Sé lo que están pensando: el periodista que se sienta un día como hoy a escribir sobre Desperate Housewives sin duda atraviesa una crisis creativa y se quedó sin ideas. Pero no es el caso.

Hasta el año pasado pensaba que el universo construido en la calle Wisteria Lane respondía a otra fabricación idílica de lo que Estados Unidos quiere representar en el resto del mundo: casas perfectas habitadas por seres humanos que no pueden con la ansiedad que los problemas del primer mundo les presenta en sus vidas. Pero a decir verdad, la línea argumental de Esposas Desesperadas deja claro que es todo lo contrario a los prejuicios que el común de la gente tiene sobre esta popular serie que estuvo casi 10 años al aire, pero que al parecer y ante la falta de discusión sobre su contenido, nadie recuerda.

Se dice que la serie -creación de Marc Cherry que salvó a ABC de la ruina- es un culebrón ridículo que se parece más a una telenovela venezolana que a una producción digna de aparecer en Netflix, pero lo anterior es falso si nos detenemos a pensar un poco en el contexto en el que se desarrollan los hechos: año 2004, época en la que no existía Facebook, el término millennial no se había masificado -gracias a dios- la crisis económica tardaría años en llegar, la guerra en Irak aumentó la desconfianza hacia Estados Unidos y Britney Spears sacó Toxic sin que nadie vaticinara lo que se vendría en su vida (y en consecuencia, en la nuestra)

En esta época tan cercana, pero al mismo tiempo tan diferente, la serie se encargó de ser trasgresora en diferentes temas que continúan siendo importantes a catorce años de su estreno:

  1. El suicidio es una temática presente y en cada capítulo se entregan percepciones diferentes sobre lo que significa la vida y la forma en cómo aprovechamos el tiempo que tenemos.
  2. La desmitificación de los cánones de felicidad social que ha intentado imponer Estados Unidos desde 1950. Finalmente, las apariencias se sobrellevan con alcoholismo y consumo de sustancias en cualquier suburbio americano y es un hecho que traspasa la ficción.
  3. El valor que le damos a la familia de cualquier tipo. Desperate Housewives incluyó familias homoparentales antes de que fuese legal en todo el territorio estadounidense y ninguna familia en la serie es tradicional. Todos tienen problemas con los que nos podemos reflejar en algún punto de nuestras vidas.

Desperate Housewives

Pero el punto más importante, es el rol que se le entregó a las mujeres en la televisión.

Cada una de las temporadas de Desperate Housewives fue vista por más de cien millones de personas alrededor del mundo siendo una ventana de posibilidades para inspirar a mujeres en países donde su libertad es bastante limitada.

El mejor enganche publicitario de la producción fue hacer creer a su audiencia que la historia realmente se trataba de dueñas de casa viviendo vidas sublimes cuando sentó las bases a que el rol de las mujeres en televisión abarcara temáticas mucho más amplias.


Desperate Housewives VS el mundo

Se piensa que la verdadera serie feminista que puso a las mujeres por sobre los hombres en el mundo televisivo fue Sex and The City, pero esto es una completa mentira. La supuesta independencia hacia los hombres que predicaban sus cuatro protagonistas concluyó con un final soso con Sarah Jessica Parker alias Carrie Bradshaw encontrando el amor a manos de un hombre abusivo que la trató como quiso durante años.

Esposas Desesperadas en cambio, le presentó al mundo diversas formas de ser mujer a la audiencia y que necesitamos desglosar ahora a través de sus personajes:

Bree Van de Kamp/Marcia Cross: republicana, maniática de la limpieza, viuda, empresaria y con problemas de alcoholismo. Bree representa todos los antivalores de la sociedad moderna y sin embargo, logra adaptarse sin nunca perder la compostura. El personaje demuestra cómo hasta la persona más conservadora puede cambiar sus creencias para favorecer a quienes aprecia.

