La película argentina El Angel está a punto de ser estrenada en Chile y aquí te dejamos un review honesto para que te hagas una idea de lo que vas a ver.

Esta película retrata la vida de Carlos Robledo Puch (Lorenzo Ferro), un asesino en serie que fue condenado a cadena perpetua con tiernos 20 años, luego de matar a balazos a diferentes personas que estaban involucradas en los robos que cometía de la mano de Ramón Peralta (Chino Darín).

La película comienza con el delicado rostro de Carlos, con 17 años está en un pedestal, los privilegios de ser rubio, delgado, con ojos verdes y tez blanca lo posicionan en un lugar poco común en algunos sectores de la Argentina popular. En él recae una responsabilidad representativa de todo aquello que se piensa sobre esos cuerpos, sobre todos en el contexto trasandino clase media de los 70.

En la escuela conoce a Ramón, quien luego de un violento primer encuentro se transforma en un amigo, y pasan a ser cómplices el uno del otro. Ramón lo invita a su casa, le presenta a su familia, a su padre José Peralta (Daniel Fanego), un ex convicto con años en el negocio del robo; y a su madre Ana María Peralta (Mercedes Morán), una dueña de casa que gestiona actividades, asesora y protege atenta las situaciones que involucran a su núcleo, sin perder ningún detalle es un testigo silencioso de las adicciones de su marido.

La representación de la pobreza

Muy brevemente exploramos la situación económica de la clase trabajadora argentina de los 70. Con las imágenes construyen un relato escondido que pone sobre la mesa una discusión necesaria de dar.

Entendiendo este contexto de clase, se entiende también por qué Carlos nunca es sujeto de sospecha y cómo su cuerpo permite a la gente confiar en él.

El cine argentino se ha preocupado de representar la pobreza desde el dolor y la violencia como también desde el humor y el romance, por ejemplo. En esta película pasan por encima de la pobreza, retratando como background la intensa y delirante historia.

La tensión sodomita

Nunca conocemos a Carlos, sabemos de él un par de cosas, pero no lo conocemos. Pasamos dos horas esperando entender su cabeza. Lo vimos matar, excitarse, arrepentirse, entender, pensar, besar, llorar, pero nunca nos contaron el por qué. Nos invitaron a confundirnos con su sexualidad, con su comportamiento y con sus decisiones, pero sin darnos razones o sin explicarnos nada. Finalmente encontraron en la violencia del robo, del disparo y de las mentiras el orden de la belleza.

Pese a que se muestran heterosexuales con sus familias, Carlos y Ramón perpetúan una tensión constante. Existe entre ellos dos un vínculo de amistad sodomita. Carlos le deja en claro a Ramón que lo desea y Ramón sabe que es deseado, ambos juegan con esa información.

Ana María recibe con estima a Carlos. Le ofrece jugos, sándwiches, lo trata de “corazón”, y en ella también hay deseo por él. Lo quiere besar, pero él prefiere a su marido.

Ramón, por su parte, deja que otro hombre use su cuerpo a cambio de minutos en la televisión. También deja que Carlos le quite la toalla después de un baño y cubra su pene con joyas recién robadas.

El cine de lo bello

Es interesante descubrir a través de toda la cinta la belleza con la que se configura una historia bañada en sangre. El preciosismo y el cuidado estético son un tema que, trabajando con los hermanos Almódovar (El Deseo), era imposible pasar por alto. Se nota, también, la mano de Julián Apezteguia en la dirección de fotografía.

El movimiento del cine preciosista comienza como uno social y cultural con influencias barrocas, y muy direccionado por aristas del clasicismo francés. De aquí se ha ido rearticulando el espectro preciosista con el que se trabaja, siempre bajo el ojo de los directores de cada área. Esta corriente se preocupa de generar una estética que permita complacer patrones relacionados al color, sonido, posición, planos, fotografía, organización, y un sinnúmero de otras preocupaciones que no se omiten para alcanzar la belleza, lo precioso, este pensamiento barroquista del arte plasmado en las dos horas de El Ángel.

Hay un pensamiento desarrollado en la estética de El Ángel que hace imposible olvidar a Almódovar, así como también muchas otras lecturas de El Ángel. Los colores, los planos, la música, el sonido, el arte y la construcción de personajes. Si bien, algunas de las críticas al cine preciosista lo ponen como conservador y elitista, otra de las posibles lecturas de esta película pueden contener aproximaciones a la clase.

Cuando hablamos del preciosismo de esta película como un factor conservador nos referimos al pensamiento y a la capacidad del cine en todas sus expresiones. ¿Quién puede hacerlo?.

Es necesario entender que este tipo de corrientes sólo se pueden seguir de la mano de un presupuesto que respalde este tipo de producciones, que finalmente terminan convirtiéndose en un agravio y en un producto cultural “de calidad”, en ese cine de calidad para las masas o cine de festival o películas con perspectivas particulares y miradas únicas sobre un hecho general que aporta información visual en clave documental ficcionado, que más que un aporte termina siendo dos horas de planos bellos, entretenimiento, y un cúmulo de ideas perfectas sobre la historia de Carlos.

En una de las escenas vemos a Carlos y su padre Hector Robledo Puch (Luis Gnecco) vendiendo aspiradoras en una casa acomodada. Carlos mira unos discos, de reojo le devuelve la mirada a Hector. Carlos vislumbra en la mirada de su padre destellos de sospecha y deja los discos, se acerca al ventanal, ve a un hombre sin pierna derecha junto a una oveja en el gran patio. Nos dejan con esa imagen un par de segundos y nunca, en toda la película, sabemos la razón, no lo explican y tampoco parece importarle a nadie la necesidad de rellenar con imágenes bellas al ojo por su estructura.