Deftones hizo tres conciertos, en una semana, acá en Chile. ¿Te imaginaste alguna vez en la vida leer esa frase?

Deftones
Francisco Aguilar A. / Parlante.cl

El ritual comienza antes que empiece el show de Deftones en el Teatro Coliseo. O sea, empezó a finales del año pasado cuando se dio a conocer la venida. Y si eso era una inyección de adrenalina directa al plexo solar, puedes imaginar la clase de subidón que significa que te digan que la banda más importante de tu vida viene a tocar no una, ni dos, sino que tres veces. Tres días seguidos. Por sexta, séptima y octava vez.

Digamos entonces, en estricto rigor, que la vigilia comenzó hace alrededor de cinco meses.

Pero el ritual, el rito tribal pagano o sagrado, propiamente tal, comienza un rato antes que empiece la tercera fecha. Para mí al menos, que estoy escribiendo esto, se entiende.

foto: Juan Carlos Ponce

Un whatsapp llega desde lo más profundo de la inteligencia deftoniana infiltrada dentro de la producción del evento. Avisa que el inception ha operado con éxito.

“Van a tocar Teething”. Sólo eso. Pasa que se le hizo llegar a la banda una petición expresa de parte de la fanáticada más vieja escuela y el grupo la aceptó. Eso basta para que la ansiedad que tiene mi cara, presa de la misma expresión despersonalizada desde el lunes se abstraiga más aún. Porque todo empieza a ponerse todavía más irreal que la sola idea de que estoy tomando una cerveza en el paseo Bulnes y que a menos de 200 metros y en menos de dos horas voy a estar viendo a Deftones por sexta vez.

Y bueno, si estás leyendo esto es porque lo eres, pero si solo lees de curiosidad y aburrimiento debes de saber que los seguidores de Deftones somos gente bien intensa.

Entonces cuando te dicen que van a tocar una canción inédita, que salió literalmente en un demo del 93 y luego fue remasterizada en la banda sonora de El Cuervo 2, el 96, sabes que 1. Se viene un set de canciones improbables y eso te agarra el pelo desde la nuca y te deja la cara aún más tensa 2. Estás bastante viejo.

foto: Juan Carlos Ponce

Vamos. Adentro del pequeño y acogedor Teatro Coliseo huele a ansiedad, el aire es estático. Capaz la vibración de las dos noches anteriores lo tiene así. El humo de los cigarros y la marihuana flota como nubes cirrocumulos (esas que son como varios puños de algodón atomizados).

Toca primero Quicksand, el grupo que viene abriendo para Deftones en esta gira, y que es en el fondo un agradecimiento a Sergio Vega. Porque Vega, originalmente bajista de QS, entró a Deftones luego del trágico accidente de Chi Cheng y no son pocos los que plantean que tanto a nivel musical como personal salvó al grupo de irse a la misma mierda después de ese golpe.

foto: Juan Carlos Ponce

Entonces, se puede leer este acto como una forma de darle las gracias. Aunque significa para el homenajeado tener que tocar 6 shows en tres días XD. Parece no importarle. Con 47 años, el tipo de la foto de arriba es por lejos el que más energía destila de los dos grupos.

Interesante Quicksand, pero ante la espera de Deftones no hay absolutamente ningún conjunto sobre el planeta que podría no hacerme querer que se vayan luego.

Luego viene Deftones, aunque no tan luego, porque si hay algo con lo que juegan y han jugado toda la vida estos cabrones de Sacramento CA, es con la tensión. Esa que según en su momento me contó Chi Cheng, los mantenía finos pero al mismo tiempo con ganas de matarse entre ellos: “Te juro que he pensado en dispararle a Chino”, me confesó por allá por el 2007.

Esta tensión es lo que mantiene su música fibrosa, tirante. Y esa sensación les gusta, pienso, traspasarla a su público también. Entonces nos hacen esperar un poco más como adictos por su dosis.

