser bien nefasta para un usuario. No solo estamos congelados, sino que incluso retrocediendo.
¿Qué significa este libro para Cáñamo?
Para nosotros este libro es cerrar un ciclo. Durante la etapa de la normalización, Cáñamo fue protagonista, fue testigo privilegiado de estos procesos y cuando uno mira el libro no es solo un ejercicio nostálgico. Es para entender y dimensionar todo lo que se ha avanzado y prepararnos para lo que viene que es la tarea interesante.
El segundo gran round de esta historia es construir una nueva regulación.
¿Cómo se puede hacer una revista durante 15 años con la misma temática?
El tema es así de grande y evoluciona. Los últimos artículos no cuentan de lo que pasó con la marihuana de 15 años para atrás. En este tiempo han evolucionado las técnicas de cultivo, han evolucionado las formas de consumo, han evolucionado las dinámicas culturales de la comunidad canábica en torno a esto.
Nosotros nunca nos limitamos al tema canabis exclusivamente. El telón de fondo de esto son las drogas legales o ilegales, naturales o no naturales, sintéticas o sintéticas.
Y antes de las drogas, nosotros lo que defendemos son derechos. Esa pelea siempre se alimenta, siempre va cambiando, hay que ajustar. Tema nunca faltó. Hay tanta experiencia y arista asociada al consumo casi como usuarios hay.
Dentro de los invitados que tuvieron, ¿Cuáles fueron los más especiales?
Esto ha evolucionado mucho en estos 15 años. Entonces, por ejemplo, que una autoridad política nos diera una entrevista en los primeros años para nosotros era la gloria por el hecho de que te empezaban a validar como medio. Las entrevistas que están en el libro están súper contextualizadas.
Para nosotros, conseguir un invitado en los primeros 5 años era una odisea.
Entrevistar a Ricardo Lagos para mí fue algo intenso. Era como decir ‘don Ricardo usted firmó la ley 20.000 y yo saqué la revista Cáñamo casi al mismo tiempo’; y a la ley 20.000 uno le tiene el odio que le tiene. Lo más loco es que ahora Ricardo Lagos está en otra, está a favor de la despenalización total.
Haber entrevistado Marco Enríquez-Ominami, que fue el primer personaje público, cuando fue candidato presidencial, en hablar de estos temas y en hablar bien, ayudó a instalar el tema en el plano presidencial. Para nosotros el valor era que gente muy distinta a uno hablara en favor de esta causa o en favor a que no te jodieran más.
Uno recuerda las marchas por la despenalización de la marihuana, que eran marchas masivas que salían en la prensa y llamaban la atención. ¿Crees que esta discusión ayudó a politizar a gente que estaba desencantada de sus representantes?
Yo creo que esto dio cauce y participación a mucha gente que quizás de otro modo no habría participado en estos temas. Ni en estos ni en otros, a mi me gusta mucho pensar que Cáñamo era un poco mostrar que no solo de la marihuana vive el hombre, teníamos opinión política de lo que pasaba en este país.
En el libro incluimos más de 30 editoriales. Nosotros revisando nos hemos sorprendido con nosotros mismos por suerte. Por ejemplo, nosotros aparecemos reivindicando la causa del feminismo por allá por el 2012, donde hicimos el primer especial para la mujer. No te estoy diciendo que empezamos nosotros con la historia. Queremos decir que hablamos del tema cuando no estaba instalado como está ahora.
Tenemos unos textos muy buenos sobre el aborto y cómo se vinculaba eso con las libertades personales en torno a la política de drogas. Tenemos una editorial donde hablamos de que ‘ahora sí que se viene el cambio’ y si tu la lees esa podría haber sido escrita el 2019 y fue escrita el 2011.
El país estalló por múltiples temas, pero el tema central fue la desigualdad. ¿Cómo se expresa la desigualdad social en las drogas?
El tema de la desigualdad atraviesa la discusión de las drogas.
Según mi experiencia, la mejor forma de protegerte de las drogas es la educación y cuando digo educación no me refiero solo a la formalidad de cumplir el cuarto medio. Sino que a tener la posibilidad, la noción de informarte de leer, de buscar información, la misma noción de auto-cuidado presupone un cierto nivel cívico, social, cultural, que tú te das cuenta que en Chile no todos lo tienen, no porque hay algunos que sí lo tenemos y los demás no pueden, es porque la desigualdad social hace que vivan el día a día dónde no hay espacio.
La editorial que hicimos sobre el estallido se llamó “y nunca fueron las drogas”, es algo que venimos sosteniendo. Si revisas la literatura política y las noticias se habla del flagelo de la droga y no, el problema era la desigualdad, las casas de mierda en que vive mucha gente, la salud que tiene mucha gente, los sueldos de mierda, eso restringe tu libertad y si restringe tu libertad tu estás más en riesgo frente a prácticas como por ejemplo el consumo de drogas que siempre tienen riesgo.
