Cuando pienso en cocaína es inevitable recordar todas las películas que adoro. La mayoría de ellas retratan mafiosos italoamericanos que viven un auge y caída estrepitoso, siempre acompañados de un arma y línea de coca cerca de su metro cuadrado.
La cocaína representaba el auge y glamour de los años 80 en Estados Unidos, donde el frenesí del crecimiento económico se acompañaba del terror que producía una inminente guerra nuclear con el alicaído bloque soviético. Vivías rápido y gozabas sin tomar en cuenta el daño que produce inhalar cocaína, adquiriendo un estatus de poder y estilo de vida sibarita, y todo gracias a la droga que transformó naciones completas gracias al narcotráfico en producciones industriales.
La cocaína es una mierda. Es decir, eres libre de hacer lo que quieras con tu vida, pero tomemos en cuenta que la producción de coca es realmente un bodrio desde principio a fin: deforesta selvas vírgenes destruyendo ecosistemas completos, genera empleos mal pagados y explotación infantil, produce adicción, problemas cardiacos y dentales a corto plazo, además de aumentar el crimen tanto en los países donde se distribuye como los que sirven de puente para su exportación.
En la actualidad, la cocaína vive un auge, sobre todo, en nuestro país, Chile.
Acorde van pasando los años, he podido ver cómo la cocaína es un componente más dentro de las fiestas. Ya no es parte de una película que vi durante mi adolescencia, cuando fumar marihuana era un acto de rebeldía. Tampoco se trata de una droga de moda entre solo nuestros amigos mayores –esos que creen que aún estamos en los 90’s– pues puedes ver consumidores de toda clase de edad.
El consumo de cocaína se ha trasladado a universidades e incluso colegios. Su público es cualquiera que pueda pagar por una o dos líneas de dudosa calidad. Y no, no estamos hablando de un supuesto: la cocaína y su consumo realmente he aumentado en nuestro país de forma exponencial.
Si bien hasta el 2016 las cifras de consumo habían disminuido, el año pasado los informes internacionales respecto al tema indicaron todo lo contrario.
Así señala el estudio de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDD), que posiciona a nuestro país como el tercer consumidor de cocaína en América, tan solo debajo de Estados Unidos y Uruguay, pero sobre Argentina, Brasil y Colombia.
Pero la relación de nuestro país con la cocaína o el jale no es nueva. De hecho, toda la industria del narcotráfico le debe a nuestro país haber sentado las bases para su distribución.
Un poco de historia
La relación tortuosa de la cocaína se divide entre dos naciones según lo que la opinión pública quiere que creamos: entre Colombia -productor- y Estados Unidos -principal consumidor. Sin embargo, existen eslabones perdidos importantísimos dentro de la historia de la cocaína, siendo Chile uno de ellos.
El puerto de Valparaíso fue el principal distribuidor de coca durante la década de 1940 según la investigación de Paul Gootenberg recopilada en el libro Andean Cocaine: The making of a global drug.
Dentro del texto –cuya elaboración tardó 17 años– Gootenberg afirma que nuestro país fue el principal productor de cocaína en el mundo desde 1950 hasta 1970 y Santiago una ciudad donde su consumo era recurrente.
Sin embargo, la situación cambió luego del golpe de estado en 1973 cuando Pinochet intentó ganarse la simpatía de Estados Unidos sumándose a la campaña global antidrogas exiliando a más de 19 narcotraficantes y destruyendo los laboratorios de coca emplazados principalmente en Arica.
Posterior a eso, muchos acusan a los noventa como una época de frenesí coquero en nuestro país, donde el consumo aumentó sin parar hasta el 2008, año en que disminuyó. Lo anterior es parcialmente cierto, porque antes de 1994 no existían estudios que retratasen la cantidad de consumo de marihuana y cocaína en nuestro país. También se habla de que Pinochet fue quien finalmente financió su policía secreta con laboratorios de cocaína en Talagante, pero las investigaciones respecto al tema son deficientes.
Como sea, la cocaína se transformó en una droga de uso recurrente en cierto sector de la población, y desde ese punto hasta ahora, Chile se convirtió en un país que servía de puente para llevar la mercadería a Europa a uno de consumo frecuente.
