Conversamos con Luis Ormazábal, uno de los ilustradores de Vagabundo, los creadores del mural 100 caras y un país (RIP). “Cuando lo vi borrado sentí una angustia terrible, dice.
Vagabundo es un proyecto de los jóvenes chilenos Luis Ormazábal y Eduardo Lobos. Ellos fueron los encargados de ilustrar 100 Caras y un país que se transformó en uno de los murales más famosos de las calles santiaguinas, el mismo que la noche del domingo apareció, o desapareció, tapado por un graffiti.
“Vagabundo es un personaje de ficción que representaba la inquietud de tres amigos por la ilustración y el arte en general, nunca quisimos ocupar nuestras identidades porque creíamos que era más atractivo que un vagabundo, un personaje excluido de la sociedad, diera su aporte a esta a través de su mirada. Fue un sueño que encontró su obra magna en el extinto mural en cuestión”, dice Luis.
Este mural se comenzó a dibujar en el año 2013. Fueron casi tres años llenos de trabajo para llegar a completar la obra en aproximadamente un 60%.
En la obra se podían apreciar 100 caras de chilenos y chilenas artistas de todas las áreas, personajes, políticos y políticas que forjaron una imagen país. Se gestó a partir de un carnaval urbano que reunía diferentes artes llamado 100 en un día.
Comenzaron buscando las murallas perfectas hasta que la encontraron. Providencia con Lyon. La misma pared, larga y angosta, les dio la idea de replicar un Chile de norte a sur: “Para esto, fuimos a varios museos para empaparnos con la identidad local y autóctona de cada zona, visitamos el museo de arte precolombino, el de historia natural, etc. Buscando la inspiración de patrones, formas, texturas y todo lo que pueda ser un aporte para este proyecto”, cuenta.
Eligieron, por devoción propia, a los personajes de relevancia histórica y también cultural. “Lo más lindo fue que algunos personajes que estaban incluidos fueron netamente aporte de personas que pasaban por el mural y nos decían: ‘Oye! ¿Por qué no hacen al chico de las conchas de Antofagasta?’ O ‘Al capitán Pardo, que rescató a la expedición Shackleton en la Antártida’ Y cosas así. Eso ayudó a que el mural se convirtiera en una obra colectiva donde se tomaba en consideración el aporte y consejos de las mismas personas que pasaban y miraban el proceso”.
Vagabundo ya no pertenece a Luis y Eduardo. El último se separó del colectivo por problemas internos entre ellos. “Imagínate llevar dos años viéndose todos los días y trabajando en la misma obra durante horas, llega un momento en que empiezas a chocar y a opinar diferente, más bien cómo crecimiento personal y búsqueda de nuevas metas a veces se necesita tomar caminos diferentes y eso fue lo que nos alejó de ese proyecto, y también que nosotros ya no podíamos seguir viviendo del aporte voluntario de las personas. Por muchas ganas que tuviéramos de terminar el mural la realidad nos empezó a pasar por encima y no teníamos con qué subsistir, si te dedicas a una obra social netamente autogestionada es muy difícil”, agrega.
No podían seguir viviendo de cooperación, de monedas. Consiguieron ayuda con los materiales. Jorge Urzúa dueño de la librería Color Animal, les donó plumones para pintar. “Fue un tremendo alivio”, dice, ya que cada plumón tiene un valor de $3000. A esto también se agregó Adrenaline, una marca de bebidas energéticas que les pedía como canje subir fotos del mural y las latas.
Si hubiesen tenido la ayuda que pidieron al municipio, si les hubiesen respondido, si a alguien más le hubiese interesado, responde, el mural estaría completamente terminado. La noche de este domingo, el trabajo de tres años se fue a la mierda producto de un graffiti que tomó una noche realizar.
“Si bien nosotros sentimos pena por el borrado, lo entendemos según su formato callejero y no nos duele tanto en ese sentido, lo que nos apena es la gente que alucinaba hasta el día de hoy con ese mural porque como te contaba era algo especial, totalmente participativo, colaborativo, no te imaginas toda la gente que aportó en algo, que se animó a pintar sin nunca haber agarrado un pincel en su vida. Los niños y adultos mayores de la comuna que para ellos era su paisaje habitual y que los llenaba de alegría y asombro. Eso es lo que duele perder, no el mural, sino lo que causaba ese mural”.
Luis se enteró por redes sociales del fin de su trabajo. “Sentí ese apretón en el pecho como cuando una pareja termina contigo. Una angustia terrible pero era algo que sabía que tarde o temprano iba a suceder si no nos apurábamos en hacer algo”.
Respecto al graffiti que ahora reemplaza su mural, Luis es bien sincero: “¿Lo que hicieron ahora? Sinceramente me parece una real mierda. No tengo nada en contra del graffiti, al contrario, yo personalmente me inicié en eso a los 14 años pintando varios murales y también viendo cómo los borraban, no es algo a lo que esté ajeno, crecí viendo graffitis de los adep o los xplo que me encantaban por sus colores vibrantes y letras audaces y me volaban la cabeza por su magnitud”.
“Lamentablemente mucha gente asocia la palabra graffiti con vandalismo, precisamente por actos como este”, agrega.
No tiene idea quién es el autor o los autores de la nueva pieza. “Tampoco había visto su trabajo…eso pasa cuando haces lo mismo que todos los demás, es difícil diferenciar tu trabajo del resto o de quién es quién, por mucho que escribas tu seudónimo en gigante y flúor”.
Pese al dolor y la rabia que le provocó, Luis confía en que “esto puede ser el punto de partida para crear algo mejor”.
Por ahora está creando un archivo digital de su trabajo, reuniendo todas las fotografías de quienes alguna vez tomaron una foto al mural. Si tienes una puedes enviarla a luisormazabalcabrera@gmail.com