En la era de las noticias falsas, estamos a un click de encontrar información sobre porqué es una buena idea ser anti-vacunas, la tierra plana o que en realidad el cambio climático es un mito.
El nuevo idiota es aquél que no cuestiona y toma como verdad su primer resultado de su búsqueda. Es ese que cree en cualquier post que encuentra dando vueltas por Facebook. No diferencia entre noticias, reportajes u opiniones, y considera que cualquier reflexión subjetiva es teoría. No distingue entre un texto que pasó por curatoría, verificación, filtramiento y evaluación de otro que es una simple cadena viral.
Si tenemos al alcance altas cantidades de información, debemos entender que ahora es necesario filtrarla. No basta con leerla, eso nunca fue suficiente. Creer en la teoría conspirativa que comparte tu tío por whatsapp es no querer entender que hay procesos por los que la información y sus datos deben pasar.
Un claro ejemplo.
Hacer esto, entonces, te deja como un real ignorante que, de paso, está desinformado y es incapaz de pensar que al replicar esta noticia por grupos de chat y sus redes sociales está ayudando a que más personas caigan en esta red de mentiras paranoicas disfrazadas de noticias; como alguien incapaz de distinguir entre la veracidad y las falsedades que se encuentra frente a él se cataloga, como dice el Ph.D. en Sistemas de la Información, Enrique Dans, como la “nueva categoría de pobre, al que se puede manipular con toda facilidad. Te convierte en unos de los que contribuyen con sus acciones a que las mentiras se difundan y terminemos teniendo una red – y una sociedad – peor. El idiota es el que recibe un bulo a través de un grupo de WhatsApp y, sin pararse ni siquiera a verificarlo o a pensarlo, lo circula rápidamente en varios grupos más para que vean que es “el listo”, “el enterado” o “el que se preocupa por los demás”.
En YouTube Kids hay videos sobre conspiraciones reptilianas y la “mentira de la llegada a la luna del hombre”, como si fuese algo 100% real.
Mientras más información circula, más confiamos en los dispositivos de reputación para evaluarla, dice la filósofa italiana Gloria Origgi. Este círculo crea una paradoja sobre la infoxicación y el conocimiento que tenemos en nuestras cabezas, ya que no nos “empodera ni nos hace cognitivamente más autónomos. Más bien, nos vuelve más dependientes de los juicios y evaluaciones de otras personas sobre la información a la que nos enfrentamos”.
Hoy estamos viviendo un cambio de paradigma; esto es importante para re-entender la relación que existe entre las masas pensantes y el conocimiento que generamos. Ya no estamos en la era de la información; todo esto se trata de la reputación.
La información ya no tiene valor por sí sola, necesita ser “filtrada, evaluada y comentada por otros” para que ocupe el lugar que alguna vez tuvo.
¿Qué es la reputación?
“Es el producto resultante de una serie de procesos sociales esenciales, que configuran la identidad personal a través de la imagen que recibe el ser humano de los agentes significativos con los que interactúa. Es un proceso continuo de percepción-valoración del grupo de referencia sobre el individuo, que determina el grado de integración o rechazo y afecta a la autopercepción, a la autoevaluación y, también, regula su comportamiento”, dicen David Moreno, Saul Neves, Sergio Murgui y Belén Martínez.
La reputación se convirtió en la vara que separa lo respetable de lo que cualquier nuevo idiota pensaría, (por eso ahora todos creen en los influencers y ellos se preocupan de crear una imagen acorde a su reputación). A través de ella se cura el conocimiento en este momento en Internet. Ahora dependemos de la construcción de autoridad del conocimiento mientras dependemos de los juicios parciales de personas que no conocemos.
En este sentido, la reputación sin duda juega un papel importante a la hora de creer o no creer en una noticia.
Si vemos un video, como el anterior, en el que el ex presidente de los Estados Unidos dice una serie de aseveraciones, no lo cuestionamos porque parecen reales. Esta es la realidad de las fake news, parecen reales.
