En Chile se toman ansiolíticos y antidepresivos como si fueran dulces.
Para realizar este artículo, se preguntó abiertamente en redes sociales a jóvenes de entre 20 a 29 años si alguna vez en su vida habían usado Clonazepam sin importar las razones. En un día, más de 80 jóvenes respondieron que efectivamente habían usado benzodiacepinas por diversos motivos que decantan en una preocupante conclusión: la automedicación para otorgar un respiro artificial a tus preocupaciones diarias responde a un país que poco y nada hace para resguardar la salud mental de sus ciudadanos.
El clonazepam/ravotril llegó hasta la opinión pública cuando Raquelita Calderón aseguró estar bajo su influencia + alcohol al filtrarse un video “íntimo” de ella junto a la bailarina Valentina Roth. La situación generó tal impacto que es imposible hablar del ravotril sin tocar el tema, pero lo cierto es que la exposición de dos figuras públicas generó una especie de mea culpa nacional donde un gran porcentaje de los chilenos sintió –para callado- que la situación no era ajena a su realidad.
Veamos cifras: en Chile se venden más de 4 millones de cajas de clonazepam y otros ansiolíticos al año; sin contabilizar las dosis comercializadas al por mayor en internet y cuyo acceso es increíblemente fácil. De hecho las páginas de dudosa reputación que venden clonazepam aparecen antes de la descripción del fármaco en Wikipedia.
Los mismos jóvenes que fueron consultados mediante la encuesta aseguraron que habían adquirido ravotril por internet o a través de un familiar cercano como una forma de apalear las presiones del día a día o por un caso puntual –crisis de pánico, insomnio o estrés-.
“En los sectores populares el abuso de las benzodiacepinas está vinculado a las ferias libres –donde se venden y compran junto a frutas y verduras- a vista y paciencia de las autoridades” señala el psiquiatra Rodrigo Paz.
Según sus palabras, la gente de los sectores populares recurre a la automedicación de ansiolíticos debido a la poca cobertura en los consultorios en lo que a salud mental se refiere. Pero los jóvenes también son compradores asiduos de benzodiacepinas dándoles uso principalmente en las fiestas.
“Te mantienen despierto y puedes tomar más alcohol o por el contrario, te duerme. Interactúan con diferentes neurotransmisores del sistema nervioso central” agrega el toxicólogo Andrés Tchernitchin.
Los efectos del clonazepam durante la etapa adulta son diferentes en comparación con los primeros años de la adolescencia.
Estudios recientes han demostrado que al mezclar benzodiacepinas con alcohol en la pubertad produce un efecto estimulante contrario al relajo e inducción al sueño que sucede en la adultez.
“Los adolescentes de sectores populares llaman a la mezcla de alcohol y clonazepam como el trencito debido a las características que tiene el empaquetamiento del fármaco” asegura Paz.
No está demás decir que la mezcla es increíblemente peligrosa. En palabras simplificadas, te deja en estado zombie creando lagunas mentales e incluso puede provocar la muerte.
Pero el creciente uso de las benzodiacepinas –especialmente del clonazepam- va más allá de la situación carrete. Los jóvenes con problemas de ansiedad las usan como una vía de escape que parece efectiva pero finalmente actúa como cualquier droga: un efecto placebo que funciona de forma momentánea con efectos secundarios a largo plazo.
“No se trata la causa del síntoma. El peligro de la gente joven es que se automedican sin acompañarlo con una terapia que ataque la causa. Las enfermedades que producen angustia muchas veces son desencadenadas por problemas sicológicos” agrega el especialista.
Las personas que sufren de ansiedad buscan terminar con los síntomas de su problema y ven una salida fácil consumir una pastilla que produzca letargo en lugar de atacar la causa.
Una persona que usa benzodiacepinas por presentar problemas ve la reaparición de los síntomas al dejar de consumir el remedio en cuestión. Esto es lo que genera dependencia.
¿Pero qué hace a los jóvenes recurrir cada vez más al uso de pastillas para terminar con los síntomas del estrés que viven a diario y de forma sostenida durante años?
Según Paz, la hipótesis se divide en dos: la presión social que exige nuestro sistema económico y la displicencia del Estado al enfrentar el tema de la salud mental.
“Vivimos una forma de neoliberalismo donde todo está privatizado, y por otro lado un modelo muy exigente. Una cultura que te pide materialismo y también, ser exitoso bajo la demanda del éxito: ser lindo, ganador, popular y atlético”.
“Si agregas un tercer ingrediente, es la identidad frágil. Cuando se juntan estas cosas y se le agrega el factor de la dinámica de las ciudades grandes donde se han desintegrado las formas de comunicación en el mundo vecinal, tenemos la fórmula perfecta para la creación de jóvenes que recurren a las benzodiacepinas para hacer frente al mundo donde están insertos”.
Ningún candidato se ha referido a la salud mental. No hay referencias. Finalmente se traduce en estas tasas de suicidio, ansiedad y estrés.
Chile y Corea del Sur son los únicos países OCDE donde el suicidio juvenil va en aumento. 1 de cada 5 niños en el país tiene trastornos psiquiátricos graves y los adultos jóvenes –millennials- presentan una tasa de trastornos del ánimo de 1 de cada 4 personas cuando la media mundial es del 1 al 6.