Los clubes de masturbación entre hombres existen desde hace alrededor de 20 años en Estados Unidos y puedes encontrar 18 a lo largo del país en la actualidad. Mientras tanto, Australia y Canadá cuentan con dos clubes y Reino Unido con uno. En Madrid, Nacho G., de 43 años, acaba de crear otro.

Pajas Entre Colegas, es un proyecto que lleva años en pie. Partió cuando las reuniones de Nacho en domicilios particulares quedaron pequeñas. Fue allí cuando encontró un antiguo bar de copas de unos 100 metros cuadrados con un aforo para 70 personas en Alcorcón. 

Ahora las paredes tienen grafitis, hay colgadores para la ropa y lockers para los objetos de valor. El bar cuenta con sillones amplios y dos pantallas gigantes que emiten, exclusivamente, vídeos de hombres masturbándose. 

Habitualmente suena jazz suave con una iluminación tenue e indirecta. 

“Por lo general, cuando algún miembro termina, no se suele ir”, explica Nacho para El País. 

Nacho relata que los participantes se quedan para repetir “tantas veces como quieran o puedan durante las tres horas que dura cada evento. Entre orgasmo y orgasmo siempre se charla, como si fuésemos viejos amigos, sin malos rollos. Sin vergüenza”.

El contacto físico entre hombres, si son heterosexuales, sigue siendo un tabú. Existen términos como Pajillero o Pajero usados de manera despectiva para definir a un hombre raro, poco agraciado o socialmente inadaptado. 

La Asociación Mundial para la Salud Sexual confirma que hay más masturbación y menos sexo entre parejas que nunca y esto no es debido exclusivamente a la pandemia.

El sexo entre jóvenes es una tendencia a la baja desde mediados de la década pasada, según un informe de la Universidad Estatal de San Diego compartido por CNN.

Cada vez los jóvenes se independizan más tarde y, entre adultos, el desarrollo de la tecnología y las comunicaciones han hecho que un maratón de series sea más apetecible que un coito.

En estas circunstancias, el discurso de Nacho defiende, ante todo, una realidad horizontal, igualitaria y segura. 

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“No discriminamos a nadie”, explica Nacho. “No evaluamos a los posibles miembros en función de la edad, la raza, el origen étnico, el tipo de cuerpo, el nivel de condición física o la orientación sexual”. 

Él mismo se encarga de remarcar que lo que se hace en su club no es necesariamente homosexual, pero sí homoerótico. Parte de la misión de estos clubes es reivindicar lo homoerótico entre hombres heterosexuales. 

Nacho lo sabe bien, porque él lo es. Simplemente, explica, es también un hombre que disfruta masturbándose con otros hombres.

“Estos grupos no surgieron repentinamente, como se cree, tras la crisis del sida. Los hombres se han estado reuniendo para masturbarse en grupos, grandes y pequeños, desde mucho antes de que comenzara la historia escrita”, relata el fundador de Pajas Entre Colegas. 

Las cifras y relatos consultados por ICON de forma anónima lo avalan.
Algunos hombres en la frontera entre treinta y tantos y cuarenta y pocos lo recuerdan vivamente. 

M., de 42 años, es heterosexual y la suya es la historia de muchos otros chicos que descubren el porno cuando internet no estaba en todos los hogares.

Si un amigo conseguía una cinta pornográfica, había que economizar recursos y aprovechar las circunstancias. Los colegas del barrio quedábamos mucho para hacernos pajas en comunidad”, relata M.

Recuerda que “una vez un amigo encontró a su padre un montón de películas porno debajo de la cama”. 

“En el instituto, por las mañanas, iba pronto a su casa a ver aquellas películas horribles dobladas al español. Lo hacíamos los dos en el sofá, uno al lado del otro, sin mucho problema, hasta que alguien nos dijo que eso era de maricones. Desde entonces nos pusimos unos cojines a modo de biombo”, explica M.

Las instancias del anónimo pararon debido a que: “hubo un momento en el que, de repente, nos entró la idea de que vernos los penes unos a otros estaba mal”.

“Creo que aunque la pornografía esté ahora al alcance de cualquiera, en cada rincón del mundo siempre hay una reunión masturbatoria de dos o más hombres”, reflexiona Nacho G, “por venir a un club de este tipo nadie te va a quitar la hombría”.