“El capitalismo no sabe qué hacer ni cómo clasificar a lo que tiene valor intrínseco y lo que nos saca de la asfixiante especialización profesional”, explica Gonzalo Llach.
Hoy se dio a conocer una nueva parte del plan de modificaciones a la malla de ramos para los terceros y cuartos medios que el Ministerio de Educación viene trabajando desde el 2012. Lo que más llamó la atención es que está la idea de sacar el ramo de Filosofía de los cursos obligatorios y fusionar sus contenidos en los de un nuevo ramo electivo que se llamaría “Formación ciudadana”.
Y ardió Twitter y Facebook. Al menos este redactor en su vida había visto tamaño interés por la filosofía en redes sociales ni en ningún lugar. Por supuesto, a la Red de Profesores de Filosofía de Chile tampoco les cayó bien. “Es un problema educativo que saquen Filosofía del plan común, porque la filosofía tiene características esenciales que permiten a los estudiantes desarrollar no sólo habilidades como el pensamiento crítico y la reflexión, sino otras como posibilitar un diálogo acerca del mundo, reflexionar sobre otras disciplinas”, dijo Carolina Beas, vocera de Reprofich, al diario La Tercera.
Le pedimos a Gonzalo Llach, un amigo que es candidato a Doctor en Filosofía en la PUC, escritor y empresario del té, que nos compartiera sus reflexiones sobre la iniciativa. Esto fue lo que nos comentó.
Prepárate para pensar:
“No me sorprende la decisión del Mineduc. Lo venía comentando desde hace un tiempo entre mis cercanos. Era esperable, porque se vienen sucediendo señales en este sentido. Solamente había que saber interpretarlas.
No considero el evento aislado, sino como síntoma de un sistema en decadencia. Entiendo por sistema al capitalismo con ambos extremos del espectro ideológico, socialismo y liberalismo, y los matices intermedios. El capitalismo como sistema económico se diferencia de sus antepasados y primos cercanos por el fenómeno del crédito universal y la banca, como señala Schumpeter.
En nuestra historia reciente la idea de utilidad es la que predomina, dando origen a los retoños filosóficos del sistema, como el utilitarismo y el pragmatismo. La idea de valor se asocia a la de utilidad. Por el contrario, tradicionalmente se ha reconocido que la filosofía no sirve para nada, ya lo decía el viejo Aristóteles. Pero que no sea útil, nos advertía, no significa que no tenga valor. Muy por el contrario: se cuenta entre las cosas que tienen valor en sí mismas, como el amor o el juego desinteresado.
Lo que actualmente se considera filosofía, y así creo que se entiende en la discusión, corresponde a la tríada de la enseñanza clásica: lógica, retórica y gramática. Pues lo hombres debemos saber generar ideas, pensar correctamente, examinarlas, expresarlas, comunicarlas y convencer mediante ellas. Pensamiento crítico, reflexión, etcétera son capacidades muy humanas que se desarrollan en estas tres disciplinas, pero que no se corresponden exactamente con la filosofía. Se aprenden por osmosis, mediante la ejercitación, pero la filosofía tiene contenido, no es meramente una técnica o capacidad. Nos permite saber o cuestionar la idea de ser, de axioma, de demostración, dialéctica, de causalidad, de bien y mal, etc.
Paradójicamente, en tiempos en los que se pone la máxima relevancia en las ideas, aquellas que cambiarán al mundo, se omite y relega la filosofía a un dominio inclasificable. Porque el capitalismo no sabe qué hacer ni cómo clasificar a lo que tiene valor intrínseco y lo que nos saca de la asfixiante especialización profesional. Por ello, no sorprende que esta tendencia siga en aumento con todos los costos que ello implica para la salud espiritual y cultural del hombre.
No soy yo quien deba realzar el valor de la filosofía; mucho se ha escrito sobre ello. Sí protesto a que mediante un hábil juego dialéctico se reduzca la discusión a su utilidad para generar competencias y capacidades. Me niego a que se le instrumentalice. Si este es el marco que asumimos (pensamiento crítico, reflexión, etc) la discusión ya comienza sesgada.
Sin embargo, ante esta lamentable realidad, están dados los elementos para que el cultivo de la filosofía vuelva a ser una vocación existencial y no una especialización profesional, corrigiendo o iluminando así, la deriva del hombre actual”.