Es casi algo instintivo que cuando te enteras de que existe un documental sobre Ricardo Palma Salamanca, frentista, autor material del ajusticiamiento/asesinato del coronel Luis Fontaine y el senador Jaime Guzman, secuestrador de Cristian Edwards y protagonista de la huída de la cárcel de Alta Seguridad a bordo de un canasto colgando de un helicóptero, lo primero sea pensar en una película de acción.

De ese momento, el año 96, al hasta el 2018, nadie nunca supo nada más de Palma Salamanca aka El Negro hasta que la Interpol lo encuentra en París.

Se entiende: Elementos cinematográficos para contar su historia hay de sobra.

Épica y trascendencia histórica, por cierto, también. Una figura que para algunos es un héroe y para otros un antihéroe, igual.

El camino obvio hubiese sido ese, un relato lleno de acción y épica. Es probable que todx periodista, documentalista, cineasta lo haya pensado más de alguna vez.

Sergio Rojas, arquitecto y director (creador y co-director de La Jauria) lo hizo pero construyó una historia distinta. Desde otro lado. O más bien, desde dentro para afuera.

El resultado te deja de afuera para adentro.

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Conversamos con él.

Esto puede ser un poco obvio, pero ¿Por qué quisiste hacer un documental sobre Ricardo Palma?

En realidad, y esto no tiene que ver solo con el documental sino que con lo que me interesa a mí desde el recurso del cine. Me interesaba preguntar cosas más que con responder cosas. En ese sentido la vida de Palma Salamanca siempre me ha planteado una tremenda interrogante, de cómo una persona tan joven hizo todo lo que hizo. Después cuando ya estaba en la clandestinidad, siempre me pregunté cómo una persona puede vivir con esa carga, ese karma.

Y eso lo llevé a la familia de él, a cómo ellas podían llevar esa carga y responderse esas preguntas. O llevar una vida normal, porque su familia siempre cargó con ese karma. Al final sus actos se fueron traspasando a la familia. Me interesaba la historia desde esa perspectiva más sicológica, o más karmática, no sé como llamarlo.

 

Aparte el protagonista tampoco estaba en ese momento.

O sea, claro. Todo este esquema tenía que ver con estábamos hablando de una persona que no existía. Nosotros empezamos a rodar la película el 2016, pensando en reconstruir la historia y la figura de alguien que no existe, de un fantasma, un clandestino, un prófugo.

Y esto es algo con lo que bromeábamos mientras filmábamos, con la co-guionista Ana Maria Lara, el equipo y la familia incluso, hablábamos de qué pasaría si Ricardo justo aparece y era como noo…o sea imposible. No tiene por donde. Por qué aparecería ahora.

Pero apareció, ¿Qué sucede en ese momento?

Muchas cosas evidentemente. Cosas artísticas por decirlo de una forma, y otras más de logística. Cuando hago contacto con Ricardo, él se entera que estamos haciendo una película y que tiene una perspectiva más familiar, íntima. Yo creo que por eso accede, por esa honestidad. Después está el tema del acceso. Yo no podía tener con él un acceso telefónico, para mi era muy importante hacer base en París. Entendí que la única forma de poder acceder a él era estando muy cerca. Muchas veces no nos pudimos ni juntar, no quiero decir “me dejaba plantado”, pero le surgían cosas.

Había un miedo también, la confianza se fue gestando de a poco. Hice varios viajes, el primero fue en mayo del 2018 y la entrevista la terminamos haciendo en octubre. Pasaron muchas cosas entremedio.

Es que imagínate, antes de que apareciera teníamos la estructura de la película prácticamente lista. Y de pronto aparece el personaje del cual todos los otros personajes aparecen hablando.

Obvio que te desarma todo. Entonces te empiezas a hacer las preguntas más artísticas. ¿En qué momento de la película entra Ricardo? Al final, entremedio, a modo de epílogo, o dialogando. Significó una re-escritura del guión.

Me empezó a interesar el hecho de que ahora era por primera vez un hombre que podía mirar al futuro, porque en el fondo siempre estuvo escondiéndose de su pasado y ahora ya no, eso me interesaba más que los hechos en concreto.

Y finalmente la película queda lista para estrenarse ad portas de un plebiscito constituyente. ¿Qué lectura tienes de eso?

Uno entra en miles de conjeturas, pero por algo la historia de Ricardo sale ahora. Ciertamente no fue nada intencional. Lo que sí nos parecía que era muy importante que la película saliera ahora. Ibamos a estrenar en cine hace un tiempo pero todo se detuvo y ahora decidimos estrenar en digital porque justamente nos pareció muy relevante para estos tiempos. No como algo panfletario sino porque genera diálogo y reflexiones, que en el fondo son las mismas que nos estamos haciendo desde el estallido, o sea desde antes pero que se visibilizan ahí.

En el documental no sale ningún político hablando, ¿Por qué?

Es intencional porque yo no quería generar una política. Mi interés por el contrario, era despolitizar el hecho, que es por supuesto muy político, policial y judicial, pero me interesaba mirarlo desde una vereda familiar, íntima. Yo quería contar una historia desde la verdad y me pareció que así se podía.

