Siempre que vamos con mi polola al Costanera Center entramos por la puerta de Almacenes París. Ya se que no se llama así hace rato pero bueno, tengo 30 años y así me aprendí el nombre. Y hay una gran razón por la cual siempre elegimos esa puerta que da al ex hospital militar.

Y por lo mismo quisimos escribir este relato.

Pero antes de contar porqué me gusta tanto entrar por esa puerta, quiero aclarar un par de cosas.

Primero, me carga el retail. Creo que son ese tipo de empresas que logran que millones de chilenos parezcan uniformados. Si fuiste a una tienda de retail y te gustó una chaqueta, te aseguro que ya la han comprado al menos doscientas personas más.

Como esa vez que me compré una polera en Falabella que me gustó mucho. Salía una foto de un perro pug y decía “Pugs not drugs”. Estaba tan contento con mi nueva polera. Fui esa misma noche a un asado y, cuando estaba tocando el timbre pensando en que mi nueva prenda iba a hacer reír a todo el mundo, había dos personas más con la misma polera. Eso hacen los retail. Matan los chistes de las poleras.

Tampoco soy fanático del Costanera Center. Ese elefante blanco al comienzo de Providencia que colapsa literalmente todo, y eso que aún no han abierto las oficinas de la torre. Ni quiero pensar en hora peak, cuando todos los oficinistas que trabajan en el Costanera se vayan a sus autos para irse a casa, y tener que salir a Vitacura, que ya no aguanta más.

Y tampoco me gusta París. Aunque nunca he ido, creo que la Torre Eiffel se construye con un juego bien grande de Mecano, y para que decir la actitud cobarde que tuvieron en la Segunda Guerra. Y los crepes no son tan ricos. Ya, si, lo son, lo reconozco.

Entonces, ¿porqué me gusta entrar al Costanera Center por la entrada de Almacenes París? Por el guardia de la puerta. No se como se llama. Está casi siempre. Es atento, siempre tiene la mejor cara, y claro, siempre saluda al entrar. Y es un saludo cariñoso, cercano, no el típico saludo de guardia de “Bienvenido a la tienda, ojalá no robes nada porque me quiero ir temprano a mi casa”, es un saludo de “Bienvenido a París, ojalá esta visita sea la mejor de tu vida”.

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Son tonteras, claro. Pero son tonteras que importan. Porque las tiendas se preocupan de tener la mejor vitrina, los mejores display, una foto gigante de una modelo extranjera en la puerta, y no piensan en las cosas chicas. Porque estoy seguro que nadie le dijo a nuestro héroe que saludara con cariño. Lo sé porque ningún otro lo hace en esa tienda. Nuestro héroe saluda así porque así es el, una gran persona. Y quizá a cuanta gente le ha alegrado el día.

Y por eso voy a seguir yendo a esa tienda. Será mi puerta de entrada al Costanera para siempre. O al menos mientras este gran guardia esté ahí.