¿Cómo se expresa esto en datos?
Cuando miras las estadísticas de los detenidos por ley de drogas, el 85% son jóvenes con suerte estudiantes y/o dedicado a construcción y comercio. No es que sean ellos los que consumen; aquí consumen todos, pero a los que pillan es a ellos. Las probabilidades de que vayas a hacer una redada a una plaza en la pobla y revises los bolsillos de ellos y te los lleves a todos por porte es casi del 100% y que tú como paco tengas una muy productiva noche de cacería. Si haces eso en una plaza de Lo Barnechea, es más difícil porque el cabro no tiene que salir a la calle a fumar.
La desigualdad se expresa en la calidad de la droga que consumimos. Hay un dato que es muy interesante con respecto al alcohol. Según datos oficiales del Senda, en los sectores altos de la sociedad se consume más alcohol que en los sectores bajos por una cuestión de acceso, y cuando revisas las cifras del estudio y ves dónde hay más consumo problemático de alcohol es en los sectores populares. Ni siquiera es una cuestión de cantidad, tiene que ver con las calidades de lo que se consume.
Ahora que vamos a entrar en la discusión de la Constitución ¿A ti te gustaría entrar en ese debate? ¿Te gustaría ser delegado?
Completamente. Nosotros en las editoriales hablamos de que hay que avanzar en un nuevo pacto social y eso es avanzar en una nueva Constitución. Esta es una mala Constitución no puedes tener una Constitución donde el agua es privada, eso es una anomalía, un error en la matrix.
Nosotros queremos que la gente participe, yo estoy por el apruebo, pero en este nuevo Chile hay que entender que hay gente que puede estar por el rechazo, eso es legítimo es válido, no tenemos que sacarnos los ojos por eso.
Lo primero que me importa es que participe mucha gente y que como decía Leonel Sánchez, que ‘gane el más mejor’, que yo espero que sea el apruebo.
Un nuevo marco regulatorio
¿Cuál es el marco regulatorio ideal que ven ustedes?
No hay que confundir la normalización social, cultural y política que vivimos con una nueva regulación. Hoy te pueden llevar preso por exactamente las mismas razones que te podían llevar preso el 2005. Eso no ha cambiado. No hemos movido la aguja de ahí.
Reflejo de eso es que el año 2019 fueron detenidas más de 26.000 personas por porte consumo o cultivo, que son faltas, ni siquiera delitos. Es el problema que viven los usuarios medicinales y la pelea que está dando Daya hace mucho rato. Necesitamos cambiar las leyes. El cambio social y cultural está mucho más avanzado, pero en el plano concreto de la realidad concreta que es una normativa y las legislaciones no hemos movido la aguja.
Eso se viene ahora porque hay una arremetida por parte de este gobierno importante en estas materias y esto es política. En política cuando tú no ganas es que otro está ganando. Mientras uno cree que no está pasando nada, los otros están avanzando.
Hay una arremetida que siempre puede ser peor.
¿Hay políticos que se aprovechan de este tema?
El tema drogas es un fetiche para la clase política que durante muchos años ha servido como una gran excusa. Es más barato hablar del ‘flagelo de la droga’ que de cómo subimos el sueldo mínimo del país. Ese es un tema caro y largo. Con el otro hacen una redada y se sacan la foto y aparecen haciendo algo aunque valga madre.
Los únicos que han ganado con esta no nueva regulación, son los traficantes de marihuana. A mí me gusta mucho la mirada detrás del modelo uruguayo. Una nueva regulación debería regular el acceso de las personas adultas al cannabis y para eso básicamente hay tres vías.
La primera es el autocultivo, que debe ser regulado y ordenado para que los usuarios se regulen porque si es auto-cultivo no necesitas mil matas, pero también para que los pacos entiendan que si alguien tiene una mata de marihuana no es narcotraficante.
El segundo nivel son las asociaciones de usuarios o clubes cannábicos, tienen muchos nombres. Son asociaciones sin fines de lucro, con una cantidad de gente acotada que cultiva o inventa un sistema con una cuota de inscripción, donde ellos se auto proveen de manera colectiva.
Sin embargo, todo indica que en Chile se consume mucha marihuana, y en un país tan desigual como este. No todo el mundo puede autocultivar. Es super bonito el discurso de la ganja sin valor, sin lucro y toda esa historia, pero si vives en una casa de 20 metros, no puedes hacer un indoor adentro.
Hay que democratizar el acceso a la droga…
Es muy noble la idea de todos autocultivando pero no va a ocurrir desde variables más superfluas, como que hay gente que no tiene talento para el cultivo. Hay gente que no le gusta, le gusta fumar nada más. El autocultivo no sirve para todos.
