Desde un grito a insinuaciones invasivas y hasta un chofer masturbándose al volante, prácticamente todas las formas conocidas de acoso estuvieron presentes en sus relatos.
“Me das el derecho a hacer cualquier cosa contigo”
Karen esperaba un colectivo a la salida del departamento de una amiga, en una noche de fútbol chileno. Decidió pedir un móvil con EasyTaxi, en vista de que no aparecían vehículos de locomoción colectiva. “La demanda era bien alta. Todos me cancelaban las carreras porque tomaban otras rutas. De repente, uno me aceptó; lo esperé y en eso justo llega un vehículo. Se paró donde estaba yo. Pensé que era el mío, y me subí”:
“¿Eres Natalia?”, me pregunta.
“No, soy Karen”
“Ya, bájate”, me dice con rabia.
A lo lejos, Karen grita y reclama sobre las aplicaciones y que no iba a encontrar taxi nunca. “Él paró el taxi y se devolvió a preguntarme qué le había dicho. “‘¿Ves? Ahora me das el derecho de hacer cualquier cosa contigo, porque me estás tratando de esa manera‘, me gritó. Traté de tranquilizarlo, y el tipo siguió buscándome y hasta se bajó del auto. Justo pasó otro taxi y pude irme; ahí anoté todos los datos y reclamé. Me dijeron que lo habían amonestado”. A pesar de la sanción, Karen reflexiona sobre la nula sensación de protección a bordo de los taxis. “Uno toma taxis por estas aplicaciones para sentirse segura y…nunca estamos seguras”.
Un buen servicio
Nan Rodríguez tomó un taxi a través de Cabify un sábado por la mañana. Lo que inició como una conversación normal entre conductor y pasajera, terminó bastante perturbador. “El chofer comenzó a decirme que yo era una de sus pasajeras más lindas, y ahí solo sonreí. Después, me dijo que a él le gustaban las prostitutas, que siempre iba a buscar a una pasajera que lo era, y que antes de bajarse ‘le entregaba un buen servicio’. La verdad, tuve miedo de decirle algo más por temor a que me llevara para otro lado”, expresó Nan, quien retrata una situación común entre las usuarias de taxis, quienes prefieren no continuar la discusión por no tener el control del vehículo. El peligro a las represalias es mayor.
“Tener los datos del hueón me daba cierta tranquilidad, y siento que lo manejé bien, pero fue más incómodo que la chucha. Me sentí intimidada y me descompuso”.
Seguro te gusta poco
El caso de Daniela aborda el miedo y los cuestionamientos que muchas mujeres experimentan tras una situación de acoso. “Tomé un taxi en Santa Rosa. A veces, los choferes te hablan y buena onda. De repente, no sé en qué volá, empezó a hablar de sexo: “seguro te gusta poco”, “¿te gusta arriba o abajo” “¿con la luz prendida o apagada?”. Yo le paré los carros; me bajé antes”. Al sentir que el conductor tenía todo el poder de la situación, Daniela no se sintió en posición de ser firme como le hubiese gustado. “Al final no hice nada porque quedas como impactada. Da miedo”.
Más incómodo que la chucha
Bárbara tomó un Uber el 23 de septiembre, a eso de las 2 y media AM. “El chofer era más joven que yo, me metió conversa y fui buena onda”. Todo bien hasta allí, pero el conductor se extralimitó, insistiendo en querer besarla, y en preguntarle el porqué de su rechazo. Para colmo, el viaje de Bárbara tomaba, al menos, unos 40 minutos entre Providencia y en Maipú, por lo que no era cosa de bajar del móvil y tomar otro. “Me ofreció parar el viaje e ir a tomarnos algo, y le dije que estaba muy cansada, que porfa me llevara a mi casa”. Contando los minutos para llegar a su casa, Bárbara se bajó lo antes que pudo, no sin antes tener que rehuir otro intento del chofer por darle un beso. Fue ahí que la joven reflexionó respecto sobre la falsa sensación de seguridad que la app podía ofrecerle. “Tener los datos del hueón me daba cierta tranquilidad, y siento que lo manejé bien, pero fue más incómodo que la chucha. Me sentí intimidada y me descompuso”.
¿¡Mucho color?!
Paty vivió una forma aún más violenta de acoso, que ya roza lo sexual.
“Fue por el 2013. Yo empecé a usar la app de SaferTaxi por recomendación de una amiga. Era tarde, como las 3 de la mañana y yo estaba en Providencia. Pedí el taxi y me pasa a buscar un tipo: Victor P. Me subo atrás y le pregunto si tenía cambio de 10 mil. Luego de preguntarle más de una vez, me responde “para una pasajera decente, claro que tengo”. No le di mucha bola, quizá debí haberme bajado ahí, pero no cachaba ni pensé nunca lo que podía pasar”.
“Cacho que el tipo pone la música fuerte y empieza a reclinar el asiento del piloto, como ‘poniéndose cómodo'”. El chofer se desabrochó el pantalón para masturbarse. “Fue en una milésima de segundo, pero para mí fue eterno. Para mi suerte, dieron luz roja en una esquina. Me vino como esa sensación en la guata de peligro, y le dije que no me iba a ir con él. ‘¿Oye pero cómo te vai a bajar?’, me dijo, abrí la puerta y salí corriendo, alcancé a llegar al edificio donde tomé el taxi. Fue horrible, principalmente por la sensación de miedo y vulnerabilidad“.
Paty pensó que el apoyo tras lo que vivió sería general, pero desde su círculo más íntimo vino el rechazo. “Mi pololo de la época con cuea pescó mi historia; hice la denuncia a Carabineros al otro día. Afortunadamente, me atendió una carabinera que me contó que a ella también le había pasado una vez en un taxi común y corriente, que los tipos ‘no respetan ni el uniforme’. Mucha gente se burló de lo que pasó diciendo que le puse ‘mucho color’. Me acuerdo que (el caso) hasta salió en la tele, pero no quise ir porque me daba mucho miedo: el tipo sabía a la dirección a la que iba, tenía mi teléfono y yo vivía sola. Reclamé a Safer y me dijeron que no podían hacer mucho porque eso lo veía Fiscalía y ‘que fuera cautelosa’. Lo único que me dijo SaferTaxi fue que habían desvinculado al tipo de la app, pero les pedí una prueba de eso y nunca me la dieron. Nunca más tomé más un taxi techo amarillo sola”.