Con la llegada del año nuevo, volvió el eterno debate: ¿Deberían o no prohibir la pirotecnia? Los motivos para vetarla son varios y se han acogido en distintos municipios: el impacto que tiene para personas con trastorno del espectro autista y desórdenes de la ansiedad, la alteración en animales y el medioambiente. Aquí un homenaje a Hans, un perrito de Puerto Varas que el ruido de la pólvora le silenció la vida.
Cuando Yessenia Rosas (39) consiguió su casa propia, una vivienda social en Puerto Varas, le preguntaron si iba a adoptar un perro. Y ella pensó que sería una buena idea para comenzar esta nueva etapa. A su casa llegó un pastor alemán de ocho meses. Un perro que ella describe como un ser que era llevado a sus ideas, pero que con el paso del tiempo y la dedicación, terminó siendo muy obediente.
“Venía de la parcela de un médico. De una casa de ricos se vino a vivir a una casa con ripio”, dice la trabajadora municipal.
Ambos salían a caminar. Hans jugaba con los niños en la plaza. Y él, como todos los perros, tenía ese súper poder de saber cuándo Yessenia estaba cerca de la casa o cuándo volvía del trabajo. Y él , mirando por la reja, moviendo la cola, la recibía.
Incluso en los peores momentos Hans mostraba buen ánimo: en 2019 fue diagnosticado con cáncer. Un sarcoma empezó a crecer en una de sus piernas y el pronóstico no era auspicioso. “El doctor decía que le estábamos haciendo una triterapia de amor, porque él estaba en perfectas condiciones. Hans era un sobreviviente”, relata ella.
Este año nuevo fue diferente al resto: habiéndole ganado un poco de terreno al Covid y con menos restricciones sanitarias, Yess y su familia más cercana decidieron pasar la fiesta en la casa de ella y Hans. El Municipio tenía cancelado su show anual de fuegos pirotécnicos, pero un poco antes de la medianoche, algunos vecinos prendieron bengalas.
Los primeros estruendos hicieron que el perro se golpeara contra la pared. Empezó a desesperarse. Yessenia lo tomó, lo llevó al patio y lo tapó con una manta. Intentó tranquilizarlo con mimos, hablándole bajito. Dice que con su mano sentía cómo latía el corazón de Hans, disparado.
Nuevos ruidos empezaron a escucharse, mientras las luces de las explosiones iluminaban el cielo. Y a las 00:00 horas en punto comenzaron a sonar las sirenas que anunciaron la llegada del 2022. Mientras todos se abrazaban y celebraban, Yessenia cuenta que Hans suspiró tres veces y la miró.
Tirados en el suelo, el perro murió instantáneamente. ¿La razón? Un paro cardíaco fulminante.
Las imágenes de Hans muerto dieron vuelta por grupos de FaceBook regionales e incluso llegaron a portales nacionales que comunicaron su muerte por culpa de los fuegos artificiales. Hoy, cuatro días después de su muerte, Yess puede hablar de lo que pasó. Lo hace para que no le pase a nadie más. Para que en 2023 no se repita la historia de Hans. “Quiero agradecer a la gente por las muestras de cariño y respeto, pero más allá de eso, hago un llamado a sensibilizar. Él era un animalito que vivía, que entregaba amor, que era el guardián de la casa, mi compañía, mi familia”.
Ayer una niña de tres años, junto a su mamá, fueron hasta la casa de Yessenia a entregarle un dibujo de Hans. Y en ese inocente homenaje, la mujer reflexiona: “Estar con él fue mi abrazo de año nuevo. Al menos no murió solo y no tuve que cuestionarme si sufrió o no”, dice.
El domingo Yessenia estaba cocinando y abrió la puerta, como era de costumbre, para darle “basuritas” del almuerzo al perro, pero recordó que ya no está. “La casa está sola. No sé si vuelva a tener una mascota otra vez. No por lo menos en cuatro meses. Quizá como en las películas, él regrese en el cuerpo de otro perrito”.
Hans descansa en el patio, en la misma esquina donde la esperaba todas las tardes a que Yessenia volviera del trabajo.