Entonces, hagamos instancias colectivas sin lucro asociado, como las asociaciones y los clubes. Pero en Chile tendríamos que tener alrededor de 8500 asociaciones tomando en cuenta la cantidad de usuarios que hay en el país. Eso no es viable de controlar.
Entonces, hay que regular el mercado, que es una tercera alternativa, para personas que por distintos motivos no van a cultivar, no van a ser parte de una asociación, pero necesitan o les gusta consumir y pueden acceder a un mercado y eso es dispensarios de marihuana. Lo bonito es que como esto no existe, si nosotros contribuyéramos, podríamos crear un mercado hermoso. Un mercado donde el que invierte, el emprendedor o emprendedora gane lo que tenga que ganar, pero donde le puedas poner límite a la ganancia, limitar la participación de extranjeros para que la plusvalía se quede acá para que no nos pase lo que pasa con el cobre.
¿Cómo se regula eficazmente el mercado?
Hacer un comercio a escala humana, para evitar las concentraciones para que no se desbande, regulación de la publicidad, donde se aplique un impuesto específico del 100% y la gente la estaría comprando igual o a menor precio que el mercado negro, una sustancia de calidad y con la certeza de que estás pagando sueldos, economías circulares, donde la mitad de tu plata se vaya para hacer prevención y tratamientos para la gente que lo necesita.
Es importante apurar la regulación, porque la regulación va a ocurrir. Canadá tiene esto regulado, es cuestión de tiempo.
El punto es que sin la participación de la sociedad civil esto va a terminar siendo una regulación que va a terminar favoreciendo a los de siempre.
¿Cuál es el rol de la educación en todo esto?
Tenemos como sociedad que re educarnos en materia de drogas. La ignorancia como decía el psicólogo, no es una cabeza vacía, es una cabeza mal llenada. Nosotros tenemos la cabeza muy mal llenada con información sobre drogas. Aquí hay que educar porque las sustancias no son inocuas, no son para todos, no son para todos en todo momento.
Yo respeto que cada persona hacia adentro de su cuerpo es su propio amo o ama, pero no queremos que la gente se haga daño.
El plan con respecto al cannabis está perfecto, pero en los últimos años hemos visto emergencia de consumo de otras drogas como éxtasis, MDMA, hongos, LSD. ¿Qué pasa con ese debate?
Las sustancias son distintas en su efectos y riesgos, pero si me preguntas a mí, nosotros estamos a favor de la despenalización del uso de cualquier sustancia. Lo que no significa que van a tener el mismo sistema de regulación que la que pensamos para el cannabis. Las sustancias vegetales tienen la ventaja de que se pueden autocultivar. No necesariamente autoprocesar, porque tu puedes tener adormideras en tu casa, pero llegar a producir heroína con una mata de adormidera es medio complejo.
En ese sentido, el cannabis es un poco diferente. Hay sustancias como la Cocaína que el Estado las podría proveer y aquí no te estoy hablando de un invento chileno o una idea de Cáñamo. En Europa e incluso en Latinoamérica en algunas partes tienes las terapias de sustitución donde, en el caso europeo, a los compadres le cambian heroína por metadona que es una sustancia de una naturaleza similar, pero de mucho menor riesgo y eso lo provee el Estado.
La educación acá es clave, no se trata de promover consumos. No es nuestra filosofía. En ninguna edición de Cáñamo hay una referencia a eso. No es nuestra postura. Pero lo que sí nosotros aceptamos es que la realidad del consumo de cannabis y de otras sustancias existe y que a esas prácticas no se pueden abordar desde el derecho penal o la persecución criminal, se hacen a través de otro tipo de políticas con otro tipo de énfasis, eso lo tienen en común todas las drogas.
¿Y cómo avanzamos entonces?
Entre más regulación y más abastecimiento regulado haya de la sustancia, será siempre mejor para la sociedad. Cuando tú dices M, en la cultura popular hay muchos M, estamos hablando de la pastilla o hablando de MDMA puro, porque la pastilla no solo tiene MDMA, a veces tiene más anfeta.
Si hablamos de LSD, lo que el usuario ve es un papel estampado, pero no tienes idea si eso tiene lo que dice que tiene y en qué cantidad lo tiene porque no hay regulación en su fabricación.
Enfrentados a esa realidad, yo preferiría regular eso. No puedes penalizar a los usuarios por ser usuarios, pero si es un problema lo que se echan para adentro, entonces, regulemos lo que se echan para adentro.
Todas estas respuestas no son perfectas, porque todos los días aparecen cosas nuevas. Hay un punto de partida que es central: las actuales políticas de droga, sus reglamentos, el enfoque prohibicionista que tienen han sido un fracaso. Lo que hemos hecho hasta ahora no ha resultado, no hay menos tráfico, no hay menos consumo, no hay menos delincuencia asociada.
Llegó el momento de empezar a ensayar otras alternativas.