Susan Mayer/Teri Hatcher:  Divorciada, artista, su hija le hace cariño cuando tiene una cita que terminó mal. Susan Mayer es la ejemplificación de las segundas oportunidades en el mundo femenino sin importar los cánones etarios que la sociedad impone en las mujeres hasta el día de hoy.

Gabrielle Solís/Eva Longoria: Latina, ex modelo y consumista demuestra que una aparente vida superflua esconde traumas y la lucha por sobrellevar la infertilidad.

 Lynette Scavo/ Felicity Huffman: acá necesitamos una entrada completa aparte.

Pero lo que hace interesante a la serie además de lo mencionado son sus personajes secundarios. La capacidad actoral de todos es tremenda y ninguno de los personajes que deja la serie en algún punto deja indiferente a la audiencia, ni siquiera los antagónicos.

El universo construido en base al compañerismo es tan sólido que la serie nunca perdió su calidad pese a su ridiculez agregada -en el transcurso de sus 8 temporadas hay saltos en el tiempo, tornados, un avión cae en el vecindario, problemas con la mafia italiana y un largo etcétera-.

Sin embargo y como el tiempo no le ha hecho justicia a esta serie, necesitamos retomar la importancia del feminismo en la misma haciendo énfasis en un personaje específico.


Ahora sí: Lynette, ícono feminista y gay

¿Por qué se considera a Carrie Bradshaw como un ícono de libertad cuando siempre estuvo atada a la percepción de otros hombres sobre ella? ¿Qué tiene de positivo Regina George para ser un personaje tan icónico dentro de la cultura gay?

Y lo más importante ¿Por qué nunca se ha considerado a Lynette Scavo como el verdadero ejemplo a seguir que una generación como la nuestra necesita?

Felicity Huffman personificó a esta exitosa publicista siendo lo más cercano que la televisión le ha dado al empoderamiento femenino en décadas. Lynette nos muestra una maternidad diferente y realista. Comparte las tareas del hogar con su marido obligándolo a ponerse los pantalones cuando es necesario. Sobrevivió un cáncer y además es una mujer hipersexual que no oculta sus estrías empoderándose de las supuestas inseguridades que aquejan tanto a ella como a millones de mujeres en el mundo.

Felicity Huffman en un día normal de su vida antes de almorzar

La humanización, el agotamiento y el derecho de no estar segura de querer ser madre, entrega una percepción cercana a lo que toda mujer vive durante su vida y que lamentablemente reprimen por ser lo que la sociedad espera de ellas. Con Lynette este estatus quo no existe.

Finalmente, Desperate Housewives juega siempre entre lo realista y lo ridículo. Es una serie muy poco millennial donde los celulares son viejos y las referencias a la cultura pop bastante anticuadas. Pero dedicar tiempo a sus más de 100 capítulos -todos ellos con más de 40 minutos de duración- nos entrega el dejo de nostalgia de un mundo que miraba con entusiasmo el futuro -ahora nuestro presente- tan solo para enseñarnos que los problemas de hace catorce años son los mismos que enfrentamos el día de hoy con la diferencia de que los obstáculos se pueden afrontar de mejor manera si se vive en comunidad.

“Sólo las mejores amigas se quedan después de que haya terminado la fiesta para ayudar a limpiar. Para aclarar el dolor de una conciencia culpable. Para recoger los pedazos de un matrimonio roto. Para barrer la soledad de alguien que guarda un secreto. Sí, es bueno tener amigas que nos ayudan a limpiar la suciedad. Pero toda ama de casa sabe que cuando se limpia una suciedad, siempre aparece otra. Y puede que nos encontremos justo como al principio”.
– Mary Alice

Darle una oportunidad a la serie te hará querer dejar el individualismo propio de nuestra época y también te hará sentir rabia al saber que no hay una reunión o película que entregue un nuevo punto final a una de las historias más sublimes de la televisión.

Después de todo, se temática oscura logró que las grandes cadenas televisivas se atreviesen a dar pie a producciones como Breaking Bad, How to get away with murder y Orange is the new black, y por eso debemos agradecer a todo lo que ocurrió en Wisteria Lane durante años.