Desde un punto hasta ahora, ver Vértigo me produce la misma sensación que estar en un asado con los suegros y tener que reírse de sus chistes fomes por obligación.

Es que el propósito del programa hace rato dejó de ser el humor y exponer a los famosos a una situación donde su ego –mucho más grande que los espacios que ocupan en la pequeña televisión chilena- se ve aplastado por nosotros mismos. Vértigo hasta hace muy poco era un termómetro que medía cuan querido o respetado era un famosillo y por ende su continuidad en la televisión. En otras palabras, nos daba el poder como televidentes de decirle a un personaje que no es ni la mitad de bueno de lo que piensa que es.

Pero ahora es diferente.

Con el grueso de los periodistas reporteando el barrio Meiggs hasta el cansancio y  matinales de  duración exagerada con contenidos extendidos hasta más no poder, Vértigo se transformó por alguna razón que desconozco en el único espacio de debate en una televisión consumida por las teleseries turcas.

Es que actualmente la pauta televisiva es tan predecible que puedo enumerar los sucesos hasta fin de año sin problema:

  1. Los ofertones en esta semana santa se encuentran en el Mercado Central
  2. Señora, ojo: los limones no cuecen los mariscos
  3.  Se anuncian precipitaciones en Santiago
  4. Los mejores paraguas se encuentran en el barrio Meiggs
  5. Centros comerciales anticipan ofertones para este día del niño
  6. Juguetes con tolueno en el barrio Meiggs
  7. ÉXODO hacia el litoral central producto de este 18 de septiembre
  8. Nota para no engordar tanto durante las festividades
  9. El show de fuegos artificiales más grande de América Latina se vive en Viña del Mar
  10. Nota califa con argentinas en la playa

Mi tío –también periodista- afirma que ningún programa es suficiente para nosotros los millenials con “tendencia a encontrar todo patriarcal y heteronormado” y mi abuela asustada pregunta qué chucha es ser milenial no sin antes consultar su libro de predicciones de la María Ángeles Lazo.

Pero es que el altercado entre Chiqui Aguayo y Alberto Plaza representa la discusión entre lo que ella cataloga como feminismo versus lo que Plaza considera flaite (palabra que usó en una carta para El Mercurio luego de la rutina de Aguayo en el Festival de Viña).  La discusión fue tan dura (y tonta) que en un momento Chiqui Aguayo insinuó que Alberto Plaza interpretaba “Que cante la vida” mientras torturaban gente en el país. En la que te vay.

La realidad es que la rutina de Aguayo fue fome y su salvataje fueron las chuchadas. Punto. Falta la capacidad de autocrítica en lugar de sacar a relucir un feminismo que tiene prioridades mucho más importantes a juzgar por lo que comentan las mismas mujeres en Facebook a esta hora.

Otro highlight de la noche es cuando a la una de la mañana y por alguna extraña razón, llaman a una “experta en sexo” para hablar cochinadas como si no viviésemos en tiempos donde podemos ver porno en el celular o escribir en Google cualquier duda que tengamos. Justo cuando pensé que la noche no podía ser peor para Alberto Plaza, lo tenemos sosteniendo un vibrador.

Vértigo tiene éxito porque permite que los chilenos se descarguen de forma indirecta contra aquello que hace rato nos hace ruido. De forma ñoña y con una parafernalia sobreactuada que incluye tuits en directo de Andrónico Luksic en otro intento por ganarse a la gente, retroalimenta nuestra necesidad de estar siempre enojados con algo y trasladar el descontento cotidiano a actores ajenos a la causa.

La inequidad de género se discute en el programa a través de cuantos garabatos dice o no dice una humorista en lugar de las enormes diferencias salariales sin justificar que existen entre hombres y mujeres. Ni hablar de la violencia verbal y física a la que están sujetas las chilenas todos los días del año tapando su realidad con recetas de cocina y horas de predicciones en el matinal.

Llama la atención como un humorista es el único que se refiere a temas que ninguno de los periodistas en televisión comenta: La minera Dominga, el fraude al fisco más grande realizado por Carabineros, el grito pinochetista durante el lanzamiento de campaña de Sebastián Piñera, entre otros.

Y mientras el feminismo se confunde con el altercado entre una humorista y un cantante, dos chicas transgénero fueron agredidas el miércoles por la noche en un local de Bellavista y sería bueno que como sociedad nos escandalicemos por este hecho de la misma forma  que cuando una mujer dice que tiene un lunar en la vagina.

Cuando un programa enfocado netamente a la entretención deje de ser el espacio de debate por excelencia entre nosotros, quizás ahí y solo entonces, dejemos de estar tan hasta el loli po perrito.