Aprovechamos su visita a Chile para el Encuentro Internacional de Prácticas Críticas Moda Desobediente para charlar un rato con la artista.
Lucrecia Masson es una nómade, una migrante. Nació en Ombucta, una pampa seca, al sur de Argentina, pero vive ahora vive en Madrid, después de pasar por México y también por Barcelona.
Masson es transfeminista antirracista, gorda, activista, investigadora y escritora. Ha publicado en libros como Transfeminismo (Barcelona, 2013), Cuerpos sin patrones (Buenos Aires, 2016) y Barbarismos Queer (Bellaterra, 2017). Su libro Epistemología Rumiante, de la editorial Pensaré Cartoneras, funciona como una clave importante para entender la importancia de las fronteras, la gordura, la vida rural y los feminismos de este sur del mundo.
En la sala Can Felipe, en Barcelona, fue la artista tras la instalación Entrar al Estómago. En esta obra expuso algunos fragmentos de su investigación sobre gordofobia.
Conversamos con Masson en su visita a Chile para ser parte del Encuentro Internacional de Prácticas Críticas Moda Desobediente. Esto fue lo que nos dijo.
¿Cómo piensas el significado de la pertenencia siendo migrante?
Yo me siento del sur del mundo. Pienso que cuando estás en el norte, los nortes te lo hacen recordar. Mi proceso de llegar a España como migrante sin papeles y demás, fue todo un proceso de descubrimiento de una estructura racista del mundo que desde un lugar ingenuo, tal vez, no entendía. No pensaba que podía tener ese nivel de brutalidad.
Llegar a España me hizo entender que el racismo también afecta a los cuerpos de distintas maneras y en mi caso entendí muchas más cosas del racismo al llegar a España.
De esta manera aprendí que hasta las personas pueden ser ilegales. Algo que yo no pensaba. No lo había vivido.
¿De qué manera ser una feminista gorda te hizo vivir el ser ilegal en España?
No siempre fui ilegal, en un momento regularizo mi situación. Como migrante pensar el cuerpo desde el feminismo gordo/activismo gordo, tienen que ver con pensar desde un espacio de disidencia y un espacio de acción política. Estas propuestas radicales sobre la gordura y el cuerpo y su forma y funcionalidad, las pienso desde ese lugar migrante. Pienso el cuerpo gordo como una puerta a pensar la normalidad corporal desde su complejidad atravesada por otras tantas cosas.
Esta experiencia de ser un cuerpo migrante proveniente del sur global da pasos a tantas cosas como la crítica a los estándares de belleza europeos, a la normalidad, a la salud, a la alimentación, funcionalidad, agilidad, todo un mundo desde el orden colonial que requiera de cuerpos productivos, ágiles, blancos, esbeltos, refinados.
Las que no respondemos a eso siempre se nos está queriendo llevar a ese lugar, para que tu cuerpo se acerque más a ese lugar. Un cuerpo que produce y reproduce para el capital.
A veces parece que Latinoamérica es un laboratorio de experimentos colonizadores, pensando por ejemplos en las maneras en las que se nos dice cuáles son los cuerpos correctos. ¿Crees que sea así? ¿Crees que desde los nortes, Estados Unidos y Europa, se configura el discurso que adoptamos acá, y que desde este sur es difícil emanciparse de estos mandatos?
Un ejercicio que debemos hacer es desaprender esas formas, mirar otras cosmología, pensar desde ahí desde construir y vivir nuestro cuerpo desde otro lugar, para poner en acción otras epistemologías.
En un espacio en Guatemala, muchas mujeres hablábamos de distintas cosas como el cuerpo, las tallas, las medidas, y el peso, la vejez, la capacidad, un grupo de mujeres maya comentaban que dentro de su manera de entender el mundo las tallas, las vestimentas, se definen como “la niña, la joven, la adulta”, entonces las tallas tienen que ver con etapas de la vida y no con tamaño del cuerpo. Ahí cambia la lógica. No está operando la lógica del espacio, que es la que opera en occidente que estandariza el cuerpo y dice pequeño, mediano, grande sino que opera la lógica tiempo, la dimensión tiempo y da un resultado muy distinto en cuanto a la relación que tenemos con los cuerpos. Hay una posibilidad de honrar el paso del tiempo.
Como transfeminista gordx me toca también, al igual que tú, tener que estar recibiendo comentarios de hombres hetero-cis que te cuestionan lo que te metes a lo boca, lo que compras y lo que consumes.
Tanto la izquierda como el feminismo, el feminismo blanco tiene una moral tan fuerte que están todo el tiempo presionando y molestando. Se obedece una moral muy inflexible.
Muy utópica
Sí, muy utópica. Esta moral está todo el tiempo tratando de imponer, y ese es el “deber ser”, el como debemos ser. Estos hombres hetero-cis de los que hablan siempre se dicen a si mismos como sujetos muy concientizados del mundo que se sienten con el poder de imponer su moral y dentro de esa moral está la alimentación, desde luego, así como podría estar la música, y tienes a las feministas diciendo que no se puede escuchar reggaeton por ejemplo. Es todo parte de una moral bastante pesada.
Esto tiene que ver con un disciplinamiento. Las personas van a comer lo que puedan comer, y esa comida se genera en condiciones de explotación y las verduras que come alguien que dice que vive saludable también se genera en condiciones de explotación.
Claro, el tema se trata de la estructura de explotación por el que llegan los alimentos que nos metemos a la boca, más que otra cosa.
Creo que cada quien debe decidir lo que se coma. No digo que todo da igual, pero sí que digo que según de quién venga yo no voy a aceptar una imposición moral. Creo que la izquierda y el feminismo cae mucho ahí.
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