¿Qué llevó a que nuestro país inhale más y más y cada año más?
Y aquí está la respuesta
El consumo de cocaína en Chile no llega a niveles estratosféricos. Pero sí somos el único país latino junto a Uruguay que aparece en la lista (los países productores presentan tasas de incidencia mucho menor).
Somos una excepción a la regla gracias a la disponibilidad de la sustancia al estar cerca de países productores y además hablamos de una droga que produce adicción rápidamente. Agregando, Chile representa un mercado atractivo por el auge económico que ha tenido durante las últimas décadas siendo el consumo de coca exponencial a ello.
“Chile representa un mercado atractivo por el auge económico que ha tenido durante las últimas décadas siendo el consumo de coca exponencial a ello”.
Desde el SENDA (Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol) Jimena Kalawski reafirma esta información, y nos entrega una idea sobre el perfil de un consumidor recurrente.
“Hoy en día somos un país que no solo consume cocaína, sino también sus derivados como la pasta base. La cocaína tiene algunos efectos estimulantes que funcionan a nivel emocional haciendo atractivo el inicio del consumo gracias a la pseudo sensación de aumento de la autoestima y la seguridad personal” nos cuenta.
“Pensamos que tradicionalmente en Chile tenemos esta noción de que somos inseguros y ofuscados personalmente en relación con otros países de la zona. En ese sentido la cocaína pasa a ser algo funcional, pero finalmente, termina por destruir la eficacia y moral de quienes la usan”
La cocaína -más que la pasta base- entrega periodos de tiempo sonde aumenta la alerta, la energía y disminuye el hambre. Eso también hace que la sustancia sea adictiva para trabajar jornadas más largas y hacer turnos nocturnos como conducir de noche.
La cocaína y el alcohol
Se asocia el consumo de cocaína como una droga usada para seguir de fiesta. Muchos estadistas aseguran que tomar trago es una puerta de entrada para drogas como esta. Pero lo anterior es falso.
“Son los mínimos. Hemos visto que el consumo permanece por sí solo, pero hay personalidades que enganchan mucho más con una o con otra. La gente que usa cocaína para seguir de fiesta hasta tarde es mínima porque es un estilo de vida que no se puede sustentar mucho en el tiempo” agrega la también jefa de la División Programática de SENDA.
Consumir grandes dosis de alcohol y grandes dosis de cocaína hace colapsar al cuerpo de diferentes maneras: físicas y al nivel de lo que puede resistir el sistema nervioso central.
“El perfil del consumidor de cocaína en Chile es una persona que se encuentra sometida a altos niveles de exigencia con una autoestima disminuida y pocas habilidades de auto cuidado, además de carecer de una red de apoyo que le permita mirar cuando está traspasando los límites. Son personas que son abandonadas por sus amigos porque se disparan del común de la gente, incluso las que salen mucho de fiesta”
También son personas con un largo historia de dolor, sufrimiento y fracaso. Respecto a sus características etimológicas, el consumidor de cocaína habitual es hombre y tiene entre 25 y 30 años.
La hipótesis para explicar el alza del consumo de cocaína coincide con el periodo de mayor desarrollo de nuestro país donde aumentó la oferta, pese a que la percepción de riesgo de consumir cocaína se mantiene alta.
A grandes rasgos, SENDA tiene campañas de prevención masivas orientadas a sensibilizar sobre el tema, además de trabajar en 12 mil establecimientos educacionales con políticas y programas preventivos como también en empresas para hablar sobre el consumo en contextos laborales.
Finalmente, y retomando la conversación inicial, jalar coca es una mierda. Es una mierda lo que te hace al estar disfrazada de una solución cortoplacista para problemas de largo aliento. Pide ayuda si te encuentras en una situación que no puedas controlar llamando número de emergencia de SENDA: 1412.
Y si sientes curiosidad, simplemente no lo hagas. No hay un desenlace específico para lo que puede ocurrir después de esa primera experiencia. Además, te lo han advertido hasta el cansancio: los problemas que produce la cocaína en tu cuerpo son notorios, y provoca disfunción eréctil además pérdida del placer sexual ¿Quién rayos querría eso para su vida después de todo?