Pasa que la política en Chile tiene un discurso que está bastante polarizado, de un lado y otro. Más aun en el caso de la figura Palma Salamanca. Es cosa de ver los titulares de diarios, que de hecho aparecen en la película. Me parecía más interesante mostrar esa polarización, o contradicción, desde la misma familia. Entonces por supuesto se habla de política, pero desde un lado más subjetivo, menos oficial.

Aparte de la aparición sorpresiva del protagonista del documental en mitad del rodaje, ¿Qué otra cosa te sorprendió?

Me sorprendió mucho, y en la película se menciona, esta crítica a la izquierda. En el fondo Ricardo formó parte de un frente armado con jerarquías donde recibía ordenes. No olvidemos que los ajusticiamientos que comete los hace obedeciendo ordenes.

Esas jerarquías se contaminaron al nivel de que Ricardo se termina dando cuenta de que había abusos de poder en ese mismo lugar. Eso me pareció interesante como sub-texto también, una crítica a la izquierda chilena que tiene que ver con esa épica, su hermana lo dice: esta épica viene con todo este dolor.

Porque de afuera uno ve la imagen de guerrilleros, luchadores que no tenían problemas entre ellos y no es así. El mismo Ricardo dice que el de primeras no estaba de acuerdo con el ajusticiamiento a Guzmán sin ir más lejos, y termina siendo protagonista. El tras bambalinas de las decisiones me sorprendió bastante.

La película tiene un tono super reflexivo, y me llamó la atención porque es una palabra que Ricardo usa mucho en la entrevista. ¿Esa idea venía de antes o se dio después de conocerlo?

Mira es que es muy loco todo, porque El Negro es una película que tempranamente había obtenido fondos desde Francia para poder realizarse, esa fue otra coincidencia bien increíble. Y cuando empezamos a grabar, repito el 2016, casi no había guión, solo un arco dramático que tenía que ver con el relato de estas tres mujeres. Y se empezó a dar un proceso de reflexión super interesante entre ellas en relación al tema. El perfil de la entrevista a Palma Salamanca tiene que ver con esas reflexiones.

Hay un tono también nostálgico, que te deja un poco la idea, o la duda, de que quizá el sacrificio, si los costos de los actos de este héroe o antihéroe al final valieron la pena.

Ese punto me interesaba mucho también. De-construir esa épica, de-construir ese heroísmo. ¿Qué es lo épico? ¿Qué conlleva? Hay una nostalgia de que quizá esa valentía fue en vano. Hoy día estamos ad portas de un plebiscito donde se está proponiendo recién cambiar la Constitución creada por el hombre que fue ajusticiado y que sin embargo todavía nos tiene amarrados. La hermana lo dice derechamente: ella cree que perdimos. Entonces la película tiene una sensación de derrota, es cierto. Creo que también habla sobre la muerte. Verla, sentirla, en todos sus sentidos, porque Ricardo muere virtualmente para poder sobrevivir.

Chile 2020

¿Cuál es tu lectura del momento actual de chile ad portas de un plebiscito, en medio de una pandemia, etc?

Es que Chile es un país super surreal. El otro día conversaba con un amigo de que si Raúl Ruiz estuviese vivo estaría vuelto loco grabando todo lo que está pasando. Hay una desconexión máxima de las las emociones. Yo siento que el arte es una disciplina que debe abrir debate, meter el dedo en la yaga, hacerse preguntas, generar conflicto, ¿Si no quién? Y no me refiero al debate como el odio de uno hacia el otro, sino de pensar también que hicimos bien y que hicimos mal.

Chile vive  un momento de inicio de algo muy nuevo, el tema del plebiscito puede abrir algo nuevo, esperemos, pero que se va demorar mucho en dar resultados. Quizá nosotros como generación no lo alcancemos ni a vivir.

Pero pasa que acá todavía hay temas pendientes con la dictadura, el otro día se conmemoró el día del detenido desaparecido y resulta que siguen habiendo 1300 detenidos desaparecidos. Entonces uno dice pero cómo, con todo lo que ha pasado, todo el tiempo, y aun hay dudas. No ha habido reconciliación, ni perdón, y mientras eso no pase es muy difícil que el país pueda caminar en conjunto hacia el futuro.

¿Y cómo te imaginas el país post-plebiscito, cómo te gustaría que fuera?

Difícil pregunta, pero claramente con un dialogo mas honesto y una reconciliación que no ha habido, creo que falta reconocer.

Al final países en vías de desarrollo, necesitan de gobierno y gobernantes mas humildes, que reconozcan, somos un país de gente humilde con gobernantes muy soberbios. me imagino un país que deje esa soberbia de lado y que se pueda conversar.

Puedes ver El Negro

ACÁ (Red de Salas)

ACÁ (Centro Arte Alameda)

ACÁ  (Cinepolis)

ACÁ (Punto Ticket)

O esparar hasta el 11 de septiembre el estreno en Ondamedia