Paraísos Tributarios es una joya de blog creado por los periodistas J.A. Guzmán y Jorge Rojas, autores de “Empresarios Zombis”. Hicimos alianza para explicarte cómo funciona la mayor elusión tributaria de la elite chilena.
Por Paraísos Tributarios
Más allá de la disputa sobre la legalidad de la estrategia zombi (operaciones que incluso fueron perseguidas penalmente por el SII), hay cinco hechos incuestionables que facilitan el entendimiento sobre cómo esta estrategia tributaria le permitió a Sebastián Piñera ahorrarse $2.800 millones en impuestos (entre los años 1997 y 2001), de los cuales sólo pagó $216 millones. El resto estaba prescrito.
I. La compra de zombis, ¿tenía otra utilidad aparte de servir para eludir impuestos?
Las zombis no tenían nada aprovechable, salvo su pérdida tributaria. Ni trabajadores, ni contratos, ni know-how. A tal punto esto es cierto que cuando una empresa sana, como Ripley o Bancard, compraba y se fusionaba con un zombi, comercialmente no sufría ningún cambio. No mejoraba su productividad ni incrementaba su patrimonio. La empresa seguía haciendo el mismo negocio, con el mismo éxito e incluso conservando su nombre original. Solo cambiaba su RUT, porque la pérdida tributaria que se quería adquirir estaba ligada al RUT de la zombi. Era para quedarse con el nuevo RUT que la fusión se hacía en un sentido que no tenía ninguna lógica comercial: la empresa que no tenía nada absorbía a la empresa con utilidades.
En esa falta de racionalidad reparó el Tribunal Tributario al describir cómo Vital S.A. (sociedad del grupo Said) con un capital efectivo de $17.803 millones, fue absorbida por una zombi con un capital de $3 (sí, tres pesos). En opinión del juez tributario que revisó el caso, tal absorción era “contraria a la lógica general más elemental, más aún aplicada al mundo de los negocios”. Dado que el único beneficio que se podía obtener de comprar una zombi era tributario, muchos contratos contenían cláusulas que anulaban el negocio si las pérdidas no se podían usar.
II. Las pérdidas que arrastraban las empresas zombis, ¿eran reales?
Aunque las pérdidas que exhibían las zombis ante el SII se originaban, mayoritariamente, en deudas impagas de los años ochenta, lo cierto es que cuando estos prósperos empresarios se interesaron en ellas, las deudas eran muy distintas a las que pueden angustiar al ciudadano común. Primero, ya no tenían acreedor. Esto debido a que cuando los juzgados civiles determinaron que en las empresas quebradas no había más nada que vender, anularon las deudas que quedaban impagas. Es decir, nadie podía pretender cobrarlas.
Por ello, aunque quienes compraron estas empresas en los noventa alegaban ante el SII tener una pérdida tributaria, nadie en todo el planeta le exigía a Inversiones Bancard Ltda. (la zombi de Piñera) el pago de los $44.000 millones, ni a Hidrosur S.A. (la zombi de los Luksic) que cancelara $78.000 millones. Esas empresas simplemente constataban que debían ese dinero y que no habían pagado. Y en función de esa declaración, reclamaban tener una pérdida que neutralizaba sus utilidades.
Sin embargo, resulta evidente que Piñera, al adquirir la empresa de Manuel Cruzat, no había perdido nada; y yendo hacia atrás, ni siquiera se puede sostener que la mayor parte de los números rojos de la zombi los haya perdido el propio Cruzat o Javier Vial. Los que sí habían perdido mucho eran los que les prestaron a Cruzat y a Vial: los bancos, que fueron intervenidos en la década de los ochenta; los ahorristas, que perdieron sus depósitos; el fisco, que salió al rescate de la banca y, a través del fisco, todos los chilenos.
¿Qué justificación había para que los prósperos empresarios de los noventa y los 2000 reclamaran haber perdido ese dinero y en función de eso pagaran menos impuestos por sus utilidades?
