Hablamos con el joven realizador y programador sobre el panorama actual del cine peruano y el ciclo Poéticas Cinematográficas Peruanas que comienza esta semana en la Cineteca Nacional.
Edward de Ybarra (Arequipa, 1988) es cineasta, artista visual y trabaja a partir de la técnica del grabado. Participó del festival de cine y encuentro chileno, peruano, boliviano Transfrontera en 2017 y el cortometraje, Dictado, se estrenó en el Festival Frontera Sur (Concepción, Chile).
Es una obra plástica y política. Otro de sus cortos, Las imágenes, las imágenes, las imágenes, también está circulando en circuitos de cine peruano.
Hoy Edward forma es el programador del primer ciclo de cine de Imagen y Palabra, cuyo ojo organizador recae en la escritora, comunicadora y feminista Naomi Orellana. Poéticas Cinematográficas Peruanas se desarrollará desde el 7 al 30 de junio en la Cineteca Nacional de Chile (Plaza de la Ciudadanía, 26, Stgo.), con entrada liberada.
Este ciclo de cine peruano “se sostiene en el afecto a películas que, lejos de agotarse en discursos y enunciados narrativos, despliegan poéticas que hacen de la hechura cinematográfica un lugar de posibilidades, hallazgos y ensimismamientos”, describe Edward.
Conversamos con el director y nos adentramos a explorar la contingencia de la imagen y palabra de las obras cinematográficas peruanas que están remeciendo la gran pantalla, con experiencias y discursos que permiten cuestionar la cotidianidad de la historia.
El cine peruano le habla a diversas comunidades, sirve como medio de enunciación y poetización diverso, tomado por voces y miradas que antes no existían ni tenían lugar en el cine peruano y que ahora se están haciendo un lugar de manera independiente.
(…) en Perú no existen escuelas públicas de cine, en cuanto a conservación, no tenemos una filmoteca o archivo cinematográfico nacional público, en cuanto a distribución, no existen, fuera de Lima, salas de cine alternativas a las salas comerciales.
Al ser un país en el que conviven diversas culturas, y formas de ver la vida, existen subjetividades y miradas diversas. “Cuando los recursos para hacer cine lleguen a más personas y se descentralicen, lo cual ha venido pasando progresivamente en los últimos 20 años, seguramente aparecerán películas que harán del cine peruano un cine aún más heterogéneo y complejo. En ese sentido, esa diversidad de culturas, lenguas, espiritualidades, contextos, geografías y formas de vivir es una fuente inagotable de posibilidades para el cine peruano y para el cine latinoamericano”, explica De Ybarra.
MP: ¿Qué directores peruanos deberíamos estar viendo ahora?
EdY: El ciclo “Poéticas Cinematográficas Peruanas” es una respuesta a esa pregunta, en esta muestra de cine peruano reunimos obra de tres directoras y 10 directores, de distintas generaciones, cuyas películas sería buenísimo que se vean más y por todas partes.
(…) Por lo singular de su cine, la libertad que se da cada uno y las formas de hacer que tienen, hay que ver el cine de
Eduardo Quispe
Karina Cáceres
Juan Daniel F. Molero
Felipe Esparza
Oscar Catacora
Hay un grupo bastante considerable de películas, sobretodo documentales, que abordan y cuestionan ampliamente y de manera crítica ese periodo, complejizando y poniendo en crisis la versión oficial acerca del conflicto y las políticas de olvido.
¿Nos podrías recomendar 5 películas peruanas para ver?
Esta muestra reúne las películas que yo incitaría a mis amigxs y seres queridos a ver, me cuesta solamente elegir cinco. Las encuentro a todas buenas y a todas les tengo afecto, así que les diría con ahínco que vale la pena ir a verlas todas. De hecho este ciclo se germinó hace casi un año en Transfrontera cuando conocí a Naomi Orellana y le pasé casi todas estas películas, como quién comparte o quiere contagiar una emoción grande. Luego de verlas me dijo que quería que más personas en Chile las vieran y felizmente en unos días eso será posible.
