Más de 6.000 barriles del compuesto químico cayeron sobre el mar en las costas de Perú, una situación que dificulta la reproducción y supervivencia en el ecosistema marino. Aves empapadas en crudo y lobos marinos con infecciones y pérdida de pelaje son solo algunas de las consecuencias visibles que el derrame dejó sobre el medio ambiente.
El pasado 15 de enero, la erupción de un volcán submarino en las cercanías de una isla de Tonga sacudió a diversas partes del mundo. En aquella localidad, quedaron incomunicados del resto del mundo al enfrentar las caídas de sus servidores en telecomunicaciones, mientras que su territorio quedó cubierto de cenizas, un factor que dificulta la llegada de ayuda humanitaria desde países como Nueva Zelanda y Australia.
Según manifestaron desde la NASA, el impacto sobre la zona fue 100 veces más fuerte que el de la bomba atómica que Estados Unidos lanzó a Hiroshima, Japón, en 1945.
Pero lo cierto es que las consecuencias del desastre natural no solo afectaron a Tonga. En zonas como el mismo país nipón, Hawaii (Estados Unidos) y Chile, se declararon estados de precaución y alerta para enfrentar el aumento del oleaje y las posibilidades de tsunami, mientras que en Perú, la Marina de Guerra descartó alguna de estas fases, un pronóstico errado que terminó con aglomeraciones de civiles arrancando de las olas en playas de ciudades como Paracas, Pisco, Ancón y Lima.
A partir de eso, un factor en particular se adhirió a las preocupaciones de sus habitantes. Ese día, un buque de la firma española Repsol se encontraba frente a la costa del país con un gran cargamento de petróleo y, según declararon desde la empresa, se produjo un derrame sobre el océano debido al impacto de lo ocurrido en Tonga. Aquello se tradujo en que los químicos afectaran a zonas como Lima y Callao, mientras que la corriente los llevó hasta sectores de protección especial, tales como la Zona Reservada de Ancón y la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras.
Desde el gobierno, el presidente Pedro Castillo decretó una emergencia ambiental de 90 días, mientras que también compartió un comunicado en el que manifestó que se registraron daños al ecosistema marino y que “se han dispuesto las acciones penales, civiles y administrativas” en contra de Repsol. Y a eso se le suman las declaraciones de la exministra del Medio Ambiente de Perú, Fabiola Muñoz, quien manifestó a France 24 que hasta la presente semana “tenemos 21 playas afectadas que están cerradas por labores de limpieza”.
“Es uno de los desastres ecológicos más importantes en los últimos años y está generando un impacto gravísimo”, agregó la presidenta del consejo de ministros, Mirtha Vásquez, en una conferencia a la que asistió El País. Y precisamente, sus declaraciones concuerdan con la opinión de los expertos.
Al ser consultado por el diario El Comercio, el director científico de Oceana Perú, Juan Carlos Riveros, manifestó que “la pérdida de biodiversidad de este accidente no tiene forma de ser resarcida o recuperada probablemente en los próximos 10 años”, ya que no existen protocolos claros acerca de cómo actuar en estos casos, una situación que, según manifiesta, “puede ser que nunca se logre remediar” y que el curso “dependerá de la rapidez con la que actúen las autoridades”.
Mientras tanto, en la costa del país ya se pueden ver las consecuencias de los más de 6.000 barriles de petróleo que cayeron al mar. Según Riveros, los lobos marinos que entran en contacto con el químico enfrentan infecciones cutáneas, pérdida de pelaje e incluso pueden morir de una intoxicación, mientras que las aves enfrentan una situación aún más crítica, ante la imposibilidad de moverse con sus plumas empapadas en petróleo y la rápida muerte que la ingesta de los químicos les puede provocar.
A eso se le suma el efecto de algunos componentes del petróleo que afectan en los procesos de reproducción y el nacimiento de especies como aves, peces y tortugas, las cuales se ven expuestas tanto a la deformación de sus cuerpos como a la muerte misma. Mientras tanto, el petróleo sigue expandiéndose por las aguas de Perú.