Lilian y José se conocieron en las salas de clases de un taller de computación donde ella estudiaba y el hacía clases. Fueron tan felices como cualquier otra pareja de pololos enamorados hasta que una galopante esquizofrenia transformó a José en el delirante personaje que se volvió un ícono de las calles de Santiago.

foto: THE CLINIC

Probablemente estés familiarizado con la figura del Divino Anticristo: notable eminencia de la subcultura santiaguina que llegó de forma temprana para revolver el gallinero mediático durante una época donde internet era un lujo y los celulares a color pertenecían a un grupo selecto de gente cuica.

El Divino se las arregló para ser una figura reconocida gracias al empujón que le dieron los periodistas de The Clinic. Travestido, frecuentaba el Barrio Lastarria vendiendo revistas que el mismo escribía, logrando ser columnista del diario que lo lanzó a la fama entre un público específico que lo despidió con velas y homenajes al momento de su muerte, la semana pasada.

Durante los 20 años que vagó por las calles de Santiago, poco se sabía sobre la verdadera historia del Divino Anticristo. Los diversos rumores suponían que era un reconocido científico antes de pasear por las calles de Santiago junto a su carro de supermercado repleto de chucherías y delirantes y poéticos escritos.

Durante una velatón en su honor, su ex pareja, Lilian, contó a los asistentes su conmovedora historia de amor José Pizarro Caravantes fue profesor de computación y se enamoró de una alumna llamada Lilian.

“Lo muestran feo, gordo, cochino, con esa cosa ridícula en la cabeza. No, nada que ver al recuerdo que tengo” afirma quien fue el último amor del Divino Anticristo antes de que comenzara su espiral hacia la esquizofrenia.

En el testimonio recogido por la periodista Macarena Gallo para The Clinic , Lilian cuenta cómo fue sobrellevar una relación interrumpida por las consecuencias de una enfermedad no tratada y cómo ahora lo recuerda con cariño y quiere hacer justicia a su memoria.

Lilian mostró diferentes fotografías de cómo era José Pizarro al momento de conocerse en el Taller de Computación en el Instituto de Contabilidad y Técnica Comercial de Chile el año 1979.

foto: THE CLINIC

“Era encantador. Un caballero, un galancete, y muy bien vestido. Usaba chaquetas hermosas y blue jeanes a la moda. Se veía lindo. Tenía buena presencia. Lo miré físicamente y lo encontré muy encachado. El José se defendía muy bien, las mujeres lo miraban harto, tenía arrastre. Era alto, como a mí me gustan, y rubiecito. Tenía unos rulos hermosos. Ahí me terminé de enamorar. Yo estaba fascinada

Después de conocerse a profundidad en una fiesta que celebraron en el Taller, se volvieron inseparables y comenzaron una relación que duraría tres años.

“Él era muy inteligente. Me acuerdo que siempre me decía que en el futuro la gente se iba a comunicar con aparatos chiquititos, del porte de la palma de la mano. Ahí, me decía, nos vamos a poder hablar, hacer cálculos matemáticos y ver fotografías. Tenía razón. Cuando aparecieron los celulares inteligentes me acordé inmediatamente de él” asegura Lilian.

Pasaron varios años paseando en la naturaleza, viéndose en bares donde ninguno de los dos bebía en exceso –Lilian asegura que el futuro Divino Anticristo nunca consumió drogas- y leyendo libros: él de astronomía y ella novelas.

Incluso, hablamos de matrimonio. Hicimos planes. Yo estaba muy enamorada, y él también

Sin embargo, cuando estaban a punto de formalizar la relación y vivir juntos, los primeros síntomas de la esquizofrenia frenaron las intenciones de la pareja. Como una especie de despedida antes de subirse a su galopante enfermedad mental, José le escribió esta corta pero reveladora carta:

“Su forma de ser me tenía hasta la coronilla. A mí me daba pena, porque lo quería mucho, pero no podía seguir con alguien que no me trataba bien” asegura luego de soportar malos tratos por parte de José y ser testigo de una seguidilla de episodios extraños.

Lilian decidió terminar la relación y no tuvo noticias de su ex pololo hasta tres años después cuando lo vio desaseado leyendo los titulares de los diarios en la calle.  José Pizarro había comenzado a vivir ahí.

“Andaba como un vagabundo cualquiera, desaseado, pero seguía siendo de alguna manera él: tenía su pelito largo pero cochino”.

Pasaron las décadas y cuando Lilian quería conversar con José, ahora convertido en El Divino Anticristo, este no la reconocía y parecía no mostrar señales de lucidez mental. Sin embargo ella siempre guardó las fotos de un época donde fueron felices y las muestra con orgullo sin renegar de quien fue uno de los grandes amores de su vida.

 

Puedes leer la historia completa publicada por The Clinic aquí.