Francisco Aguilar A. / Parlante.cl

Cuando las rodillas empiezan a doler se apagan las luces y parte Headup como un combo directo al cráneo a recordarte que el espíritu de Chi Cheng sigue ahí, sobre el escenario, acaso tomando posesión del cuerpo de Sergio Vega.

Y si a estas alturas sigues leyendo esto es porque conoces esa sensación de estar en esa piscina de sudor con brazos, piernas, torsos y cabezas apretadas enredándose y desenredándose. De tener que alinear la boca con la columna para poder respirar. De saltar y quedar atrapado en el aire aprisionado entre otros cuerpos. Esa especie de lucha zumo entre personas con una sonrisa alucinada. Esa hermandad a toda prueba entre completos desconocidos de afirmarse como sea unos con otros y cubrir creando una carpa humana a alguien que se está abrochando desesperado una zapatilla para no perderla.

De esos breves pero incomparables segundos cuando logras un metro cuadrado libre y estás muy cerca del escenario y haces contacto visual con tus héroes. Que logras transmitir con una mirada desesperada todo lo que les agradeces. Porque esta parte del ritual es demostrar cuánto estás dispuesto a sufrir por estar ahí adelante, mostrando tu devoción. Luego vuelves de un tirón a la lavadora hirviendo.

Ahora, todxs lxs que estábamos ahí sabíamos que este era el tercer concierto que el grupo daba en tres días. Los que eligieron ir al tercero por alguna tincada estratégica, los que solo agarraron entrada para ese, los que fueron a los tres, todos tenían bien clara una cosa: Deftones, y sobre todo Chino Moreno, llegaba con lo que le quedaba. Con el raspado de la olla. Que suele ser más espeso. Pero es lo último. Y eso quizá explica que en la primera parte del show hayan tocado las relajadas R(mirl) y Rubicon. Que Moreno le haya dado un poco más suave a los rugidos felinos.

foto: Juan Carlos Ponce

Con Diamond Eyes creo yo, el show entró en un trance distinto, diferente al menos a los seis otros conciertos de este grupo que yo he visto. Medio comatoso, anémico pero bien, espacial, me atrevería a decir que un poco aletargado pero al mismo muy despierto. Como intentando dormir al borde de la sobredosis de cocaína. Más que saltos, había un movimiento brusco y constante. Como de ectoplasma. Fatigado pero firme.

¿Sería acaso una muestra ineludible de la adultez, tanto del grupo como del público? Esa melancolía, de vernos de nuevo las caras, pero mucho mas viejos cada vez, como lo hemos hecho intermitente-mente desde hace casi 20 años. Dios santo. La primera vez que estos tipos vinieron fue hace casi 20 años.

Francisco Aguilar A. / Parlante.cl

Ese cansancio propio de la vida. Donde eres más fuerte pero menos ágil, queda por un rato en evidencia a la mitad del show. Aparte ya no es un show, nunca lo fue tampoco, de metal. Ahora es algo más melódico, de creación de atmósferas como dicen los críticos. Hay más de Depeche Mode, Duran Duran, The Cure, que de Bad Brains. Entonces ahi te azotan el alma y te exigen la garganta con MX, Kimdracula y RX Queen. Y Change.

Pero ese letargo se fue y nunca más volvió cuando partió la inesperada, justamente por lo hardcore que es, When girls telephone boys. Y esto es tan literal que a dos metros mio se desató una pelea feroz entre dos afriebados. No podía faltar. Pero importaba realmente una mierda. El resto de las caras era de una felicidad muy pura, muy plena. Muy acelerada también. Un tipo que no aguantó más saltó desde la tribuna a la cancha. Unos tres metros por lo menos en caída libre.

Y entonces, en la tercera noche seguida tocando en Chile, Deftones tocó Teething (y homenajeó al inolvidable Chi Cheng).

Y yo sé, que si estabas ahí, al leer esa frase, sonreíste como el gato de Alicia en el país de las maravillas. Es lo único que importa. Aunque sientas el cuerpo como si hubieras estado en la mitad de una estampida de bueyes.