Violentos, intolerantes y en general mediocres, Jair Bolsonaro y sus hijos están envueltos en una serie de denuncias y casos turbios.
Texto original de Raphael Tsavkko Garcia. Periodista, activista y doctorado en Derechos Humanos para Huffpost Brasil y traducido por Pousta.
El diputado (y electo presidente de Brasil) Jair Bolsonaro es visto por muchos como un diputado honesto, incorrupto y ni siquiera el hecho de haber recibido dinero supuestamente ilegal de JBS (empresa de alimentación brasilera) en el 2014, a través de su partido, el PP, parece afectar esta creencia.
En una entrevista al historiador Marco Antonio Villa, Bolsonaro afirmó no haber aceptado cerca de R$ 300 mil reales (casi 57 millones de pesos) que le ofreció la empresa (R$ 200 mil en su cuenta de campaña y R$ 100 mil en la de su hijo). Hace tiempo Bolsonaro usa este acto como propaganda en sus redes sociales y discursos como ejemplo máximo de su honestidad.
Todo esto pasaría desapercibido, si no fuera por el hecho de que su entonces partido haya depositado en su cuenta el mismo valor, rechazado por él y devuelto a la caja del partido, por medio del fondo partidista. En otras palabras, el partido habría recibido una cuota, pero él no la recibió directamente. En las palabras del propio Bolsonaro, “el partido recibió ese monto, sí, ¿pero qué partido no lo hace?”
Las nociones de ética y honestidad del presidente electo, no aparecieron solo ahora; hay otros casos. En el 2012 descubrieron a Bolsonaro pescando ilegalmente en Angra dos Reis y enfrentaba un proceso por crimen ambiental, arriesgándose a no poder ser reelecto si hubiese sido condenado.
Bolsonaro fue multado en enero del 2012 por pescar en la Estación Ecológica de Tamoios, donde la pesca deportiva está prohibida. Su respuesta fue hacerse la víctima y decir que estaba siendo perseguido, una constante en su carrera. Bolsonaro declaró: “Si soy condenado en una primera instancia por crimen ambiental, no puedo ser re-electo. Eso es todo lo que mis enemigos quieren”.
En marzo del 2016, el Supremo Tribunal Federal, rechazó la denuncia hecha por la Fiscalía General de la República contra el diputado por unanimidad.
Hay que recordar también que Bolsonaro tiene un record mediocre en lo relacionado a la aprobación de proyectos de ley (sólo tuvo aprobados dos miserables proyectos en 27 años como parlamentario).
Uno de sus proyectos aprobados es parte de su personaje victimista: se trata de la regulación del voto impreso en las urnas electrónicas que, según Bolsonaro, serían inseguras. Una de las agendas más importantes para algunos sectores de la extrema derecha es la seguridad de las urnas. Como no ven a sus candidatos electos (a no ser que existan fuertes contra ejemplos, como Bolsonaro y sus hijos) hablan de supuestos fraudes. En el 2018 no fue distinto, aún habiendo formado la segunda mayoría en la Cámara de Diputados, Bolsonaro cuestionó la sinceridad del proceso por no haber sido electo en la primera vuelta.
No sólo Bolsonaro adopta una postura constante de víctima: “no aprueban mis proyectos”, “no me dejan pescar”, etc. sino que sus partidarios refuerzan el discurso por redes sociales también.
El papel de víctima le queda bien a la figura de Bolsonaro, por más incongruente que pueda parecer un ex capitán del ejército y diputado federal que extraña la dictadura adopte este personaje, aún más cuando es el primero en denunciar el “coitadismo” (que significa ser “lastimero”) de los movimientos sociales.
La imagen de honesto y de ser una eterna víctima son parte fundamental del personaje creado por Bolsonaro y vendido por cientos de páginas y grupos, con millones de seguidores, que se dedican a viralizar contenido en Internet. Su militarismo, su defensa a la represión contra las minorías y de la violencia contra los más vulnerables, completan su “traje”.
Esto no quiere decir que no tenga electores más moderados, hasta tiene partidarios que pertenecen a minorías que se suman a su discurso, muchos por ese sentimiento de “basta”, de que es necesario algo nuevo, aunque sea radical en la política.
Machismo, racismo y homofobia de Bolsonaro
En diciembre del 2014, Bolsonaro dijo en plena Cámara que sólo no violaría a la diputada y defensora de los derechos humanos, María do Rosario (del Partido de los Trabajadores), porque ella no lo merecía, después de que Rosario hablara en defensa de las víctimas de la dictadura. Al día siguiente el presidente electo hizo la misma declaración paróa el diario Zero Hora. Para el diputado, María do Rosário no merecía ser violada por ser “muy fea”.
