¿Por qué no podemos ser como los ecuatorianos? Es la pregunta que nos hacemos tras el alza del metro y toda la línea de buses Red (otrora Transantiago). Solamente bastaron dos semanas de intensas protestas para que los indígenas, estudiantes y trabajadores del país andino salieran a la calles unidos bajo la misma causa: lograr derogar el decreto que terminaba con el subsidio a los combustibles vigente desde hace 40 años.
“Como resultado del diálogo se establece un nuevo decreto que deja sin efecto el decreto 883, para lo cual se instala una comisión que elaborará este nuevo decreto”, anunció el coordinador de las Naciones Unidas en Ecuador, Arnaud Peral.
Sin embargo, esta victoria popular, que nos recuerda a la dimisión del gobernador de Puerto Rico gracias a los movimientos populares, tuvo un costo bastante considerable: 8 muertos, 1.350 heridos y cerca de 1200 detenidos por fuerzas especiales o militares.
La provincia de Pichincha, situada al norte del país, registra el mayor número de ciudadanos detenidos, un total de 532, le sigue Guayas con 310 aprehendidos.
Ecuador destinaba más de US$1.300 millones al año a subsidios al diésel y a la gasolina y el gobierno anunció su retiro para “estabilizar la solvencia del país”. Sin embargo, la ciudadanía rechazó la medida afirmando que se trataba de una solución parche para poder pagar el préstamo otorgado por el FMI.
20 mil indígenas marcharon hasta Quito, se pronunció el estado de excepción e incluso, el presidente Lenin Moreno debió cambiar la sede de gobierno hacia Guayaquil, centro financiero y la ciudad más grande de Ecuador. Para evitar más movimientos, el mandatario decidió convocar un mesa de diálogo para encontrar la forma de reemplazar el decreto por uno que no castigase el bolsillo de los ciudadanos.
“Con este acuerdo se terminan las movilizaciones y medidas de hecho en todo en Ecuador. Y nos comprometemos de manera conjunta a restablecer la paz en el país” señala el comunicado sostenido tras las conversaciones correspondientes.
Ahora, vamos a nuestro país: Chile tiene la gasolina más cara de América Latina siendo superado tan solo por Uruguay con un promedio de 1,19 dólares por litro. La luz subirá un 10% antes de fin de año y se espera un aumento en la canasta básica producto de la sequía.
Chile ha crecido de forma constante en los últimos 20 años, es cierto, pero la calidad de vida y sus precios no se ajustan a una realidad difícil sobrellevar: la desigualdad en los ingresos.
Además, proporcionalmente, el precio del transantiago ha subido un 75% desde su implementación versus el sueldo mínimo que ha tenido un ajuste del 35% durante este mismo periodo.
Por eso la situación en Ecuador nos hacer ver cómo podemos inspirarnos para que se terminen los abusos, considerando que vivimos en un país de ingresos medios con precios semejantes a los de Europa y derechos como la salud y educación en manos de privados como en Estados Unidos.