Durante la Marcha del Orgullo, Nicolás Mendoza, vicepresidente nacional de la Juventud Evópoli, se convirtió en meme. ¿Se puede ser gay y de derecha? Nicolás asegura que si.
Por Nicolás Mendoza Morales, VP de la Juventud Evópoli
El sábado pasado (23 de junio), asistí a la marcha del orgullo LGBTI+ portando un cartel que decía “Orgulloso de ser gay y de derecha”. Casi inmediatamente, y a través de una foto, mi acción se viralizó en las redes sociales. Si bien me imaginaba que podía recibir críticas, nunca pensé que ellas iban a ser tan agresivas y destempladas. Se me dijo, por ejemplo, que yo me encontraría en la “vereda equivocada” y que, en consecuencia, una persona LGBTI+ necesariamente tendría que ser de izquierda.
(…) No cabe duda que importantes sectores de izquierda, desde la década de los 90 en adelante, se han acercado a causas que podríamos llamar culturales o valóricas, asignándole menor importancia a la cuestión económica.
Creo que lo anterior resulta muy discutible. Lo que ideológicamente —por siglos ya— ha caracterizado a la izquierda es la lucha contra el capitalismo y hoy, frente al estrepitoso fracaso de la órbita soviética en el siglo XX, en contra de la desigualdad material (ojo, más que contra la pobreza). Sin embargo, no cabe duda que importantes sectores de izquierda, desde la década de los 90 en adelante, se han acercado a causas que podríamos llamar culturales o valóricas, asignándole menor importancia a la cuestión económica.
Nada de esto, en todo caso, hace que ser de LGBTI implique —de antemano— ser de izquierda.
La lucha de la izquierda, pese a algunos acentos nuevos, sigue siendo todavía principalmente la lucha contra el capitalismo y la desigualdad material (más bien que a favor de la igualdad de derechos). Hoy en Chile, esta situación se expresa en su crítica a lo que se denomina, de manera bastante simplista, “modelo neoliberal”.
Por lo demás, y en términos históricos de larga duración, la población LGTBI+ no surge en el siglo XXI. Existe desde tiempos inmemoriales, en sociedades pre-capitalistas, siendo dentro del capitalismo (y no fuera, ni siquiera en contra de él) donde el movimiento de la diversidad sexual ha adquirido una real importancia. De hecho, el mismo día del orgullo (originalmente del “orgullo gay”) nació en respuesta a la coacción estatal, policiaca, en contra de un bar-discoteca (Stonewall), que acogía a gays, lesbianas y trans. Hasta antes de la década del 70 en los Estados Unidos y Europa —y hasta antes de la década de los 90 en Chile— fueron empresarios privados, “cerdos capitalistas”, los que les dieron un espacio de esparcimiento y de sociabilidad para poder expresar “en público” los afectos que en ningún otro lugar podían ellos expresar.
Y si de historia se trata, la izquierda no tiene muchos pergaminos que mostrar.
Dicho de otra forma, el gran enemigo de las personas LGBTI+ no ha sido el capitalismo, sino el conservadurismo, la cultura machista, sexista y apegada a una “moralidad” supuestamente natural que, de forma autoritaria, ha buscado imponer y perpetuar una particular visión de la sexualidad humana (esencialista y procreacionista) al conjunto de la población, afectando específicamente la igualdad de derechos de las personas de la diversidad sexual. Esto implica que, aunque pueda ser bienvenida la crítica de la izquierda a estas visiones, no resulta seria ampliarla al conjunto de la derecha, que históricamente (siempre) ha contado con una vertiente liberal; otrora muy emblemática en la lucha a favor de la separación de la Iglesia y el Estado, y en el siglo XX no fueron sino diputados liberales (junto a radicales) los principales partidarios de la modificación del derecho matrimonial chileno, por ejemplo, a favor del divorcio vincular. Y si de historia se trata, la izquierda no tiene muchos pergaminos que mostrar (para qué recordar la persecución a las personas LGBTI+ en la Cuba castrista). Y si, en todo caso, los tuviera, los tendría a la vuelta de esquina en términos históricos, por lo que resulta muy poco plausible sostener que ser parte de la diversidad sexual necesariamente implica ser de izquierda.
Pero, ahora en términos muchos más pedestres, resulta muy poco lógico pensar que un gay, al mismo tiempo que nace con esta orientación sexual, viene necesariamente con una carga genética de izquierda. Se me dirá que nadie dice que, “así como se nace gay, se nace de izquierda”. Es cierto, no se dice esto de manera literal, pero sí se absolutiza que ser gay lleva implícito, casi como una marca indeleble, el ser de izquierda. Y esto, creo, no pasa la prueba de un análisis serio.
Por último, y volviendo mi situación personal —al cartel que causó tanta indignación en las redes sociales—, debo decir que sí, soy de derecha, pero que al mismo tiempo formo parte de un sector de ella (Evópoli) que, desde su fundación, invariablemente ha defendido la ampliación de los espacios de libertad individual, así como la igualdad y no discriminación para todos, incluyendo —de manera explícita en su Declaración de Principios— aquella que se funda en la orientación sexual.
Así las cosas, sigo y seguiré diciendo —con orgullo y fuerza— “soy gay y de derecha”. Y, sobre todo, continuaré abriendo la cancha en mi sector, desde mi partido, para que todas las personas, también las LGBTI+, tengan el derecho a ser y a vivir la vida que quieran vivir. Libertad e igualdad, así entendidas, no pueden ser patrimonio exclusivo de la izquierda. El pasado no les da la razón y el futuro está todavía en construcción.
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