Conversamos con Guille Söhrens y Lucas Espinoza sobre su historia de amistad en medio de un momento político clave del país, que terminó siendo una película de política y amistad en un momento clave del país.

Si tienes más de 25 en Chile, es altamente probable que hayas sido un pingüino. En 2006, los estudiantes de educación media (y varios de los últimos años de básica) salieron a las calles a reclamar por un cambio en las leyes educacionales y en prácticas que se venían arrastrando desde la dictadura, que la Concertación sólo reformó superficialmente. Fue una generación completa de adolescente con rabia, muchos incluso poseedores de una retórica impresionante para la corta edad que tenían en ese momento y con ambiciones políticas que pocos presentaron.

La isla de los pingüinos es el segundo largometraje de Guille Söhrens, donde retrata toda esa efervescencia de jóvenes que tuvieron entre 15 y 18 años que salieron a marchar para pedir cambios inmediatos, como también los lazos humanos que se crearon entre estos niños que aún les faltaba mucho por crecer: “Esta historia surge porque en 2006 yo fui pingüino. Estaba en tercero medio, entonces me tocó fuerte la revolución pingüina. Viví una toma, varias marchas, siempre estaba pasando algo, fueron las primeras veces que me tomaron detenido. Todo eso me marcó mucho a mi y a mis amigos. Eso de alguna forma me formó políticamente para todo lo que fue mi vida después en la universidad, cuando estuve muy vinculado en los movimientos estudiantiles. Estuve en el centro de alumnos, la federación de mi universidad, y cuando sentí que tenía las herramientas para hacer una película, fue instantáneo contar lo que me había pasado en el 2006 y que no me había dejado de pasar durante todos esos años”, dice.

Su protagonista es Martín (Lucas Espinoza), un joven que se mantuvo al margen de la contingencia por desinterés, que no está muy en contacto con sus compañeros de curso, pero si mantiene un interés amoroso en Laura (Rallén Montenegro), amiga de infancia y líder del centro de alumnos, por lo que es atraído a la toma de su liceo en pleno 2006.

Es en este espacio reducido, lleno de otros adolescentes efervescentes, en el que Martín se ve forzado a crecer de golpe.

“El personaje, a pesar de no ser una persona tan cool, era bastante más cool de lo que yo era. Uno en la adolescencia nunca es cool. Tenía el pelo largo, partidura al medio, liso, morral, pantalones anchos y me los arremangaba para que la bicicleta no me los comiera. Intenté acordarme de mi personalidad adolescente, porque mi personaje es bien indiferente, de estar ensimismado en uno. Todos los adolescentes fuimos yo-yo y es a lo que más apelé, en vez de interpretar un personaje que yo nunca he vivido. Esto sí lo viví con mis amigos, que fueron los mismos con los que hice la película”, explica Lucas.

“Es un relato súper importante de contar, porque es algo histórico, que si bien es reciente, pasó hace más de una década, pero que sigue contingente al mismo tiempo. Desde ahí surge; es una película que a mi me hubiera gustado ver cuando era chico”.

El principal desafío para Lucas, como comediante, fue actuar en una película que a pesar de ser graciosa, no tiene pretensiones chistosas: “Esta tiene la combinación que por un lado, tiene lo político, y por el otro es entretenida. Son las relaciones humanas, lo que pasa dentro de una toma, los amores, los amigos, las ambiciones. De eso se trata la película, que son niños aprendiendo a ser adultos y el tema de la revolución pingüina es hasta una excusa para hablar de estos niños o al revés. Eso es el coming to age: encontrar la identidad”.

Movimientos de fracaso

Director y actor principal se conocieron en el Liceo Manuel de Salas en la época en que la revolución pingüina se llevó a cabo. Ambos marcharon y fueron parte de la toma, uno más activo que el otro, pero este ambiente estudiantil los unió y los transformó en amigos. Pero, de todas maneras, no pueden negar que el movimiento del 2006, a pesar de tener ciertos acercamientos políticos y sociales, no logró tanto como los que vinieron después.

Yo creo que lo que pasó en 2006 es una historia de fracaso, porque es un punto de partida donde no se logró mucho más allá de poner el tema de conversación una década y más. Ahora también tiene que ver con que en 2006 el fundamento era mucho más basal, en el sentido de que había un sistema que se acarreaba de la dictadura que había que cambiar sí o sí.

Yo encuentro que igual el movimiento estudiantil en general es un movimiento de fracaso, porque hasta el día de hoy la gente está en la calle. Vez que se avanza se retroceden dos pasos, y ahora que miro al 2006 encuentro que era un movimiento mucho más ingenuo que el que vino después. Ingenuo porque en 2006 uno no vio enseguida los colores políticos de los dirigentes, las razones por las que la gente estaba marchando eran más valóricas, mucha más gente se involucró en el movimiento pero se alejó porque era una época en el que hablar de política estaba mal. En 2006 todavía llamar a alguien comunista era un insulto. En 2011 sabes desde el principio los colores políticos de los dirigentes y ya no está esa ingenuidad”, agrega Guille.

Guille cree que recién ahora Chile está viviendo la transición, liderada por todos estos chicos que nacieron justo cuando terminó la dictadura: “El Chile de la transición de los 90 tenía partidos como la DC que había apoyado a la dictadura, estos partidos de la transición que mantuvieron a Pinochet como general en jefe del Ejercito y luego como senador vitalicio, y después cuando estuvo preso se lo querían traer para Chile porque era terrible que estuviera preso, y son los partidos que eran de la Concertación. Esa suma de cosas empezaron a generar mucho rechazo en el país. Yo creo que con los últimos meses de Bachelet se empezó a vivir la transición, de esto de sacar cosas que venían de la dictadura y decirles basta, ahora estamos viviendo la real transición.

Lucas: ¿La real transición? Entonces la otra era una mentira.

Guille: Es que cómo puede ser transición si Pinochet tuvo poder hasta el 2006, hasta el día que se murió. ¿Qué puedes hacer cuando dictador sigue teniendo poder? Es mentira la transición, no es real. Era general del Ejercito y cuando se enojaba sacaba tanques a la calle. Eso no puede ser democracia. Y lo único que pasó en los 90 fue que Pinochet se cansó y vivíamos en una realidad mundial donde no podían haber dictaduras porque estaba mal y los mismos gringos empezaron a sacarlos después de que los habían puesto, pero seguía siendo general y senador. Un dictador, una persona que torturó y mató gente. Después del 2006 muere Pinochet y justo la gente empezó a salir a la calle.

Lucas: La gente después empezó a militar y eso era novedoso en el quehacer político, y yo creo que eso pasó porque no salía ninguna figura política joven con la que alguien se sintiera identificado de verdad y eso es interesante de ver desde el 2006 hasta ahora. Antes no pasaba, incluso con los líderes 2006, porque uno se aferró a la primera persona con carisma, sin saber el tinte político. Si había alguien que hablaba bonito, vamos con él. De ahí hasta entonces no había ninguna figura hasta el 2011 y luego apareció el Frente Amplio. Es bacán que la gente haya tomado una postura política, gente joven.

La isla de los pingüinos está disponible en todas las salas del país desde el 10 de mayo.

Fotografías: Marcial Parraguez.