El domingo 23 de septiembre el periodista Daniel Matamala publicó en La Tercera una columna en la que explica- a través de un recorrido por otros autores- la crítica situación que se vive en Chile: El 53% de los cargos directivos en Chile están ocupados por el 0,5% de los chilenos con acceso de educación privada.
Si alguna vez en tu vida te has topado con algún cuico o cuica, sabrás que tienen un cuestionario listo para interrogante y saber si eres o no uno de los suyos. “¿A qué colegio fuiste?, ¿Qué hacen tus papás?, ¿Qué hacen tus hermanos?”, y también, como relata Matamala citando al economista Rodrigo Wagner, el número de hijos. De esta manera se puede saber si es o no devoto de la religión y sus exigencias mortales.
Es que en Chile quienes ostentan posiciones de poder en cargos directivos de grandes empresas se conocen entre todos. Saben de dónde vienen, de dónde son, dónde se van de vacaciones, van a los mismos clubes elitistas consagrados por los mejores apellidos, esos con las cuentas más abultadas en diferentes bancos en diferentes puntos geográficos.
Daniel Undurraga dijo en La Segunda que en estos grupos de poder concentrado “todos se conocen, veranean en el mismo balneario y la colusión, sea explícita o implícita, se da de una manera mucho más natural que en otros lados. Eso hace que la gente sea más complaciente y tienda menos a innovar. Debería haber cadena perpetua y sin beneficios para la colusión, porque no hay otra manera de que eso pare de una vez por todas”.
Matamala cita a otro emprendedor, uno estadounidense que vive en Chile y quien ha vivido frente a esta realidad empresarial de amiguismos, contactos, familiares y clase. “Las industrias están altamente concentradas en unos pocos cientos de familias muy ricas, que fueron a los mismos colegios y a las mismas universidades. Todos en la élite están a uno o dos grados de separación. Competir duro contra un amigo de la familia, el amigo de un amigo, un miembro de tu iglesia o de tu club de golf, es mal mirado, y la mayoría no lo hace”.
Undurraga y Wagner, según el periodista, son partidarios de un libre mercado que desafíe el aglomeramiento de la competencia: “Riqueza, innovación y movilidad social”.
En este contexto homogéneo de acumulación de riquezas, la fuerza empresarial salta a defenderse. Es el caso de José Piñera, quien celebrara un gráfico de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en el que se mostraba “el maravilloso legado de nuestra revolución liberal (…) Chile es el país con el ‘ascensor social’ más potente de la OCDE y quizá del mundo”.
Luis Larraín, por su parte, también sentía orgullo de las cifras. El gráfico “desmiente el cuento que nos cuentan desde la izquierda y buena parte del periodismo en Chile. Las oportunidades de surgir en nuestro país son mucho mayores que en gran parte de los países que nos ponen como modelos”.
Pero ¿Qué dice el gráfico? Matamala lo explica con claridad.
“En Chile, el 23% de los hijos de familias en el cuarto más pobre están ahora en el primer cuarto de ingresos, la cifra más alta comparada con otros 15 países”.
O sea, que 1 de cada 4 niños de menos recursos llega a ganar más de $600.000 mensuales, aproximadamente (y que, por lo tanto, los otros tres ganarán menos que eso).
Esto, por muy buena noticia que sea, no tiene nada de relación con quiénes están el los directorios que toman decisiones que atañen a toda la población, a esos lugares, como explica Matamala “no se entra con 600 mil pesos al mes”.
El profesor de Chicago Seth Zimmerman demostró que más de la mitad de los altos puestos directivos en Chile (53%) están en manos de egresados de nueve colegios particulares de Santiago: el 0,5% de los estudiantes chilenos.
Daniel Matamala
“Ellos son el 19% de los admitidos en las carreras universitarias más selectivas. Pero claro, después tenemos a los head hunters preguntando por el colegio”.
“Tal vez Chile quede estancado por la naturaleza oligárquica de su sociedad’, advirtió hace poco el influyente académico James Robinson. Es que hay una relación entre homogeneidad de las élites y estancamiento económico. Ya en 1935, Pareto advertía la necesidad de una ‘circulación de las élites’ vía meritocracia. Hoy, Brezis y Temin advierten que ‘una fuerte interconexión entre élites hace que todos los sectores de la economía estén regidos por un grupo que piensa de un modo monolítico’. Y eso es una desventaja crucial en tiempos de transformación”, escribe.