III. ¿Cuál era el origen de esas pérdidas?
Cuando el SII analizó el tipo de pérdida que dio origen a las zombis, observó que en su mayoría era de dos tipos: montos vinculados con pérdidas de capital (por ejemplo, cuando la empresa compraba un bien y luego lo vendía más barato) y pérdidas que correspondían a los intereses de la deuda que había sido condonada. Así, por ejemplo, en el caso de Piñera, la mayor parte de la pérdida que alegaba tener su zombi estaba constituida no por el dinero que Cruzat perdió, sino por los intereses y reajustes calculados sobre una deuda que no existía. Dicho de otro modo, estas pérdidas eran entelequias contables.
IV. ¿Era una estrategia para todos los empresarios (incluyendo Pymes) o solo para los más ricos?
Lo que empujó a tantas empresas a comprar zombis fue que entre los noventa y los 2000 obtuvieron enormes utilidades y, en función de eso, debieron pagar grandes sumas de dinero en impuestos. No es una estrategia desplegada en una crisis, sino una montada en la prosperidad, para hacerla aún mayor. A través de ella podían recuperar los impuestos pagados en años anteriores (estrategia que usaron los Calderón y Said) o dejar de pagar impuestos por las utilidades generadas después de la compra (camino que siguieron Luksic y Piñera).
Vinculado a lo anterior está el hecho de que, por la ingeniería tributaria necesaria para llevarla adelante, esta fue una estrategia que solo los más ricos pudieron usar. Contra los comentarios de quienes naturalizan el uso de las zombis como algo que “hicieron todos en Chile”, lo cierto es que fue una práctica de alto costo, pensada y ofrecida por los bufetes más importantes. La frase correcta, en ese sentido, es que solo los más ricos usaron esta estrategia. Aunque eso tampoco es exacto: de las 12 familias que la revista Forbes ubica en el top de las fortunas, esta investigación no encontró empresas ni de los Matte, ni del Grupo Angelini, ni de Álvaro Saieh, ni de Horst Paulmann, ni de Luis Enrique Yarur.
Eso no quiere decir que no las hayan usado. Si nuevas investigaciones encuentran esos vínculos, se demostrará que este trabajo no está completo; y también que la intuición de que esta estrategia sí fue una práctica de los más ricos es más cierta de lo que aquí se sostiene.
V. La estrategia de usar zombis, ¿es algo que “siempre” se ha hecho?
Algunos abogados tributaristas argumentan que la compra de pérdida se había hecho siempre (y se sigue haciendo), lo que demostraría que la reacción del SII ante las empresas zombis fue injustificada. Ese argumento es cierto solo en un aspecto muy general, pero errado en su fondo. Lo que contempla la ley es que las empresas que pasan por períodos malos puedan guardar sus pérdidas en una suerte de cuenta de ahorro y usarlas para pagar menos impuestos cuando les vuelva a ir bien.
Este tratamiento preferencial es solo para las empresas: los asalariados no lo tienen (si usted un año no puede pagar sus deudas y queda moroso y al año siguiente lo contratan por $4 millones de pesos mensuales, el SII no le va a cobrar menos impuestos debido a sus pérdidas anteriores). La justificación política de este beneficio es que, para el sistema económico chileno, las empresas son actores clave del desarrollo (el sistema favorece a las rentas de capital sobre las rentas del trabajo, argumenta el abogado Francisco Saffie) y se espera que la compensación de pérdidas con utilidades facilite su crecimiento.
En ese sentido las pérdidas se consideran “un activo”, igual que una máquina: algo que se puede transar. Pero eso tiene límites. El SII nunca puso reparos a operaciones que se hacían entre empresas reales. Por ejemplo, si una firma alimentaria compraba una competidora (compraba sus máquinas, sus clientes, su know-how, etc.), no había cuestionamiento en que se beneficiara de la pérdida que esa empresa tenía y la usara tributariamente. Se subentendía, además, que la pérdida era real: había un acreedor para una determinada deuda, o se había perdido capital de verdad en una operación.
La astuta jugada que idearon los tributaristas y contadores que pensaron en las zombis era que el fisco diera el mismo apoyo y beneficios cuando se compraran cascarones: firmas que eran solo un rótulo y un libro contable en rojo, con deudas que no eran más que ejercicios de matemática.
Eso nunca había pasado. No al menos, con la masividad que ocurrió en los noventa.
*Extracto libro Empresarios Zombis, de Juan Andrés Guzmán y Jorge Rojas. Visita el blog Paraisos Tributarios.