Volvamos a nuestras casas a meternos a la ducha con ropa y acostémonos mojados a llorar un rato.
La investigación aparece en el libro “Abriendo las puertas del aula: Transformación de las prácticas docentes” –editado por el Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación CEPPE de la U. Católica y Ediciones UC.
El universo de personas entrevistadas para realizarla fueron estudiantes universitarios de distintas carreras y profesores de enseñanza media. Se les entregó a cada uno el expediente escolar de un alumno de tercero medio, el que en unos casos iba con la foto de un joven blanco y en otros de uno moreno. Y la idea era que tanto estudiantes como profesores dieran su opinión respecto de las expectativas educacionales tanto para el rubio como para el moreno.
Los resultados, de un racismo feroz y para llorar de pena, mostraron que la mayoría de los entrevistados tenían expectativas educacionales altas para el estudiante blanco y bajas para el moreno; que creían más posible que el de piel más clara tuviera éxito en la universidad, mientras que probablemente el moreno estudie en un instituto profesional, o simplemente no llegara a la educación superior.
La mayoría también contestó que el rubio sacaría un puntaje más alto en la PSU y que seguramente el moreno después de tetminar la media se pondría a trabajar en vez de continuiar sus estudios.
La mayoría también contestó que el rubio sacaría un puntaje más alto en la PSU y que seguramente el moreno después de tetminar la media se pondría a trabajar en vez de continuiar sus estudios.
“Los entrevistados, que son personas muy educadas, han desarrollado la sensación de que las personas de piel más oscura tienen menos capacidad, menos competencia y están menos preparados para que les vaya bien educacionalmente”, dijo a Emol, Jorge Manzi, autor del estudio, director de MIDE UC e investigador principal CEPPE-UC.
“Hay estereotipos asociados al color de la piel. Los alumnos morenos son considerados menos competentes en los académico que los alumnos blancos”, agregó.
Este racismo oculto (¿o racismo a secas?) es, según el trabajo de Manzi, algo transversal: “Uno podría haber esperado que en una persona de situación socioeconómica acomodada ya no iba a tener tanto impacto el tono de piel, pero apareció igual”. Sin embargo, también advierte que “un alumno moreno de nivel bajo se enfrenta a una doble desventaja y necesita probar sus habilidades con redoblado esmero que otros alumnos en su mismo entorno”.
Lo más triste de todo, aseguró el investigador, es que el prejuicio no está solo en la cabeza de los racistas, sino también ha permeado las mentes de los propios jóvenes: “Lo más preocupante es que encontramos este sesgo también en las propias personas que se ven a sí mismas como más morenas. Esto no era tan esperable ni tan obvio, porque muchas veces los prejuicios están en quienes lo sustentan, pero el sujeto del prejuicio no lo acepta y no lo permite. Y aquí, penosamente, encontramos que los jóvenes que tienen la idea de que su piel es más morena sienten que son menos competentes y tienen expectativas de educación más baja que sus compañeros de curso que tienen un color de piel más clara”.
Que se acabe Chile.
Via Emol.