Es bien probable que la política de esta época sea recordada como la “era de la posverdad” así que vale la pena entender lo que significa.

La primera vez que entendí lo que era la palabra posverdad fue durante el año pasado y ni siquiera gracias a los medios. Una amiga cientista política, que cursa un diplomado sobre Seguridad Internacional, estaba estudiando la posverdad y cómo ésta creó la nueva configuración política del mundo actual.

El diccionario de Oxford, el mismo que eligió el 2013 a selfie como palabra del año, define a la posverdad (post-truth) como “relativo o que denota circunstancias en las que los datos objetivos adquieren menor relevancia al momento de dar forma a la opinión pública, apelando a la emotividad y a las creencias personales”. Asociado principalmente a la política, la posverdad es el tipo de discurso que parece verdad, pero no tiene ningún tipo de fundamento en los hechos.

No es que este tipo de practicas sea exclusiva de este siglo. Los políticos, y muchas de sus decisiones, se mueven en el ámbito de la especulación. Rememora un par de años atrás, cuando George Bush invadió Irak por la razón de que Sadam Hussein habría tenido una gran cantidad de armas de destrucción masiva. El pánico que genera lo que no se conoce, lo que no se puede medir o cuantificar realmente, ha puesto a la configuración política actual a dar vueltas eternas en un loop.

La retórica del planteamiento de Trump (xenófobo, nacionalista, supremacista blanco, machista, etc.) no es muy diferente a lo que ocurrió con los exponentes que convencieron a la clase media sin estudios superiores británica de votar por la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Movimientos similares están emergiendo y escalando en distintos países del continente viejo, como Francia e Italia. El miedo y la difusión de que las FARC no cumplirían el posible acuerdo de paz y la guerra seguiría tal como está es lo que muchos colombianos optaron por elegir para que ganara el “No”.

Estamos viviendo el reino de la posverdad, en donde casi todos los días sitios de noticias falsas y cadenas ficticias de Whatsapp siembran el pánico entre la población. Las redes sociales, sobre todo aquellas que funcionan con algoritmos, como Facebook y Twitter, siguen alimentando el ciclo de vida de una verdad a medias, ya que cada vez que alguien de tu círculo comparta algún contenido falso es más probable que te aparezca a ti también. Y en tiempos de infoxicación, se hace cada vez más dificil filtrar una verdad-verdad de una post-verdad, una verdad a medias, o algo que quisieramos que fuera verdad porque puede ayudarnos a sostener nuestra propia Verdad.

Ser cuidadoso en aquello que leemos y distribuimos no es una de nuestras habilidades más pulidas, pero por favor, al menos tenemos que tratar. Chile es ahora, más que nunca, especialmente vulnerable a la posverdad. Hace muy poco pasó con los incendios, donde tanto integrantes de la derecha y de la izquierda política comenzaron a especular con quienes serían los culpables de los siniestros, si los mapuches e inmigrantes o los empresarios que querían cobrar sus seguros para seguir ganando dinero. Hasta cadenas de Whatsapp te llegaban y lo único que podías hacer era agarrarte la cabeza en confusión.

“¿Por qué nosotros los heterosexuales tenemos que ceder y no podemos defender algo que es nuestro? Así como ellos defienden sus espacios y sus derechos, que yo los respeto, ¿Por qué nosotros tenemos que ceder en entregarles todo, por qué tendría que convertirse la sociedad en homosexual y dejar de ser heterosexual si nosotros ganamos el espacio? Somos heterosexuales y defendemos ese espacio”, dijo Alejandra Braco a El Dínamo. Por su lado, Arenito (Alexander Núñez) hizo lo propio la semana pasada al declarar que su homosexualidad se curó al volver a la iglesia. Demonizar la sexualidad de la gente solo va a seguir generando resentimiento en parte de la población que cree que su status es mejor que el del resto.

Por ahora, estaremos a la espera de lo que ocurrirá durante este año con la campaña presidencial, donde ya se han ido deslizando opiniones en la línea de la poverdad en contra de la migración, por ejemplo, como los dichos de Piñera. Tendremos que tener la mirada afilada para ya no solo leer entre líneas sino también poder cortar la nata de la pos para poder llegar, como dice Javiera Mena, hasta la verdad, definitiva. O a algo parecido.