“Lo ardiente del suelo quemaba los pies incluso estando con bototos”, recuerda Felipe Roa.

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por Felipe Roa B.
Fotos: Gabriela War/Felipe Roa B.

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“Llegamos cuando ya se había oscurecido, solo se notaban la cantidad de camiones de ayuda desparramados por Pumanque, una comuna que resultó con el 80% de su superficie quemada.”

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“Las veces que nos pusimos a ayudar, aun cuando estábamos con buenos zapatos, incluso bototos, el ardor del suelo negro, a todo sol, nos hacía arder los pies como si anduviéramos con zapatos de tela.”

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“Era difícil ser voluntario en esas condiciones, no porque faltaran ganas, sino que sobraban cenizas, donde miraras había algo quemado.”

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“Avanzaba el día y costaba dimensionar que estábamos ayudando en un país donde, a esa altura, iban cerca de 550 mil hectáreas quemadas.”

“Seguramente este incendio fue mucho peor que el terremoto del 2010, en cuanto a infraestructura y pérdidas monetarias. Además que desde los escombros algo puedes rescatar, no así del fuego, cuando pasa, solo quedan cenizas y polvo.”