Disney, la compañía que acaba de comprar Fox, tiene un historial medio racista, del cual está intentando desprenderse.

Hollywood no es un universo inclusivo pese a los repetidos mensajes de unidad que la industria nos ha intentado vender-con éxito- durante décadas. Los casos de racismo son explícitos y persisten en una sociedad que todavía no se recupera de las vejaciones que sufrieron algunas minorías al ser retratados de forma estereotipada y sistemáticamente a través de conglomerados tan grandes como Disney.

Probablemente el término whitewashing no te sea familiar, pero sin duda no has sido ajeno a una de las prácticas más explícitas de racismo que persiste hasta el día de hoy en la industria del cine.

El whitewashing –o blanqueamiento- consiste en usar actrices y actores caucásicos en papeles que no corresponden a su etnia limitando todavía más el mercado para profesionales asiáticos, afroamericanos y latinos.

Podríamos hacer un recorrido por el antiguo Hollywood, donde era común que los actores se pintaran la cara negra o actuasen con un sombrero mexicano mientras tomaban tequila hablando con un acento peor que el de Sofía Vergara. Pero no es necesario. El whitewashing es una práctica tan actual que los directores hollywoodenses continúan poniendo películas en cartelera pese a las críticas levantadas en estas producciones de dudosa calidad.

Las películas épicas se llevan el premio al uso del blanqueamiento, donde técnicamente todas y cada uno de ellas utilizan actores que personifican figuras históricamente de color.

Cuando Ridley Scott estrenó la película Éxodo –que retrata la historia de Moisés en el antiguo Egipto- fue criticado por usar a Christian Bale (Batman) como personaje principal de la historia y de hecho, ningún personaje sustancial en la historia es hebreo o con rasgos de oriente medio. Scott se defendió alegando que la presencia de un actor desconocido simplemente no atraería audiencia a las salas de cine y con ello, resultaba imposible conseguir financiamiento para la película.

Este argumento es utilizado por la mayoría de los directores que practican whitewashing: aseguran que un rostro conocido siempre atraerá más beneficios y rentabilidad a una producción pasando por alto el talento, algo que no hace falta en Hollywood para ser exitoso.

Pero los responsables de hacer un casting en Hollywood como los productores pasan por alto una situación que crece de forma sostenida: hacer whitewashing es técnicamente una sentencia de muerte para cualquier producción, independiente quien actúe en ella. La gente no es tonta y no están pasando piola.

Ghost in the Shell, adaptación del anime creado por Masamune Shirow, eligió como protagonista a Scarlett Johansson cuando la historia no podía ser más japonesa. Tanto los fans como la crítica la dieron la espalda a la producción y la actriz debió defenderse de las acusaciones de racismo dando una respuesta poco convincente; también está el caso de “Dioses de Egipto” donde ninguno de sus actores era egipcio o palestino o hebreo. Todos blancos. La película finalmente resultó ser una bomba desperdiciando los 150 millones de dólares que costó su realización.

Tenemos el caso de Johnny Deep, interpretando a un indio en la adaptación del Llanero Solitario; a  Ben Affleck, interpretando a un mexicano en Argo; a Jake Gyllenhaal en el Príncipe de Persia y un montón de ejemplos que denotan la falta de diversidad en una industria que asegura defenderla pese a no ponerla en práctica.

Sandra Oh –de Greys Anatomy- siempre ha sido abierta a conversar sobre las dificultades que implica ser coreana y pertenecer a la industria del entretenimiento. Pese a ganar el Globo de Oro, la actriz es consciente de la falta de papeles que la ofrecen por su raza –y cómo actrices blancas interpretan a mujeres asiáticas-.

Pero hay esperanzas. Disney intenta curar el daño hecho en el pasado siendo pionero al incluir un casting 100% asiático en la nueva adaptación de su clásico: Mulan.

“Este es un gran progreso y significa que por primera vez una persona asiática interpretará un personaje histórico que corresponde a su etnia marcando el fin del olvido de occidente hacia nosotros” aseguró el comentarista de espectáculos chino Tan Fei a The Telegraph.

Esto puede ser el inicio de una nueva generación de estrellas que presenten un abanico racial en lugar de  seguir priorizando a los intérpretes que responden a los cánones de belleza propios de occidente. O por lo menos, los medios de comunicación lo están interpretando como el inicio del fin de una práctica injustificable.