(…) Haré un énfasis en recomendar dos películas, la primera es “Del verbo Amar (1985)”, de la directora Mary Jiménez, una película tremenda y luminosa que es con la que abriremos el ciclo, y la otra es “Wiñaypacha (2017)”, de Oscar Catacora, de reciente estreno en Perú y que es una película no sólo buena en sí, sino que bastante valiosa, por diversos factores, dentro del devenir de la cinematografía peruana. Quisimos incluirla en este ciclo, pero no fue posible, ya que se está buscando que su estreno en Chile sea dentro del marco de un festival, así que seguro pronto la podrán ver.
¿Cómo tratarías de definir, en alguna aproximación, el cine peruano?
Creo que es difícil encontrar una definición que abarque la compleja heterogeneidad del cine peruano. José María Arguedas escribió alguna vez que no había país más diverso que el Perú, y creo que esa diversidad de la que hablaba Arguedas, con sus tensiones, caos, hibridez y crisis, se expresa también en el cine hecho por aquí. En ese sentido, no hay uno, sino una pluralidad de cines peruanos.
En los últimos años dicha diversidad se ha hecho más notoria, con la emergencia del llamado “cine regional peruano”, definición que hace referencia a las películas hechas fuera de Lima, por cineastas que viven en las otras ciudades del país, fenómeno cultural que en los últimos 20 años se ha desarrollado bastante y que es responsable de cerca del 50% de películas que se hacen actualmente en Perú.
Creo que son aún pocas las películas donde se han abordado abiertamente otras sexualidades con miradas que transgredan los parámetros establecidos al respecto.
Pero incluso la definición de “Cine Regional” es bastante discutible y ambigua, ya que el grupo de películas al cual hace referencia es muy diverso, pues como parte de este fenómeno cinematográfico han surgido cines de características diferentes, como por ejemplo el cine de terror ayacuchano, o de la sierra central, en el cual uno puede percibir un eco de la violencia traumática sufrida en dichas ciudades durante el conflicto armado interno, o el cine melodramático de Puno, que aborda ampliamente el tema de la migración del campo a la urbe, mientras que en Arequipa los cineastas vienen haciendo más bien un cine del tipo experimental y de no ficción, que dialoga y tiene algunas coincidencias con la movida de cine independiente cuzqueño, limeño y el cine universitario que se viene impulsando en Chiclayo, y así como estos hay otras cinematografías en el país.
Por ello, y muchos otros factores que pueden entrar en juego, es arriesgado y quizás en vano, tratar de darle una sola definición al cine hecho en Perú.
¿Qué hace reconocible a Perú en el cine? ¿De qué manera es distinto?
(…) Creo que un aspecto que atraviesa al cine peruano notoriamente es la carencia. Creo que, para bien o para mal, en el sector cinematográfico peruano hay bastantes carencias y los recursos públicos con los que contamos para el cine están en su mayoría centralizados en Lima, por lo tanto creo que al hablar de cine peruano es difícil rehuir esa precariedad, pues yo diría que constituye una situación que afecta al ecosistema cinematográfico peruano en su conjunto.
Por ejemplo, en cuanto a educación, en Perú no existen escuelas públicas de cine, en cuanto a conservación, no tenemos una filmoteca o archivo cinematográfico nacional público, en cuanto a distribución, no existen, fuera de Lima, salas de cine alternativas a las salas comerciales, no tenemos cuota de pantalla para el cine peruano dentro del circuito comercial ni tampoco un circuito de exhibición alternativa de alcance nacional.
Ante ello lo que ha pasado en el Perú es que la mayoría de cineastas aprende de forma autodidacta, haciendo y experimentando como pueda y con lo que tenga a la mano, que nuestra filmoteca sean los centros de piratería de películas como el famoso “Polvos Azules”, que varias películas se distribuyan y exhiban en caravanas gestionadas por sus propios directores, quienes viajan y proyectan donde sea y como se pueda, entre otras cosas. Lo bueno es que a pesar de esta precariedad el cine peruano goza de una vitalidad cada vez más encendida, que busca no solo subsistir en este contexto sino que cambiar estas malas condiciones.
