Organizaciones como la OMS y la comisión Time for united action on depression de la revista The Lancet, han alertado a la comunidad internacional para que se tomen acciones concretas para enfrentar el deterioro de la salud mental alrededor del mundo. En este sentido, el equipo de la publicación británica, el cual es conformado por especialistas de áreas como la psiquiatría, la psicología, las neurociencias, entre otras, solicitó que se pusiera especial énfasis en la población LGBTIQ+, los adolescentes, los refugiados y los “grupos étnicos históricamente perseguidos”.

Desde el 24 al 29 de enero de 2022 se realizó la 150ª reunión del Consejo Ejecutivo de la OMS, instancia en la que el director general de dicha organización, el biólogo Tedros Adhanom Ghebreyesus, abordó el tema de la salud mental como uno de los más urgentes a tratar en la actualidad.

Según cifras del organismo que dirige, 1.000 millones de personas viven con algún tipo de  desorden mental alrededor del mundo, mientras que de ese número, 280 millones corresponden a depresión y un 81% vive en países con ingresos medios y bajos. A aquello se le suma que el 5% de los adultos a nivel global sufre de depresión y que, en promedio, los países tienden a gastar menos del 2% de sus fondos sanitarios para tratar la salud mental.

Este escenario llevó a que tanto el director de la OMS en tal instancia, como un equipo de expertos asociados a la revista académica The Lancet, entre los cuales se encuentran psiquiatras, psicólogos, neurocientíficos, epidemiólogos, economistas, además de voces de otras áreas, solicitaran a los gobiernos de los países que se tomaran acciones concretas para enfrentar este escenario.

En una carta presentada por la publicación británica el pasado martes 15 de febrero, su comisión llamada Time for united action on depression solicitó que se abordara esta crisis no solo desde una mirada científica, investigativa y sanitaria, sino que también desde aristas políticas y civiles.

Según el documento, existen numerosos motivos de por qué este escenario no se ha abordado de manera global. Uno de ellos es que tanto la depresión como otros diagnósticos que afectan a la salud mental han sido “estigmatizados”, a pesar de “los avances en el conocimiento de las causas y la existencia de terapias eficaces”.

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La psicóloga y académica de la Universidad Adolfo Ibáñez, Fernanda Díaz Castrillón, considera que esto tiende a suceder porque “de alguna manera, la gente tiende a atribuir una intencionalidad a este tipo de trastornos, como si dependiera de la voluntad”.

En el caso de la depresión, la docente explica que, en general, las personas dejan de hacer las actividades que hacían habitualmente, ya que presentan una “baja de ánimo” o una sensación de que “las cosas no les van a resultar”, factores que “no pueden controlar, debido a que son parte del trastorno”. En ese sentido, “la estigmatización tiene que ver con que se asocie a que ‘eres flojo’ o ‘inútil’, entre otros adjetivos, los cuales quienes presentan el diagnóstico pueden empezar a creerse”.

A aquello le sumaron desde la organización internacional que los tratamientos no son “sencillos”, debido a que los pacientes pueden presentar variedad en los síntomas, la intensidad y en los periodos en los que se ven enfrentados a esto, un escenario frente al que todavía muchas naciones no están preparadas.

“En los países que carecen de sistemas de seguro de salud mental o de cobertura sanitaria universal, conseguir ayuda para la depresión, especialmente a largo plazo, puede ser casi imposible, condenando a muchas personas a un sufrimiento innecesario. Esta situación es inhumana y contraria al progreso social”, precisó la comisión de The Lancet en el escrito disponible en su página web, para luego añadir que “se requiere una política nacional y una inversión en todos los sectores, como la sanidad, la educación, el empleo y los servicios sociales”.

En el caso de Chile, Díaz asegura que el acceso “en general en el sector público, sobre todo estos últimos dos años de pandemia, está colapsado”, debido a que “las horas que tienen los especialistas son muy pocas” y “no hay atención para aquellos cuadros que son más graves”.

En este sentido, explica que “el sistema público de ahora es una vez al mes, con psiquiatra una vez cada tres meses” y a pesar de que estos tratamientos sean focalizados, la especialista detalla que “requieren de una cierta sistematicidad, o sea, que puedan ir una vez a la semana y que tengan interconsultas con psiquiatras también de una manera regular, lo cual se hace muy difícil”.

Por este tipo de situaciones, desde la comisión hicieron un llamado a la comunidad científica para que se adopte un “enfoque multidimensional” con el objetivo de “desarrollar la investigación interdisciplinaria y colaborativa necesaria para fundamentar la prevención y la atención”.

Junto con ello, la comisión exigió que dentro del análisis se considerará la amplitud de los factores culturales, políticos y sociales de cada territorio. Precisaron que “parte de esta perspectiva debe incluir la ayuda a poblaciones ya estigmatizadas o criminalizadas, como las personas LGBTQ+ y las de grupos raciales, indígenas y otros grupos étnicos históricamente perseguidos”, además de “millones de personas afectadas por conflictos civiles y violencia”, como refugiados e inmigrantes, “quienes corren el riesgo de sufrir secuelas a largo plazo, como depresión y trastorno de estrés postraumático”.

De la misma manera, detallaron que los adolescentes “necesitan apoyo urgente”, debido a que según sus cifras, el riesgo de padecer depresión aumentó considerablemente con la pandemia. Frente a esto, Díaz asegura que estos sectores “efectivamente están más expuestos a tener problemáticas afectivas” como las mencionadas, lo cual podría estar ligado, en parte, a “entornos vulnerables en donde no se tiene acceso a servicios, derechos o bienes que son fundamentales para la vida”.