Era complicado lo que tenía Stefan Kramer por delante. Era el primer humorista en un festival que venía cojo desde antes de empezar. Los rumores de censura a los artistas, la prohibición de carteles, la cantidad de efectivos de seguridad y un ambiente confuso no anticipaban lo que iba a ocurrir.

El imitador se jugó el todo por el todo en la Quinta Vergara. Puso a disposición toda su carrera para visibilizar un asunto que, en ese escenario, parecía vetado. No le importó que en las primeras filas lo miraran con cara de odio al mencionar la heroica gesta de la primera línea, no dudó en ser implacable en señalar a los culpables de un estallido, que hasta ese momento, parecía olvidado en ese Viña de los vestidos caros y los autos de lujo.

Kramer llegó a la Quinta Vergara luego de atravesar un centro de Viña que literalmente ardía entre llamas, gases lacrimógenos y piedras. Su van, según contaban testigos, incluso recibió un par de piedrazos.

El tipo tiene cancha y calle y lo entró a demostrar al escenario.

Cuando un país ha vivido lo que nosotros hemos visto estos últimos meses, cuando a metros tuyo la protesta es incesante y avezada, cuando a un par de cuadras la gente siente odio por ese festival elitario que parece ser preferente a sus necesidades de salud, entonces lo de Kramer se hace absolutamente indispensable.

Kramer se rio y se burló incansablemente durante su rutina, pero no lo hizo de todo el mundo, al contrario, se burló de quienes históricamente se han burlado de una sociedad que parecía dormida, pero que hoy despertó con todo su estruendo. Kramer ironizó con aquellos que siempre se creyeron intocables y lo hizo frente a todo Chile, frente a 250 millones de personas en el mundo y por sobre todo, de manera graciosa.

No solo eso, además se dio el gusto de subir al escenario a su esposa y gozar de un momento histórico. Cuando las rutinas a los que nos tenían acostumbrados los humoristas de los 90 y 2000 eran de burlas a sus esposas encajonándolas como brujas e histéricas, lo de Kramer es transformador. Y por supuesto que eran un gesto político, en lo simbólico y también en lo coyuntural “Estoy aquí porque apoyamos la paridad de género” comentó su esposa.

En lo que probablemente sea la mejor rutina de humor de la historia del festival, el mensaje de Kramer es espectacular e inspirador para quienes lo disfrutaron y para los artistas que les toca actuar en estos días convulsionados. Lo de Kramer es una lección de inteligencia y valentía que será recordada por mucho tiempo más. ¿Querían protesta pacífica? Aquí la tienen. Muchas gracias Stefan, te jugaste tu carrera por el pueblo.

Si quieres revivir la rutina completa solo debes pinchar acá.