Este puede ser el momento exacto para abrir los ojos, aunque arda.
- Por Gonzalo Vivanco, activista ecológico.
Chile es un país perfectamente diseñado para que la elite del empresariado tenga plena facultad de enriquecerse a través de la sobreexplotación de nuestros recursos naturales, tales como ríos, bosques, océanos y recursos mineros.
Se construyen centrales hidroeléctricas que secan valles completos, dejando a comunidades enteras sin agua. Se aprueban leyes que permiten que las grandes pesqueras exploten nuestro océano a un ritmo más rápido de lo que puede regenerarse el ecosistema marino, dejándose a ellos mismos y a los pescadores artesanales sin recursos en plazos de sólo unas pocas décadas. Se aprueban termoeléctricas que contaminan océanos y pueblos completos, generando una degradación tanto del aire como de los ecosistemas oceánicos.
La mega minera no titubea antes de cortar un glaciar por la mitad o construir un embalse lleno de residuos químicos en el curso de agua que alimenta a un pueblo. Son cosas a las que estamos acostumbrados y que ya no le hacen ruido a nadie. ¿Es esto normal, bueno, aceptable? Ejemplos hay miles, pero parece que en nombre del mal-llamado desarrollo, todo vale.
Que crean empleos, que se viene el racionamiento y el apagón, que es bueno para el país, que etc. Basura.
Uno: generan empleos temporales miserables, dejando sólo pobreza una vez que el proyecto está operativo.
Dos: Chile exporta energía. SI, actualmente hay generadoras estadounidenses ,con hidroeléctricas operando en Chile, que exportan energía a Argentina y tienen planes de expansión. Gran parte de la energía producida en Chile va a parar a la mega minería, así que de apagón nada.
Tres: Es bueno sólo para sus bolsillos. Un altísimo porcentaje de los recursos extraídos se exportan fuera del país. Así que no es que el país los necesite, es que los dueños de esas empresas privadas se están llenando los bolsillos con los recursos naturales de todos los chilenos.
El DL701 (Aún activo, pues su vigencia se ha prorrogado hasta el 2018) ordena que el estado debe financiar el 75% de la inversión necesaria para que las grandes empresas forestales desarrollen su actividad. Es decir, de los impuestos que todos los chilenos pagamos, el estado le regala plata a las empresas forestales para que planten árboles en terrenos, que en gran parte también les fueron regalados por el Estado, y después de un tiempo se llenen los bolsillos vendiéndolos al extranjero.
¿Suena lógico? No, pero es así. Como consecuencia de esto, se crean gigantes extensiones de monocultivo de pinos y eucaliptus, desplazando el bosque nativo y su fauna, secando las napas subterráneas y los cursos de agua, erosionando el suelo y generando una inmensa fuga de nutrientes. Todo para que luego de un par de ciclos de monocultivo ese suelo no sirva de nada. Ni hablar de la calidad del trabajo que estas corporaciones entregan a las comunidades locales: sueldos bajos y muchas horas de trabajo. Resultado: una calidad de vida de mierda.
Este decreto fue implementado en los primeros años de la dictadura y ha sido mantenido con sólo pequeñas modificaciones por todos los gobiernos posteriores, tanto de la Concertación como de la Alianza. Gobiernos elegidos de forma democrática y que se deben a todos sus ciudadanos y electores, no sólo a los empresarios que financian sus campañas.
Pero, ¿Quienes son los dueños de estas empresas? Son los mismos de la colusión del papel higiénico, son los mismos que están involucrados en los casos de financiamiento irregular en la política. Son los mismos la Ley de Pesca, de Freirina, del tranque El Mauro, de Petorca, de Ventanas, de Hidroaysen, de Alto Maipo, de Pascualama, del Achibueno, de Cochamó, de Huasco, de SQM, de los pollos y de muchos más. Son los mismos que desde hace décadas controlan el país en frente de nuestros ojos.
Así es como funciona el sistema neoliberal extractivista chileno, generando riqueza rápida para la clase empresarial y pobreza lenta para el resto de Chile. Este modelo nos está llevando directamente al suicidio ecológico: las sociedades se quedan sin recursos y colapsan.
Si como chilenos hemos permitido esto durante casi 30 años de democracia, es porque somos un pueblo dormido, sumiso, cobarde, ignorante y estúpido. Es tiempo de abrir los ojos Chile.