La mirada de la meteorología deja en claro la magnitud de estos desastres ambientales y también por qué nos estamos muriendo de calor.

*por Diego Campos, meteorólogo de la Oficina de Aplicaciones Satelitales de la Sección de Investigación en la Dirección Meteorológica de Chile. Diplomado en Meteorología Aplicada en la Escuela Técnica Aeronáutica.

Además de sus pergaminos profesionales, Diego tiene un muy interesante blog donde de forma muy didactica acerca las ciencias atmosféricas a la vida cotidiana.

Su último post nos llamó tanto la atención que le pedimos que por favor nos dejara hacerle un reblog. Va, como dice el título, sobre cómo desde la meteorología se observa y se estudian los incendios forestales.

Acá les va.

Nos hacemos humo

Por estos días la zona centro-sur de Chile atraviesa por una intensa y extensa ola de calor, con temperaturas sobre los 35 °C en los valles centrales del país. A este paso, enero de 2017 se transformará en el enero más cálido en el registro (parece disco rayado).

Una de las consecuencias de este calor extremo (más baja humedad y viento intenso) son los incendios forestales. Más de 15.000 hectáreas quemadas en un incendio en la VI región, cerca de Pumanque, y muchos otros focos simultáneos.

Estos pueden verse desde satélite utilizando la tecnología del sensor VIIRS (Visible Infrared Imaging Radiometer Suite) montado sobre satélites de órbita polar. VIIRS es un radiometro que mide la temperatura de brillo de lo que observa en el rango visible e infrarrojo de la luz. Algo así como “qué tan caliente es” o “qué tanta energía emite”.

La siguiente imagen muestra los puntos de fuego localizados ayer por la tarde.

Desde satélite también se pueden seguir las plumas del humo y cenizas desde los incendios y otras características de la columna atmosférica, como el espesor óptico (Aerosol Optical Depth, AOD), que es una medida de qué tan turbia o poco transparente es la capa. Algo así como la suciedad en la atmósfera producida por aerosoles.

En la imágenes se puede ver cómo la pluma se desplaza hacia el noroeste desde el incendio principal, dejando una “estela” de suciedad a su paso. Este desplazamiento es provocado por los vientos cercanos a la superficie dados por la circulación del Anticiclón Subtropical del Pacífico.

La complemento con la imagen que mi amigo Eduardo Sáez (@EduardoTVT) subió a su cuenta de Twitter.

La turbiedad y poca transparencia de la atmósfera se puede ver, ¿cierto?

Notamos que está más oscuro y el atardecer se vuelve en llamas. Pero también se puede medir, gracias a los fotómetros. Medimos el espesor óptico de aerosoles y sabemos realmente qué tan sucio está.

La figura de la izquierda muestra la evolución del espesor óptico ayer (18 de enero) sobre Santiago a distintas longitudes de onda (no se preocupen de eso ni de las magnitudes). Sí pueden notar que hacia las 22 y 23 horas (UTC) o 19:00 y 20:00 hora local, el AOD aumentó. Esta es una señal del humo de los incendios. Lo mismo muestra la figura de la derecha pero para todo el mes de enero. Vemos que lo que va de día 19 es muy sucio y contaminado.

Otro instrumento que sirve para estos fines es el nefobasímetro. Un instrumento diseñado para medir la base de las nubes con un láser, pero que también es capaz de detectar aerosoles. Las siguientes figuras muestran los datos del nefobasímetro del DGF de la U. de Chile. Gracias al profesor Roberto Rondanelli por compartir la figura.

En las figuras se puede ver como desde las 19 horas del día 19 (panel central) se midió una gran concentración de aerosoles en los primeros 500 m de atmósfera. Hoy, 19 de enero, la situación es similar con una capa de mayores concentraciones alrededor de los 1000 m.

Así es como vemos, medimos y “sentimos” los incendios forestales.

Imágenes obtenidas en los servidores de NASA (MODIS), SSEC (puntos de fuego) y la red AERONET (mediciones de fotómetros).