Ayer, con motivo de la convulsionada PSU, se viralizó un video donde estudiantes de la comuna de Puente Alto, daban cuentas que para el ingreso al establecimiento de rendición de dicha prueba, existía una entrada para estudiantes de Providencia y Las Condes y otra distinta para los de Puente Alto.
También circuló un video donde, en la comuna de Vitacura, Carabineros realizaba un control preventivo a un estudiante de La Florida. El policía al enterarse de la comuna de donde venía el muchacho le responde “Ahí está la wea”. El desdén clasista es evidente.
La situación a muchas personas les produce indignación y a tantas otras les da exactamente lo mismo. Lamentablemente nadie hace énfasis en la normalización de la situación y en cómo esos estudiantes han tenido que vivir montones de veces situaciones como esas: ser discriminados por vivir en algún lugar determinado.
Y uno se pregunta por la rabia que genera una situación así, por la rabia de la vida misma haciéndoles burlas. Por cierto, que por las malgastadas frases de falta de salud y educación, pero también por lo sensible, por las miradas con asco, por las trabas para entrar a lugares, por las risas en la espalda, por las veces que, como diría Lemebel, tuvieron que “comer rabia para no matar a todo el mundo”.
Y así ha sido siempre, desde la colonia hasta hoy. Por eso la masividad y la violencia del movimiento que lleva más de tres meses, por eso la primera línea y los piedrazos a la policía, por eso el apoyo de los sectores populares. Por años y años de tragar mierda, de soportar humillaciones, de balas locas matando guaguas porque las autoridades no entran a sus pasajes, por niños trabajando desde los 11 años, por expulsiones de los mall, por tener que entrar por una puerta diferente a rendir la PSU.
Por ello, no pidan que el movimiento sea pulcro e higiénico, no pidan que se paren en la ex plaza Baquedano a aplaudir y entonar cánticos, no pidan que la fiesta de la Plaza Ñuñoa sea replicada en todo Chile. Porque en este estallido no hay solo demandas puntuales, no hay tecnócratas entregando propuestas por mejoras específicas.
En esta ebullición hay rabia, resentimiento y ganas de quemarlo todo. Por eso los mayores enfrentamientos se viven en la Plaza Dignidad, ese punto neurálgico catalogado como frontera histórica de las clases sociales, en ese antiguo Chile que se hablaba de Plaza Italia para arriba o Plaza Italia para abajo.
Por eso que el movimiento no responde ni a partidos políticos ni tiene demandas claras, porque se trata de entender la vida de una forma distinta, se trata de dignidad, pero en el amplio sentido de la palabra, desde las mejoras materiales, hasta la sepultura del acérrimo clasismo de nuestra sociedad. Se trata simplemente de una vida justa.