De acuerdo al Registro Civil en 2021 hubo un 15% menos nacimientos que el año anterior. Una tendencia que se repite desde hace dos décadas, donde nuestro país sobrepasó la tasa de reemplazo, lo que significa que, literalmente, hay un déficit de personas para suplir a aquellas que se retiran de la fuerza laboral. Hablamos con tres mujeres que tomaron la decisión de no ser madres y una matrona, quién nos explicó el por qué de este fenómeno, que va desde la inestabilidad del sistema en el que vivimos, hasta un concepto históricamente relacionado a las mujeres: el cuidado.

Al comienzo de la pandemia del COVID-19 en Chile, pasear por internet era encontrarse con una serie de comentarios que iban desde el miedo por contagiarse hasta chistes sobre lo que se podía hacer durante el confinamiento. Muchos de ellos estaban relacionados a la sexualidad de las personas: más tiempo en casa, más horas para intimar, fue lo que se asumió en ese momento.

Si esos encuentros sexuales se concretaron o no es imposible de saber, pero sí es posible confirmar que cada año nacen menos personas en nuestro país: durante el 2020 se registraron 194.956 nacimientos, un 7% menos que en 2019, mientras que en  el 2021 hubo 178.024, lo que significa una disminución del 15%.

Desde el año 2000, el país también viene con una tendencia a envejecer. Como nacen menos personas y la población sigue cumpliendo años, no hay quienes reemplacen a los adultos mayores que se retiran de sus trabajos. “Cuando no se está alcanzando esa tasa de reemplazo hay envejecimiento de la población”, es lo que explica Marcela Puentes, directora de la Escuela de Obstetricia y Neonatología UDP y Premio a la Defensa de los Derechos de la Mujeres de la Confederación Internacional de Matronas.

Hoy en día no son sólo el acceso a métodos anticonceptivos y mayor presencia de mujeres en espacios laborales lo que hace que se postergue el embarazo, sino también la incertidumbre de quién cuida a los hijos e hijas cuando no está la madre para hacerlo, además de el colapso de la economía, el debilitamiento de la democracia o la crisis climática, preocupaciones que las familias comparten a nivel global.

Isabel Mella (34) es profesora en un colegio vulnerable de Santiago Sur. Hace unos meses terminó una relación amorosa con un hombre que fue su pareja por cinco años. “Yo quería tener hijos con él, lo habíamos conversado, estábamos en la misma página, pero de alguna manera esperábamos que el mundo ‘se arreglara’. Llegó el estallido, llegó la pandemia, perdí a mi mamá entremedio y ahora soy soltera. Pienso muchísimo en cuál va a ser el mundo que le dejamos a los más chicos y honestamente, creo que traer a un hijo al mundo, en el que hay tanta incertidumbre, sería egoísta de mi parte”. 

Ella repite que, incluso, aunque tuviera un hijo sola, no le alcanza el sueldo, y tras la muerte de su mamá, tampoco tiene un apoyo familiar para el cuidado de un futuro humano. “No sé qué planeta les estamos dejando y eso me da mucho miedo”, dice.

Las  referencias a la dificultad de la crianza coinciden con lo que Puentes considera una de las deudas de Chile frente a las mujeres que desean ser madres a través de la gestación. “Nuestro país se tiene que hacer cargo de hacer sentir que las mujeres puedan confiar en un Estado para poder embarazarse. Somos las mujeres las que cuidamos a niños y ancianos enfermos. Entre tanta labor de cuidado, se cuestiona si tener hijos o no, o cuántos se es capaz de cuidar. Mientras el Estado no se haga cargo de tener políticas públicas que incentiven la fecundidad o el tener hijos, las mujeres van a seguir pensando que tenerlos es una pega solitaria, en donde van a tener que perder libertades, disminuir las horas que trabajan para poder cuidar. Necesitamos mayor cantidad de salas cunas, asegurar el cuidado de los lactantes y niños antes de ir al colegio”, asegura.

