Según la pirámide de Maslow, por encima de todo están las necesidades de autorrealización. Es decir, cuando hemos satisfecho -en orden- nuestras necesidades fisiológicas, de seguridad y de afiliación (como amistad y afecto), nos preocupamos del reconocimiento, como el éxito y la confianza. Por encima de eso está la punta: la autorrealización. Es en ese lugar donde entran nuestras metas y nuevos horizontes: en otras palabras, las expectativas.

Esto lo escribo desde una posición privilegiada. Tengo un techo, comida y sé que no estaré desamparada ante la crisis social y económica del Covid-19. Pero como a todo el mundo que estaba preocupado de las necesidades “más primermundistas”, este panorama distorsionó toda mi pirámide; aunque satisfacemos buena parte de su estructura superior con retos y estupideces de puntos en redes sociales. Recuerden amigues: lo virtual también es parte de lo real, como parte de la construcción de esta realidad.

Pero este post no se trata de eso. Sino de que por primera vez, desde que éramos niñes que aún no iban al colegio, no debemos cumplir las expectativas de nadie, y esto nos incluye a nosotres mismes. Insisto que esto va desde una posición privilegiada, ya que hay muchas personas que deben encargarse de las necesidades más básicas permanentemente, y nunca han estado en el lugar de pensar algunos de los siguientes planes que mencionaré.

 

Hacer un working holiday (o emigrar temporalmente a otro país, como prefiero llamarle). Una especialización en mi carrera. Trabajar en proyectos personales o colectivos que la forjaran. Tener una pega que me apasione. Invertir en herramientas de trabajo y experimentar. Conocer gente inspiradora. Estar viviendo “al máximo” constantemente. Si no estaba haciendo alguna de estas cosas francamente me angustiaba. Y esa angustia se agudizaba cuando mis posibilidades se limitaban por mi falta de medios (plata) para costear un diplomado en Chile o el extranjero, que era lejos lo que por autorrealización deseaba hacer algún día.

A esa angustia también la llamo culpa. Nos meten esa acelerada idea en la cabeza de que la vida es una y hay que vivirla al máximo. Es verdad, pero ¿hasta qué punto era eso normal para la salud mental? ¿No es acaso la producción un alineamiento con el sistema capitalista? Bueno, desde siempre se produjo, pero ¿por qué no es compatible con esta sociedad otro estilo de vida, o por lo menos, momentos de pausa?

Si tienes depresión, por ejemplo, lo “sano” es que continúes con la check list de cosas que debemos hacer porque somos jóvenes. La verdad es que cuando estuve en esa situación, lo único que quería era que parara el mundo, dejar de trabajar y de tener una “vida normal”, de hacer como que ahorraba para cumplir con mis expectativas autoimpuestas. Paren el mundo que me quiero bajar, dijo la Mafalda. Acaso se está cumpliendo. Pero si el mundo no paraba y tú sí, te sentías pésimo, aunque tuvieras ahorros para sobrevivir un tiempo. Si no haces nada eres miserable. Lo peor es que tiene algo de verdad.

De pronto el panorama es otro y no sabemos qué hacer. Podemos estar desocupados, incluso sin trabajo, y sin ninguna culpa (desde la premisa de que todo está por encima de nuestro control). Hemos vuelto a ser niñes que no tienen poder sobre lo que ocurre, y en muchos casos nuestras responsabilidades -para quienes no tenemos a nadie que mantener- son prácticamente nulas. A todes nos afectará lo que ocurra a continuación en el mundo, pero personalmente comprender que la mayoría de la gente sufrirá mil veces más que una, me hace ver que no tengo nada de qué quejarme: estamos flotando en el vacío, entregados al día a día y a un futuro incierto.

Pensando que estamos viviendo esas vidas tipo nini que nos enseñaron de siempre que eran miserables, y proyectándonos en esta misma dinámica, buscando soluciones para nuestra subsistencia ante los peores escenarios futuros posibles.

Y es que aunque nos dijeron siempre que sin expectativas nos sentiríamos vacíos, hoy me siento bien.

Quizá sea el único momento en la historia en que podamos darnos ese lujo. O en una de esas una lección permanente para la vida.

Bueno, mejor no me haré expectativas con todo esto.