Tanto en el discurso público como en Grindr es fácil encontrar esta forma de invisibilización e incluso discriminación.

Puede sonar chistoso, pero aún hay personas que repiten como mantra: No locas, macho por macho y así. Pero ¿Qué es lo malo de los gays afeminados? ¿Cuál es el problema? ¿Por qué lo femenino provoca rechazo en un hombre? ¿Un hombre tiene que ser masculino? ¿Qué es la masculinidad?

No faltan las descripción en perfiles de apps de citas, dedicadas en exclusiva a buscar encuentros entre hombres homosexuales, que empiezan con “Soy hombre y me gustan los hombres. No locas. Busco similar. Partnet para el gym. No gordas. No musculocas. No comunistas”.

Si bien en estas cuentas están en todo su derecho a rechazar a quien se les dé la gana, y a construir su gusto en base los patrones que culturalmente se han impuesto, me parece en extremo necesario cuestionar el gusto y desagrado que provoca el comportamiento femenino en el tejido social fleto.

¿Por qué se rechaza lo femenino en los cuerpos de hombres? No es novedad el odio que históricamente los hombres han desarrollado a las mujeres -el rol de género impuesto por ellos mismos se ha preocupado de desacreditarlas-. Se sigue entendiendo que las mujeres son las únicas con el permiso de ser femeninas, son las únicas que pueden serlo. Cuando un hombre es gay también el centro de las burlas se debe a que es femenino, débil, delicado, sensible, en extremo emocional por ende llorón, y un sinnúmero de otros calificativos.

Incluso, una de las críticas constantes por parte del feminismo radical a la realidad trans es esa performance que se adopta por parte de los transmasculinos: violenta y misógina. Porque se entiende que de eso se trata la masculinidad. Se siguen evidenciando aquellos lineamientos de conductas binarios que sólo permiten o crueldad o afectuosidad.

Algo se ha estado haciendo mal. Tan mal que incluso a algunos gays femeninos les da vergüenza serlo. Tratan de no serlo para entrar de lleno a la cultura homosexual y ser bien recibidos por sus pares o porque derechamente eso se estima como lo “que debería ser” en los hombres, porque hombre es igual a masculino. Los líderes o personajes públicos deben adoptar estos papeles en los que no se les olvide “que son hombres” por sobre el deseo.

José Antonio Neme, Juan Miranda o José Miguel Villouta (por nombrar sólo algunos) son homosexuales que ocupan u ocuparon un lugar en la esfera pública. Cuerpos masculinos, con barbas y voces roncas, rudas, mirando desde el ego de la fama televisiva; como un mero ejercicio lector.

Las figuras públicas homosexuales expelen masculinidad, ninguna tiene esta posibilidad de ser femenino sin ser juzgado, tomado como “muy artista” o aquella burla Tony Esbelt, o aquella sobre explotación del recurso Di Mondo, aquella figura femenina que desfilaba en el matinal de canal 13 a modo de cliché y burla normalizada.

Hoy por fin en el programa “Y qué pasó?” canal de cable Via X se ven dos homosexuales femeninos que posicionan un discurso de hombres femeninos interesante y del que hay que estar pendientes.

No somos sujetos unidimensionales, como diría la feminista Dra. Sayak Valencia, por lo tanto no existimos en singularidad de género, estamos expuestos a diferentes agujas culturales que pinchan modificando la conducta, personalidad, pensamientos, ideas sobre quiénes somos.

“De alguna forma la violencia es un eje estructural para la construcción de la masculinidad” Dra. Sayak Valencia

Los hombres se han, entonces, construido en base a la masculinidad. La industria cultural ha perpetuado esta idea con películas como Transformer, Rápido y Furioso, Taken. Esta representación de hombres a prueba de todo, expertos en pelear y sacar sangre, en matar, en glamorizar la muerte, los cuerpos a medio morir, degollados, sin dientes, en el suelo.

Esto de querer ser un gay masculino a toda costa y a como de lugar es otra manera en la que la heterosexualidad ha criado a los gays en todo el mundo.

Los hombres gay también pueden sólo adaptar, en algunos casos, esta imagen masculina. No necesariamente pueden ser violentos, pero sí comportarse como heterosexuales para ingresar al círculo del resto de los hombres. Forzar la voz, dejar de ser quiénes son y bloquear al resto para demostrar en el espacio masculino que también puede pertenecer, que es igual de homofóbico -a pesar de gay- que los demás hombres.

Los hombres gay son sexistas cuando encuentran hombres gay femeninos.

Los hombres gay están obsesionados con ser masculinos, tratando de probar una y otra vez esta mayor “virilidad”. R.W. Connel dice en Masculinidad que “Hablar de masculinidades es hablar de las relaciones de género. Las masculinidades no son equivalentes a los hombres; se refieren a la posición de los hombres en un orden de género.

Se pueden definir como los patrones de práctica mediante los cuales las personas (tanto hombres como mujeres, aunque predominantemente hombres) se involucran en esa posición”.

La masculinidad no es patrimonio del hombre, el uso del bigote, los pelos, las barbas no son propiedades únicas de ellos, y en esto sí pienso que es necesario deconstruir el gusto, como dice Josecarlo Henríquez en #SoyPuto, pero ese es otro tema.

Las estadísticas muestran que los hombres heterosexuales y gays que se preocupan en mantener una visión de la masculinidad, son también quienes “perpetúan la violencia”, según el sociólogo Swede White, y agrega “La masculinidad no es intrínsecamente tóxica, pero tiene sus efectos tóxicos dentro de las culturas queer. Los pueblos LGBTQ pueden hacer algo mejor que tolerar la marginación de los marginados, pero eso, en última instancia, es lo que produce la fetichización de la masculinidad”.

El sexismo y la masculinidad están entrelazados. En la cultura gay o queer se le conoce como sexismo queer, según Jane Ward, autora de No gay: sexo entre hombres blancos heterosexuales.

En Chile es común escuchar y ver esto, basta con abrir una cuenta en Grindr para darse cuenta de la importancia de esta fetichización de la masculinidad, de lo importante que es para el colecto homosexual.

Es importante que se te note lo loca, lo femenino; que no tengas miedo a ser quién eres porque no encaja en esta dimensión binaria de lo gay.