Analizamos por qué los dichos del historiador defendiendo a profesores denunciados y sancionados por acoso sexual en la Universidad de Chile son totalmente inaceptables.
No es primera vez que quien fuera galardonado con el Premio Nacional de Historia despliega su machismo ante los medios de comunicación. Desde su posición de privilegio en el mundo académico, Gabriel Salazar gusta de disparar hacia cualquier lado. En esta ocasión, consultado por los episodios de acoso de sus compañeros de labores Leonardo León y Fernando Ramírez, Salazar prefirió desestimar las denuncias.
Respecto de las alumnas que denunciaron a sus profesores de la carrera de Geografía en la Universidad de Chile, el académico sostuvo: “Las veo muy pintiparadas. Dando declaraciones de acá para allá. Yo no las vi muy destruidas psicológicamente. Los que sí están destruidos son los dos profesores acusados, Ramírez y León. Están jodidos. Yo no sé si un acoso estúpido da para la pérdida que se produjo por esto (la destitución de ambos). En la balanza es donde hay que ver”.
¿Les parece si nos tomamos unos minutos para analizar los dichos del historiador?
Pintiparadas son las denunciantes, a juicio de Salazar. ¿Qué es ser pintiparado? Se refiere a ser muy parecido con otra persona o cosa, o ser muy adecuado para una ocasión. La forma en que el profesional describe a las mujeres que denunciaron acoso de parte de su docente se liga a la idea de restarle importancia al ataque, como si éste no constituyera una situación traumática para quienes lo vivieron.
“No verlas muy destruidas psicológicamente”: ¿Se nos tiene que notar el trauma de vivir acoso para que éste sea más válido? Es muy fácil caer en la invisibilización del acoso sexual cuando no eres tú quien lo ha sufrido, más sencillo aún usar tu poder como figura pública para que tu discurso sea el que quienes te siguen consideren como válido.
“Los que sí están destruidos son los dos profesores acusados”: ¿Quién es Gabriel Salazar para ponderar un daño emocional por sobre otro? Qué decepcionante la forma en que se nos caen los “ídolos” de la Academia nacional. Puede que Salazar haya redactado decenas de libros sobre historiografía y sea una voz autorizada en la disciplina, pero no podemos permitir que las posiciones de influencia se usen para esto. Cuando la autoridad desestima el acoso, sus discípulos aceptan esta conducta como válida y replicable; es el lobo mayor indicando a los súbditos qué está bien y qué no.
En un gremio donde – para variar – las mujeres no son mayoría, el sexismo se hace más presente que nunca en personajes como Gabriel Salazar, que a sus 80 años no parece entender que pese a que él no sea sujeto de acoso o discriminación de género, tiene una responsabilidad frente a la opinión pública.
“Yo no sé si un acoso estúpido da para la pérdida que se produjo por esto”: relativizarlo todo para quitarle validez es un recurso más antiguo que el patriarcado (que vaya que es viejo), pero en algo estamos de acuerdo con Gabriel, aunque él no se haya dado cuenta. El acoso, en sí mismo, no tiene lógica, es una práctica basada en el privilegio que la sociedad le ha otorgado a los hombres que, a su vez, no se cuestionan esta diferencia y replican conductas con las que las mujeres estamos hasta la coronilla. Por supuesto que es estúpido acosar: es, además, innecesario y ofensivo.
Así como el historiador comenta al final de sus dichos que las cosas se tienen que balancear, traemos a colación lo que Salazar declaró respecto de la diputada Camila Vallejo en 2012, ninguneando su mérito profesional y calificándola positivamente solo por su aspecto físico: “Es muy atractiva, porque es inteligente y bonita. Si uno la escucha bien, se da cuenta que no es un gran líder político: no es tonta y habla fluido, pero hoy cualquier cabro de secundaria habla fluido”.
Tal cual lo comenta Gabriel, se debe analizar qué pesa más: ¿la imagen intachable que el resto se ha hecho de ti, o la actitud encubridora de acoso de tus pares solo porque son tus amigos? “En la balanza hay que ver”.