Obviamente esa precariedad no solamente es propia del cine, sino de muchos aspectos de la vida aquí, y creo que esas necesidades afectan inevitablemente el cine que hacemos. Algunos, al no tener nada o muy poco para hacer, tienen que inventárselo todo y es en esas situaciones donde creo que pueden desordenarse los procesos y las formas convencionales de realización, hallando otras maneras de hacer. Más personales, más ingenuas, más imperfectas, más libres, más experimentales, más íntimas, más emocionantes y más impregnadas de vida. El ciclo que presentamos en la cineteca reúne películas que considero tienen que ver con esa suerte de poética de la sobrevivencia.
¿Qué preguntas se hace el cine peruano?
Eso depende de a qué cine peruano nos referimos. Creo que una parte del cine que se hace fuera de Lima, se hace preguntas que tienen que ver con la identidad, el desarraigo o la visibilización de cuerpos y grupos humanos que anteriormente han sido invisibilizados o presentados de manera distorsionada en el cine que antes regía y que era básicamente el cine hecho en o desde Lima.
En los últimos años han aparecido películas como “Río Verde, “Los ojos del camino” o “Wiñaypacha” que por ejemplo son películas enteramente habladas en lenguas nativas originarias, como el quechua, el aymara o la lengua de la comunidad amazónica de los yakurunas. En algunos casos no deja de ser un cine hecho desde Lima, pero creo que la mirada de algunos directores ha cambiado sustancialmente. Si bien estos temas fueron abordados también hace 30 años por el cine de entonces, la voz y mirada que predominaba era la de los cineastas, ahora se da un espacio importante en los filmes a la voz y mirada de las personas cuyas vidas y culturas son observadas por la cámara.
En urbes como Arequipa, Chiclayo o Lima, mucho del cine independiente experimental o de no ficción que se hace se cuestiona cosas vinculadas al ensimismamiento, lo autobiográfico o las posibilidades del lenguaje cinematográfico en sí. Ahí tenemos películas como “Cable a tierra”, “Videofilia”, “5”, “Yo fungi”, entre otras.
Por su lado, el cine de terror de la sierra central que mencionaba anteriormente, en gran medida creo que más que cuestionarse cosas es una suerte de catarsis, incluso inconsciente, de toda la violencia ejercida por el terrorismo sobre estas comunidades, la cual se encarna en la figura de condenados, monstruos o brujas provenientes de la oralidad popular de cada región.
Por otro lado hay un grupo bastante considerable de películas, sobretodo documentales, que abordan y cuestionan ampliamente y de manera crítica ese periodo, complejizando y poniendo en crisis la versión oficial acerca del conflicto y las políticas de olvido ejercidas y promovidas por los principales poderes políticos del país. Ahí tenemos películas como “Alias Alejandro” o “Aquí vamos a morir todos”.
Creo que estas sólo son algunas de muchas y disímiles preguntas que se están haciendo los cineastas peruanos.
¿Qué sexualidades explora el cine peruano?
Cuando se aborda el tema de la sexualidad, aún predomina una mirada heteronormada. Creo que son aún pocas las películas donde se han abordado abiertamente otras sexualidades con miradas que transgredan los parámetros establecidos al respecto, pero confío en que conforme los recursos cinematográficos se expandan y lleguen a la considerable colectividad de creadores y activistas peruanos que desde otros lenguajes vienen trabajando el tema, se harán más películas al respecto.
Un caso resaltante es el de Héctor Acuña (Frau Diamanda), quién viene explorando dentro de las coordenadas del audiovisual el tema de la post pornografía y la disidencia sexual desde hace décadas y quién además dirige el Festival Pornífero, una excitante plataforma que viene mostrando abiertamente en Perú y otras partes del Mundo, un cine trans, promiscuo, feminista, activamente desviado.