Las fans de Backstreet Boys me tratarán de traidora y las feministas me tratarán de impostora. Lo sé, lo entiendo y lo acepto. Pero también sé que mi proceso de aprendizaje y desaprendizaje está lleno de conflictos y contradicciones.
Por Eleonora Aldo Pardo
Hoy día voy a ir a ver a los Backstreet Boys en el Festival de Viña. Han pasado 21 años desde que los ví ahí mismo, en su primera visita a Chile, en el peak de su carrera. En ese momento tenía 14 años recién cumplidos y estaba absolutamente enamorada de Nick Carter. Escribía historias secretas en las que le regalaba mi virginidad, tenía mi pieza y mis cuadernos forrados con sus fotos, lloraba en silencio en mi pieza escuchando su voz y sabiendo que nunca podría estar cerca de él.
Han pasado 21 años, tengo 35. Soy adulta, soy mamá y soy feminista. Sé que la virginidad no es una virtud que se regala o se pierde , las únicas fotos que tengo en mi pieza son de mi marido y mis hijos, y escucho a los Backstreet Boys sin llorar pero siempre con esa nostalgia de haberlos querido, y quererlos, tanto. Soy una persona que cuando siente algo muy profundamente nunca deja de sentirlo del todo, y realmente creo que ese amor profundo que sentí por una banda que llenó absolutamente mi vida por varios años formativos, nunca dejaré de sentirlo.
He seguido su carrera y como muchas de sus fans se me rompió el corazón cuando hace algunos años aparecieron las acusaciones de violación contra mi primer amor, Nick Carter.
Para ser franca, no me sorprendieron. Conociendo lo que conocí a la banda (todo lo que una fan extrema puede llegar a conocer) Nick me sonaba como el tipo de hombre que podría llegar a hacer algo así. De Brian o Howie, no me lo habría esperado. Pero Nick creció con fama y adoración, haciendo lo que quiso y siempre tuvo una actitud un poco engreída, como de niño mimado. Que obligara a mujeres a darles lo que él quería no sonaba a mentira. Tenía sentido, por lo menos para mí. Y creí las acusaciones. Porque aparte, como feminista, mi confianza va a estar siempre en la víctima primero.
Sin embargo, podía sentir cómo dentro mío ese amor por la banda, por mis recuerdos de esos años de fanatismo, esa nostalgia y las ganas de seguir apoyándolos y escuchando su música, no se veían disminuidos. ¿Cómo podía ser? ¿Soy una mala feminista?
Cuando se anunció que vendrían de nuevo a la Quinta Vergara, mi dilema se intensificó. ¿Podría ir a verlos escudándome en que la banda son 5 chicos, no sólo Nick Carter? Con las acusaciones finalmente descartadas por la justicia estadounidense (por un tecnicismo, no por que se hayan comprobado que eran falsas) ¿Podría conciliar mi fanatismo con mi feminismo?
Y la verdad es que… no sé. No tengo respuesta ni solución para esta contradicción que me genera quererlos, pero no creerles. Sé que ser feminista conlleva hacer sacrificios muchas veces dolorosos, y en esta ocasión, no pude lograrlo. Compré la entrada y ahí estaré en galería, cantando las canciones que están para siempre grabadas en mi mente y en mi corazón.
Creo en los ritos y quizás éste era el rito de cierre que necesitaba. Parándome en el mismo lugar donde esa Eleonora de 14 años, cegada por el amor absoluto que sólo una fan adolescente conoce, cumplió el sueño de su vida hasta ese momento. Estar ahí como una mujer de 35 años, con los ojos abiertos, informada, que decide entregarse a la nostalgia.
Probablemente la fan dentro mío nunca muera del todo. Sigo sintiéndome orgullosa con los éxitos de una banda que amé tan intensamente, pero hoy mi foco está puesto en otro lado. En usar mi trabajo para ponerle palabras a una lucha feminista que me apasiona, en mi familia. En el futuro. En el mío y en el de todas.
Las fans me tratarán de traidora y las feministas extremas me tratarán de impostora. Lo sé, lo entiendo y lo acepto. Pero también sé que mi proceso de aprendizaje y desaprendizaje está lleno de conflictos y contradicciones. Éste es sólo uno más de ellos, y trato de entenderlo haciendo lo que más me ayuda a hacerlo: escribiendo y compartiendo.