El aumento del VIH en el país también se refleja en la zonas rurales, donde la transmisión del virus supera tres veces la media nacional por causas e hipótesis que nos presentaron expertos
En julio de 2017, las autoridades pusieron atención al VIH, virus cuya transmisión aumentó un 34% en nuestro país durante el periodo 2010-2016, posicionándonos como el país con mayor aumento de casos en América Latina. La situación es tan compleja que se habla de una epidemia producto de la falta de campañas de prevención, exámenes poco expeditos y prejuicios ligados a grupos específicos.
Sin ir más lejos y para tomar en consideración la gravedad del asunto, en Chile se contagian 15 personas al día de VIH, según los datos entregados por el Instituto de Salud Pública (ISP) del Ministerio de Salud.
La situación está lejos de ser nueva. De hecho, las zonas rurales de la VI región han hecho caso omiso a los diagnósticos durante años, ya que piensan que este es un problema a tratar en ciudades como Santiago y Antofagasta. La sociedad costumbrista se siente ajena a tener que enfrentarse al VIH, pero esta falta de conciencia terminó por arrojar resultados y cifras altísimas.
El último perfil epidemiológico entregado por el Departamento de Salud Pública de la Seremi de la Región de O’Higgins reveló que en Malloa se encuentra la mayor tasa de VIH por población en la región, donde el 81% de los casos corresponde a varones de entre 20 a 29 años. Al comparar los trienios 2008-2010 y 2011-2013, se observa un aumento de notificación de casos en un 30% (lo cual equivale 313 nuevos casos) en la provincia de Cachapoal, compuesta por Doñihue, Rengo, Malloa, Pelequén, entre otros pueblos y ciudades como Rancagua. Esta cifra permite estimar en más de mil contagios notificados, y ojo que hablamos de lugares con una población pequeña donde todos se conocen y atienden en el mismo policlínico.
Dentro del mismo perfil –que no ha sido actualizado pese a la urgencia de la situación- se arroja como resultado que el VIH en la provincia de Cachapoal supera tres veces la media nacional.
En una entrevista para El Tipógrafo, el jefe de la Unidad Epidemiológica de la Seremi, José Rodríguez, confirmó que “constan características en la región que hacen que tengamos una tasa de infección más alta, pero no existen estudios que determinen cual puede ser la causa”.
Estas causas pueden variar desde patrones culturales hasta la falta de compromiso de los organismos gubernamentales encargados de la prevención y tratamiento de la enfermedad en el país, y en específico en la zona central.
La única matrona del policlínico de Malloa, Katherine Lizana, entregó una razón concisa sobre por qué los casos de VIH se han disparado en la zona.
“El VIH no es un examen de rutina que uno puede llegar y pedir: se debe firmar un consentimiento y estar de acuerdo con la solicitud. El resultado se entrega en aproximadamente un mes. Pero, antes, se hace una consejería donde se debe firmar otro papel”, dijo. La obstetra aseguró que la burocracia, lenta y tediosa de realizar un examen que debiese ser expedito, aleja a los pobladores de las medidas preventivas.
Otra principal causa del contagio, según la especialista, está en la desinformación parental. Creen que al tocar este tema con sus hijos abren una puerta al apetito sexual de los jóvenes, haciendo caso omiso a los riesgos del silencio.
“Uno va a los colegios a la reunión de apoderados a realizar charlas enfocadas en jóvenes de 10 a 19 años, donde se preguntan temas de identidad sexual y los riesgos que puede tener contagiarse de VIH. Los jóvenes sienten vergüenza en venir, porque hablar conmigo en un pueblo tan chico, se interpreta como un posible embarazo”, explicó.
“Otra arista es que, a diferencia de Santiago, acá te atiendes con tus vecinos. No es como en Santiago donde tú vas al doctor y no lo vuelves a ver más o lo cambias. Al no ser un examen expedito, pese a su gratuidad, las personas prefieren no darse por enteradas”, agrega Geovanna González, jefa del Cesfam de Malloa.
Sin embargo, no todo cae en responsabilidad de la gente. El alza del virus en nuestro país también se debe a un relajo de las autoridades respecto a la prevención del VIH y a realizar campañas efectivas que derriben el mito de que el virus es una enfermedad que afecta a minorías o trabajadorxs del comercio sexual.
Rosa Madrid, encargada del programa de prevención de VIH en la región de O’Higgins, poco puede hacer con los 4 millones de pesos anuales que dispone para charlas y medidas de prevención. “Seamos realistas: las páginas web de las instituciones no actualizan la información. Yo creo que este no es un tema que venda, no es un tema atractivo, depende de la sinceridad de la autoridad de turno y la preocupación real que sienta para tomar en serio a la población”, señaló respecto a la indolencia que provoca el VIH no solo en la población rural, sino también en todo Chile.
El VIH se convierte en un problema para un sector cuyas prácticas sexuales en las casas de remolienda se toman como una obra de arte costumbrista. La desinformación por falta de recursos también contribuye a no poder derribar mitos sobre la patología, dando como resultado una población enfrentándose a una enfermedad crónica.