A pesar de haber sido ilegalizada en los años 80, diversos estudios científicos detallan que la MDMA (o Molly, como también le llaman) puede ayudar mucho a generar una mejor comunicación en parejas con crisis. Y si bien hay que ser cuidadoso de ocupar esta droga sólo en contextos clínico-hospitalarios, investigadores señalan que “no hay un medicamento que pueda ofrecer los mismos beneficios”.
“Mi esposo por primera vez empezó a compartir conmigo todos estos pensamientos y emociones (…) Era él, sin barreras”, contó Ree -nombre ficticio- a The New York Times, sobre el primer viaje que tuvieron en MDMA.
Tras 10 años de casados, la mujer de 42 años y su pareja estaban casi decididos para terminar su relación, después que hasta su terapeuta matrimonial se diera por vencido, en parte porque el hombre “no podía abrirse”. Sin embargo, meses más tarde leyó Cómo cambiar tu mente de Michael Pollan, donde relata su experiencia transformadora con drogas alucinógenas, y se decidieron a intentarlo, después de negarse por meses a “infringir la ley”.
Y es que, a pesar de que la Agencia de Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) han incluido al MDMA -también llamado “éxtasis”, “Molly” o “droga del amor”- en sus listas de drogas más peligrosas, lo cierto es que diversas investigaciones científicas han probado sus beneficios para tratar trastornos de estrés postraumático (TEPT), y también en terapias de pareja.
El psicólogo y doctor en farmacología José Carlos Bouso ha realizado diversos ensayos clínicos de esta sustancia por décadas y afirma que las personas que la consumen sienten un efecto ansiolítico, generan una mayor capacidad de empatizar con otros y hablan abiertamente de sus sentimientos.
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“No hay un medicamento que pueda ofrecer los mismos beneficios que el éxtasis. Es único por varias razones (…) Conduce a una experiencia psicológica que pone a las personas en una situación de relajación. Se podría decir que es como una especie de antídoto contra el miedo”, sostiene el especialista a El Español.
En 2020, la revista European Journal of Psychotraumtology publicó la realización de un ensayo piloto que analizaba la seguridad, viabilidad y eficacia de la terapia asistida con MDMA en parejas, con la particularidad de que una de las personas debía tener un TEPT. Candice M. Monson, la investigadora principal del procedimiento, señaló al respecto que ese síntoma -el estrés postraumático- podría causar angustia y barreras para entenderse en la relación, pero que “la psicoterapia asistida por MDMA puede generar empatía y conexión, abriendo un camino para recordar por qué se unieron en primer lugar y el deseo de comprender al otro”.
Por su parte, un estudio de 2018 realizado administrando éxtasis a pulpos -animales considerados los más inteligentes, pero también asociales- demostró como la sustancia intervenía en las habilidades sociales de la especie. “Los pulpos no sólo pasaron más tiempo con otros individuos de pulpo cuando tomaban la droga, sino que también se involucraron en un amplio contacto de la superficie ventral.
Ese contacto físico, inusual entre individuos, parecía exploratorio y nada agresivo”, concluyeron los científicos responsables. ¿No lo crees? El ensayo también descubrió que humanos y pulpos también comparten partes de un sistema de conexiones cerebrales que participa en los comportamientos sociales y que se potencia con la presencia de esta sustancia en cuestión.
Antes de que se ilegalizara en la década de los 80, diversos psicoterapeutas también utilizaron esta droga para mejorar los resultados en sus terapias de pareja. Por ejemplo, Richard Ingrasci, quien es uno de los grandes opositores a su penalización, dice que ha visto “cómo esta droga ayuda a muchas parejas a superar bloqueos de comunicación debido a la seguridad que surge en la sesión”.
Por supuesto, como todas las drogas, tiene riesgos. Víctor Pérez-Sola, vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría y Salud Mental, explica que si el éxtasis se usa mal puede derivar en trastornos mentales, ya que las personas “se quedan colgados en algunas de esas experiencias, de esos viajes, y eso es un riesgo”.