Caterina Muñoz (31) es publicista de profesión, comparte casa con una co arrendataria y sus dos gatas. Ser mamá es una posibilidad que no existe para ella desde hace unos años. Su negativa, dice, se fundamenta en dos razones: los posibles malestares asociados al embarazo y el estado actual de la sociedad. “Hay muchos cambios y creo que tiene que ver un poco con que a nosotras nos romantizaron mucho el proceso de la maternidad, como que es muy lindo, es muy bello, pero en verdad, normalmente, se suele pasar muy mal y es un proceso en el que yo no quiero participar. No me siento capaz de criar una persona, un ser humano porque siento que el mundo es muy hostil. Una no lo podría proteger de todo eso, estaría demasiado preocupada de cómo él o ella podría vivir, existir en este mundo tan duro”, argumenta.

El mundo no está diseñado para nosotras

La disminución de nacimientos en Chile no es algo único en el mundo. Marcela explica que la tasa de fecundidad en Alemania es de 1.53, en Reino Unido de 1.56, mientras que los niveles más bajos son Singapur, Japón e Italia: “Nos estamos comportando como un país desarrollado y al tener una mayor esperanza de vida, la mujer va desplazando el deseo de embarazo, teniendo hijos con más edad”.

La matrona también suma el factor de aspiraciones personales y laborales de las mujeres: “El reconocer nuestros derechos, que somos capaces, que podemos tener otras expectativas de nuestras vidas, conocimientos y aportes a la sociedad ha hecho que nos replanteemos cuántos hijos queremos tener”.

Claudia (48) es periodista y desde muy joven trabajó en agencias de comunicaciones y marketing. Incluso fundó la suya cuando cumplió treinta años. “Con mucho trabajo logré ser respetada en mi profesión. Porque si un hombre es regular en lo que hace, recibe un buen puesto de trabajo, pero si una mujer quiere el mismo puesto, no puede ser regular, o buena, sino una súper heroína”, dice.

Te podría interesar: ¿A cuánto el kilo de guagua? Los costos de la crianza en Chile.

Cuenta que siempre soñó con ser mamá, pero que se cuestionó en varias oportunidades si postergar su vida personal o triunfar en lo profesional. Eligió la segunda. “Las metas en mi vida eran cada vez más grandes. Conseguir la casa propia. Conocer el mundo. Después arreglar la casa propia. Agrandar la agencia. Dar otra vuelta por el mundo. Pero encontrar un hombre y formar una familia siempre quedaban un poco relegadas, porque para eso se necesita tiempo. Y mucha disposición”, cuenta.

Hoy, cerca de los 50, su menopausia comenzó hace dos años aproximadamente. Cuando su ginecólogo le dio la noticia ella tuvo miedo de haber dejado pasar una oportunidad. “Para nosotras, el mundo no está diseñado con esas alternativas, o eres exitosa o formas una familia. Una u otra. Y ahí me pregunto ´¿Elegí bien?´ Sé que un marido o un hijo no son trofeos coleccionables, que no dan la felicidad que tanto buscamos como especie, pero si son experiencias que no he vivido y que me habría encantado vivir”

Lo que se puede predecir

“Esto no es algo que ocurrió de un día para otro”, enfatiza Marcela Puentes. Como Chile sobrepasó su tasa de reemplazo hace dos décadas, es posible predecir algunas consecuencias como la falta de cuidadores para adultos mayores, roles que probablemente sean asumidos por mujeres. La obstetra apunta a las políticas públicas como solución: “Los horarios de trabajo deben ser más humanos, porque si una saca la cuenta de cuánto se demoran las personas en llegar al trabajo es una hora, hora y media, más las nueve horas sin contar la colación, lo que suma diez horas de trabajo, más la vuelta, en total son casi 14 horas al día fuera de la casa, lo que no es bueno ni para las personas ni para los niños”.

“Tenemos un país donde la gente trabaja lejos y tiene bajos ingresos. Debería haber un pacto social que impulsara a poder pensar en tener hijos con una responsabilidad de un estado que ayude en la crianza”, concluye.