El editor de video, en este caso, juega un papel importante: es la credibilidad, lo que hace que no nos cuestionemos que esto tiene sentido. Cuando tienes esto, puedes decir lo que quieras y sonará real y jugará con la realidad a su antojo.
“Puede sonar básico, pero cómo avanzamos en la era de la información va a ser la diferencia entre si sobrevivimos o si nos convertimos en una especie de distopía jodida”, dice Jordan Peele, el creador del video.
Facebook, Twitter y otras redes sociales están trabajando en nuevos softwares que les permitan encontrar más rápido las noticias falsas que circulan por la web.
Que un presidente diga que Trump es un “completo y total idiota” puede hasta tener sentido, con esto juegan quienes crean estas noticias.
Podemos entender que también existe una desconfianza a la ciencia, sobre todo por quienes controlar la producción de conocimiento científico, pero cuando se trata de diversos estudios que son financiados desde plataformas colaborativas hasta instituciones gubernamentales las que proporcionan los mismos resultados a través de métodos distintos, la proporción de dudas se acorta y la evidencia es cada vez más certera.
Uno de los temas científicos más investigados en los últimos años en el área medioambiental es, sin duda, el calentamiento global. Pero desde hace un tiempo comenzó el rumor de que, pese a toda la evidencia científica que existe, esto sería un simple mito.
También ha crecido un gran movimiento anti-vacunas, que no quiere vacunar a sus hijos pese a que está demostrado que estas ayudan a no enfermarnos, ser inmune a ciertos virus letales, entre otras, a vivir mejor.
La Sociedad Tierra Plana es uno de los grupos que además de pensar que la tierra es plana, piensa que los aterrizajes a la luna fueron todo un espectaculo de Hollywood con el apoyo de Walt Disney, dirigido por Stanley Kubrick.
Las pruebas que presenta esta sociedad se basan en análisis de imágenes de los aterrizajes, en sombras que serían inconsistentes con la luz, en la bandera de EEUU flameando, las pisadas serían muy precisas, y otra sería de puntos que cualquier persona que los leyera podría decir “Tiene todo el sentido, la tierra es plana y el hombre nunca ha ido a la luna”.
Cuesta, sobre todo porque es lo que nos han enseñado desde siempre, pero debemos comenzar a desconfiar del autor, desconfiar de lo que muestra como verdad única, como oficial e irrefutable. Siempre hay espacio para la duda, pero comencemos en algún punto, y que ese punto sea la crítica.
Utilicemos la crítica y el pensamiento para investigar estas desconfianzas y demostrar en base a métodos confiables que lo que pensamos está bien o mal.
“Un ciudadano maduro de la era digital debería ser competente no de detectar y confirmar la veracidad de las noticias, más bien, debería ser competente para reconstruir el camino reputacional de la información en cuestión, evaluar las intenciones de quienes la circularon y determinar las agendas de aquellas autoridades que le dieron credibilidad”, dice la experta.
“Siempre que estemos a punto de aceptar o rechazar nueva información, deberíamos preguntarnos: ¿De dónde viene? ¿La fuente tiene una buena reputación? ¿Quiénes son las autoridades que lo creen? ¿Cuáles son mis razones para aplazar a estas autoridades?“, continúa.
En esta era las evaluaciones críticas ya no deberían dirigirse a la información. Esto se trata de “la red social que ha dado forma a ese contenido y le ha dado un cierto ‘rango’ merecido o inmerecido en nuestro sistema de conocimiento”.
“Estas nuevas competencias constituyen una especie de epistemología de segundo orden. Nos preparan para cuestionar y evaluar la reputación de una fuente de información, algo que los filósofos y los docentes deberían estar elaborando para las generaciones futuras”.
Frederick Hayek Law, escribe en Legislation and Liberty (1973), “La civilización se basa en el hecho de que todos nos beneficiamos del conocimiento que no poseemos”. Esta civilización cibernética será en la que aprenderemos a evaluar desde el pensamiento crítico la reputación de las fuentes y medios de comunicación. Así, se potenciará el conocimiento y se calibrará el “rango social de cada bit de información que ingresa a nuestro campo cognitivo”.