Netflix estrenó Voyeur, documental que narra la fascinante historia detrás del libro “The Voyeur’s Motel”.

Por cosas de la vida, dos hombres con obsesiones, desde el exterior opuestas, se encontraron. Era 1980 cuando Gay Talese, uno de los reporteros pioneros del Nuevo Periodismo, recibió una cara de Gerald Foos.

Talese había pasado ocho largos años de investigación periodística en los que se metió dentro de las camas de los estadounidenses para revelarles sus maneras de enfrentar la sexualidad y que retrató en el libro “They Neighbor’s Wife”. La intención de Foos era entregarle otra de esas narraciones sobre la vida sexual norteamericana, pero terminó siendo una historia en si misma.

Gerald Foos siempre se definió a si mismo como un voyerista. Desde pequeño, la primera vez que vio a su tía por la ventana de su cuarto, supo que toda la vida iba a mirar sin ser descubierto. La curiosidad y el placer sexual que le produjo esa y otras experiencias lo llevó a comprar el Manor House Motel, construir en los tubos de ventilación un sistema para espiar a sus huéspedes, tomar nota y de paso masturbarse varias veces en una noche.

Ambos hombres se presentan a si mismos como investigadores de la condición humana. Los dos, también, tienen egos enormes que les permiten sentir admiración y recelo por el otro. No por nada llevaron una relación de complicidad durante 36 años de sus vidas, que les permitió generar un pacto de silencio el uno con el otro, ya que Foos vio mucho a través de esas rendijas: fetichismos, violencia, drogadicción y hasta muerte, algunas veces con Talese al lado.

Cómplices el uno del otro, finalmente.

El New Yorker, con todo su aparataje de fact checking, quería publicar la historia de Talese, un pequeño extracto para dejar a la gente impaciente por esta historia y fueron los primeros en identificar las incongruencias en la historia de Foos. Errores en la fechas de algunas anotaciones que no correspondían a los años en los que compró el motel, por ejemplo, llevaron al periodista a comenzar a dudar en toda esta historia, cuando para el New Yorker siempre estuvo claro que parecía más ficción que realidad, de una persona “que está realmente perturbada, casi como un sociópata que necesita atención”, dijo Susan Morris, editora de artículos del New Yorker. Eso no quita que el trabajo que hizo Foos no se fascinante y por eso es que lo publicaron.

Cuestionado por Estados Unidos, Foos sintió el peso de sus palabras cuando comenzó a recibir llamados anónimos de amenaza. No todo el mundo pensaba como Talese o el New Yorker; no para todos su investigación desviada era digna de ser escuchada. Y las contraposiciones no pararon de llegar.

A Talese un periodista del Washington Post lo contactó, días antes del lanzamiento del libro “The Voyeur’s Motel”, y le dijo que encontró pruebas de que Foos no era dueño del hotel en los años que dijo y otro personaje entró en escena. Ahora, la credibilidad de Talese como periodista se puso en juego, una que su ego y ética periodística no pudo soportar.

Al final, y con la ayuda (a veces innecesaria) del equipo documental, ambos se vieron enfrentados como un espejo en que las mentiras y la medias verdades salieron a la luz, como también sus verdaderas intenciones. Los dos voyeristas finalmente querían ser vistos y lo lograron, transformados en protagonistas absolutos.

Voyeur está disponible en Netlix.