Esta no fue la primera vez que Bolsonaro atacó a la diputada, en el 2003, él ya le había dicho “vagabunda” en una discusión captada por la televisión, en los pasillos de la cámara, mientras la empujaba y amenazaba.
Como si no fuera suficiente, en el 2015 el ministro Luis Roberto Barroso, del STF, presentó una investigación abierta contra el diputado, en base a una entrevista al programa CQC del 2011, en el que afirmó que no discutiría sobre “promiscuidad” contra la cantora Preta Gil, después de que ella cuestionara cómo él reaccionaría si su hijo se enamorara de una mujer negra. En el mismo caso lo condenaron a pagar R$ 150 mil, por declaraciones homofóbicas.
En el 2011, Bolsonaro logró escapar de la casación en el Consejo de Ética de la Cámara por supuestas declaraciones racistas y homofóbicas contra Preta Gil y la comunidad LGBT en el mismo programa.
Al contrario de lo que se esperaba, las declaraciones de Bolsonaro le hicieron ganar más fama: de machota y de opositor a los derechos humanos, que para sus seguidores equivale a “defender a los delincuentes”. Decir lo que piensa es, hasta en estas situaciones, algo atractivo para sus votantes.
Su pasado militar también está envuelto en historias poco gloriosas y elogiosas. Una historia ya bien conocida, pero que resurgió recientemente con más pruebas, el entonces capitán del ejército tenía un plan para hacer explotar bombas-reloj en unidades militares de Rio de Janeiro en 1987, a lo que él llamó “Operación Beco sem Saída” (Operación callejón sin salida). Además de eso, habría cometido actos de indisciplina y deslealtad con sus superiores y fue condenado a 15 días de prisión por un tribunal militar, por un artículo de la revista Veja, en 1986, donde reclama de los sueldos de los militares.
La familia de Jair Bolsonaro
Al contrario de lo que intenta vender, la carrera de Bolsonaro, tanto militar como política, está envuelta en denuncias y mediocridad y sus hijos no son muy diferentes.
El concejal Carlos Bolsonaro fue denunciado en 2011 por haber escrito en twitter la frase “CHuUuuupa Viadada. Bolsonaro absolvido (…)” (CHúUuuupenla maricones. Bolsonaro absuelto (…)”), cuando absolvieron a su padre en el Consejo de Ética por las declaraciones homofóbicas.
Su otro hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro, fue polémico por desfilar en contra del impeachment de la entonces presidenta Dilma Rousseff, en el 2014, con un arma en la cintura. En mayo del 2017, dos procesos contra él fueron abiertos en la Cámara de Diputados, uno por escupirle al diputado Jean Wyllys durante la votación del impeachment y otra por editar de forma fraudulenta, con el objetivo de perjudicar a Wyllys. El 7 de junio el Consejo de Ética decidió no seguir adelante con el proceso de casación.
El cuarto Bolsonaro en la política, el diputado Flávio Bolsonaro, fue condenado en 2014 por la Corte de la Infancia, adolescencia y ancianos, por exhibir la foto de un menor acusado de violación. El diputado apeló la condena en primera instancia. Como si no fuera suficiente, en el 2016 el diputado amenazó con procesar a todos los que compartieran fotos de él al lado del coronel de la Policía Militar Pedro Chavarry Duarte, acusado de violar a una niña de dos años, entre otros crímenes ligados a la pedofilia.
Para terminar, Flavio Bolsonaro también se vio envuelto en un tiroteo en el sector de Barra da Tijuca, barrio de Rio de Janeiro, en un supuesto asalto frustrado.
La familia Bolsonaro es considerada modelo por la extrema derecha: violentos, intolerantes y en general mediocres, están envueltos en una serie de denuncias y casos que en lo mínimo, son turbios. Tiroteos, amenazas en proceso, tentación de legislar en caso propio, homofobia y racismo son apenas una parte de lo que cierne sobre ellos que, sin duda, actúan como uno solo, pero en múltiples frentes y en dos estados, Río de Janeiro y São Paulo.
Tienen un inmenso apoyo de los miembros de la policía y fuerzas armados y van ganando apoyo de líderes fundamentalistas evangélicos, como del pastor Marco Feliciano o el pastor Marcos Pereira, condenado por violar a una fiel (y que es sospechoso de otras violaciones) en el 2013. En 2015 Bolsonaro y Feliciano fueron juntos a visitarlo a su casa, ya que le pastor había sido beneficiado por hábeas corpus en el 2014.
En la segunda vuelta y garantizando excelentes votaciones para sus hijos, Bolsonaro es una estrella en ascenso y un recordatorio a Brasil de los peligros de líderes intolerantes que piensan estar por encima de la Justicia, viendo el mundo por un lente propio.